El cadáver yace tendido bocarriba sobre la plancha de acero y ambos comienzan a trabajar de manera ordenada. El ambiente está climatizado a una temperatura que oscila en los 16 grados centígrados y las paredes del recinto en color hueso se asemejan al laboratorio de un nosocomio.
De inmediato, ambos emplean el protocolo de seguridad y se colocan guantes de látex, cubrebocas y una vestimenta que resguarde las demás extremidades. Ahí, el exánime presenta un rostro plomizo, los ojos cristalizados y la piel reventada en los pómulos y pecho. Sufrió un accidente vehicular.
Pronto, los dos comienzan a insertar las cánulas en puntos clave y diversos líquidos recorren las mangueras hasta llegar al organismo del difunto, para retardar el deterioro que genera la putrefacción y que los familiares tengan tiempo de llevar a cabo el papeleo que les piden las instancias oficiales.
Las lesiones y traumas son evidentes. Las piernas están completamente estiradas; los brazos reposan en el lecho, a corta distancia de los flancos. La cabeza había sido ligeramente levantada.
De una caja de plástico sacan diversos accesorios de maquillaje y comienzan a hacer los trabajos de estética. Esos ojos vidriosos y la piel de mármol comienzan a tomar un tono que dista por mucho a la de la muerte, buscando de manera armoniosa una expresión de tranquilidad y no una de dolor o desasosiego.
EL AMOR AL OFICIO
Félix Álvarez Pérez y su hijo José Luis Álvarez Cabrera se dedican al oficio de los servicios funerarios y son desde hace mucho uno de los principales comercios por excelencia en la ciudad capital.
“Somos una familia que por años hemos servido a la comunidad tuxtleca de la mejor manera, ofreciéndoles un alivio y una tranquilidad cuando le dan el último adiós a su ser querido. Buscamos ante todo que ese último recuerdo perdure de buena manera en sus pensamientos”, expresan.
Félix Álvarez se inició en este negocio de manera empírica, comenzó a acudir a talleres y finalmente puso su comercio, que lleva más de 15 años.
“Comencé por una necesidad, llevarle el alimento a mi familia a la mesa y conforme transcurrían los años le tomé mucho cariño al oficio, para mí lo más satisfactorio es que los dolientes te digan: ‘Mi padre, hermano o madre parecen dormir y no sufrir más’, eso es una gran satisfacción”, comenta.
Sin embargo, su hijo le sigue los pasos y tratan de que “Funerales Cabrera” sea un negocio que perdure en el tiempo.
Félix dice que para darle una estética a los cuerpos es necesario buscar en el rostro una tranquilidad.
“Nosotros recibimos distintos servicios, ya sea muerte natural, violenta o cadáveres en estado de descomposición, cada uno tiene un trabajo distinto, principalmente porque existen grados de dificultad.
Cuando son muertes violentas, por ejemplo, accidentes de tránsito terribles o atropellamientos, en ocasiones el cadáver pierde parte del rostro, por ello se efectúan trabajos de reconstrucción, en este caso se emplean ceras especiales y maquillajes.
A veces cuando se pierde gran parte del rostro, se emplean los mismos objetos, pero al final se le coloca un velo traslucido para que los familiares logren alcanzar a ver una cara que aparente dormir.
Además, Félix menciona que en el caso de suicidios no se involucran mucho, pues es de lo más delicado y muchas veces, las personas cometen estas acciones cuando se enteran de que sufren de una enfermedad mortal (hepatitis, VIH, entre otras); “esto nos pone en riesgo pues se dice que una enfermedad de este tipo después de la muerte duplica su fuerza, por ello, los certificados de defunción son importantes”, detalla.
PLATICAR CON LOS MUERTOS
Para Félix hablar con los muertos se ha convertido en una rutina normal, y ya es parte de la vieja usanza.
“Siempre que visto un cadáver, lo maquillo o le brindo un servicio, en mis pensamientos busco entablar una conversación. Es algo que aprendí hace mucho tiempo de otra persona, pues dialogar con los no vivos ayuda a que su cuerpo abandone el estado ‘rigor mortis’ y se aflojen sus extremidades, es una creencia pero que ya he hecho parte de mi vida”, añade.
“Por lo regular les digo estás quedando muy bien y tú familia te está esperando, en un rato más estarás con ellos o te voy a hacer una pequeña incisión en la pierna y te colocaré esta cánula, es solo un momento, después te arreglaremos muy bien. Cuando hacemos largos recorridos y llegamos al destino, comienzo a descender el ataúd y les digo: ‘Ya llegamos a tu destino, tu gente te está esperando, en un ratito te llevamos para allá para que estés con ellos y se puedan despedir de ti’, es así como mantengo una relación armoniosa entre la vida y la muerte”, explica.
Para Félix no hay imposibles, los servicios funerarios son un trabajo como cualquiera, aunque existen días en que la capacidad de asombro sobrepasa los límites de la cordura, pero al final del día es superado y les entregan a sus clientes el mejor de los servicios y con un total profesionalismo.