/ lunes 13 de marzo de 2017

¿Por qué Erdogan exporta a Europa tensiones políticas de Turquía?

PARÍS, Francia. (OEM-Informex).- El presidente turco RecepTayyip Erdogan logró la proeza de enemistarse con dos paíseseuropeos en tres días y todo eso solo por razones de políticainterna: el aspirante a sultán está resuelto a emplear todos losmedios necesarios—cuanto más escandalosos mejor—para ganar elreferéndum del 16 de abril que lo autorizará a reformar laConstitución, a fin de reforzar los poderes presidenciales.

Esa desesperada carrera al poder explica la triple crisisdiplomática sin precedentes que puso a Europa al rojo vivo en losúltimos días.

Para asegurar el triunfo, algunos ministros de Erdogancomenzaron a recorrer Europa para movilizar a los cinco millones deturcos que viven en el exterior. “Si la participación enTurquía es débil, los 300 mil a 400 mil electores de la diásporapueden aportarle uno por ciento de votos, lo que puede serdecisivo”, según el politólogo Ahmed Insel. Las trescomunidades turcas más importantes residen en Alemania (tresmillones), Francia (650 mil) y Holanda (400 mil).

El primer incidente estalló cuando Erdogan acusó a Alemania deutilizar “prácticas nazis” por haber prohibido varios actospúblicos que obligaron al Ministro de Justicia turco a suspenderla gira prevista. “Yo creía que el nazismo había terminado enAlemania, pero lamentablemente continúa (…) Nos dan lecciones dedemocracia, pero impiden a nuestros ministros hablarle a nuestroscompatriotas”, clamó en un discurso incendiario. Las dosacusaciones fueron rechazadas con desdén por la canciller alemana,Angela Merkel, que las calificó de “absurdas y fuera delugar”.

A cinco semanas del referéndum, Erdogan eligió jugar a fondola carta de la victimización para explotar los sentimientosnacionalistas del electorado turco, que se siente menospreciado yexcluido por Europa.

La sangre fría de la canciller alemana, que tuvo una prolongadaconversación telefónica con el primer ministro turco, BinaliYildirim, logró calmar las tensiones por un momento, pero 48 horasdespués las brasas volvieron a inflamarse cuando los bomberos deHamburgo anularon un acto electoral que debía presidir elcanciller turco, Mevlüt Cavusoglu. “La sala no respeta lasnormas de seguridad contra incendios”, explicaron.

Desde el balcón del consulado en Hamburgo, Cavusoglu pudodirigirse finalmente a la multitud para decir que “Alemania nodebería intervenir en nuestras elecciones”.

Austria, Suecia y Suiza también anularon en los últimos díaslos actos previstos por la diáspora turca, argumentando los“riesgos de alteración del orden público”.

El incidente más grave, sin embargo, se produjo en Holanda,donde el Gobierno impidió que el avión del canciller Cavusogluaterrizara en el aeropuerto Schipol y luego acompañó a lafrontera a la ministra de la Familia, Fatma Betül Sayan Kaya, quehabía ingresado clandestinamente al país por la autopistaDüsseldorf-Rotterdam.

Erdogan volvió a utilizar su artillería pesada al acusar a losholandeses de “fascistas” influenciados por los “vestigiosdel nazismo”.

“Son declaraciones desatinadas e inapropiadas”, lerespondió el primer ministro Mark Rutte, visiblemente disgustadopor esa perturbación de la campaña para las eleccioneslegislativas del miércoles próximo, que estuvo dominada por losdebates sobre la creciente influencia del Islam en el país. Ellíder de extrema derecha xenófoba, Geert Wilders, principalpromotor de las ideas anti-islámicas, es uno de los dos favoritosa ganar la elección del 15 de marzo.

“Pueden anular el vuelo de mi ministro de RelacionesExteriores, pero ahora van a ver cómo recibiremos vuestros avionesen Turquía”, amenazó Erdogan, decidido a explotar ese nuevoregalo del cielo.

Además, en represalia, “por razones de seguridad” lapolicía turca bloqueó la embajada holandesa en Ankara, elconsulado en Estambul y las residencias oficiales en ambasciudades.

Francia, en cambio, comprendió la maniobra turca y evitó caeren la trampa: aceptó que Cavusoglu realizara el acto previsto enMetz, a pesar de que los independentistas kurdos del PKKorganizaron una contra manifestación para denunciar eltotalitarismo y la represión lanzada por el presidente desde elfracasado putsch del 15 de julio último.

Para Erdogan, este referéndum es una cuestión de vida omuerte. Pero esa ambición entraña numerosos riesgos. En el poderdesde 2003–como primer ministro y luego como presidente–,sueñacon ser más poderoso que Mustafá Kamal Ataturk, el padre de laTurquía moderna, para convertirse en un sultán del siglo XXI. Lanueva Constitución “representa un verdadero peligro para lademocracia” advierte el politólogo Ali Bayramoglu. Por lopronto, lo autoriza a postular a otros dos mandatos, lo queequivale a permanecer en el poder hasta 2029.

Por otra parte, poco a poco Erdogan abandonó los principioslaicos de Ataturk y promovió una acelerada islamización del paíscon la esperanza de convertirse—como corresponde a un sultán—en el guía espiritual de la comunidad sunita del mundo árabe.

Esos delirios de grandeza —que parecían haber desaparecidodel ADN turco desde la caída del imperio otomano, hace un siglo—permiten comprender los riesgos insensatos que asume el nuevosultán en su desesperada carrera hacia un poder que él imaginasin límites.

PARÍS, Francia. (OEM-Informex).- El presidente turco RecepTayyip Erdogan logró la proeza de enemistarse con dos paíseseuropeos en tres días y todo eso solo por razones de políticainterna: el aspirante a sultán está resuelto a emplear todos losmedios necesarios—cuanto más escandalosos mejor—para ganar elreferéndum del 16 de abril que lo autorizará a reformar laConstitución, a fin de reforzar los poderes presidenciales.

Esa desesperada carrera al poder explica la triple crisisdiplomática sin precedentes que puso a Europa al rojo vivo en losúltimos días.

Para asegurar el triunfo, algunos ministros de Erdogancomenzaron a recorrer Europa para movilizar a los cinco millones deturcos que viven en el exterior. “Si la participación enTurquía es débil, los 300 mil a 400 mil electores de la diásporapueden aportarle uno por ciento de votos, lo que puede serdecisivo”, según el politólogo Ahmed Insel. Las trescomunidades turcas más importantes residen en Alemania (tresmillones), Francia (650 mil) y Holanda (400 mil).

El primer incidente estalló cuando Erdogan acusó a Alemania deutilizar “prácticas nazis” por haber prohibido varios actospúblicos que obligaron al Ministro de Justicia turco a suspenderla gira prevista. “Yo creía que el nazismo había terminado enAlemania, pero lamentablemente continúa (…) Nos dan lecciones dedemocracia, pero impiden a nuestros ministros hablarle a nuestroscompatriotas”, clamó en un discurso incendiario. Las dosacusaciones fueron rechazadas con desdén por la canciller alemana,Angela Merkel, que las calificó de “absurdas y fuera delugar”.

A cinco semanas del referéndum, Erdogan eligió jugar a fondola carta de la victimización para explotar los sentimientosnacionalistas del electorado turco, que se siente menospreciado yexcluido por Europa.

La sangre fría de la canciller alemana, que tuvo una prolongadaconversación telefónica con el primer ministro turco, BinaliYildirim, logró calmar las tensiones por un momento, pero 48 horasdespués las brasas volvieron a inflamarse cuando los bomberos deHamburgo anularon un acto electoral que debía presidir elcanciller turco, Mevlüt Cavusoglu. “La sala no respeta lasnormas de seguridad contra incendios”, explicaron.

Desde el balcón del consulado en Hamburgo, Cavusoglu pudodirigirse finalmente a la multitud para decir que “Alemania nodebería intervenir en nuestras elecciones”.

Austria, Suecia y Suiza también anularon en los últimos díaslos actos previstos por la diáspora turca, argumentando los“riesgos de alteración del orden público”.

El incidente más grave, sin embargo, se produjo en Holanda,donde el Gobierno impidió que el avión del canciller Cavusogluaterrizara en el aeropuerto Schipol y luego acompañó a lafrontera a la ministra de la Familia, Fatma Betül Sayan Kaya, quehabía ingresado clandestinamente al país por la autopistaDüsseldorf-Rotterdam.

Erdogan volvió a utilizar su artillería pesada al acusar a losholandeses de “fascistas” influenciados por los “vestigiosdel nazismo”.

“Son declaraciones desatinadas e inapropiadas”, lerespondió el primer ministro Mark Rutte, visiblemente disgustadopor esa perturbación de la campaña para las eleccioneslegislativas del miércoles próximo, que estuvo dominada por losdebates sobre la creciente influencia del Islam en el país. Ellíder de extrema derecha xenófoba, Geert Wilders, principalpromotor de las ideas anti-islámicas, es uno de los dos favoritosa ganar la elección del 15 de marzo.

“Pueden anular el vuelo de mi ministro de RelacionesExteriores, pero ahora van a ver cómo recibiremos vuestros avionesen Turquía”, amenazó Erdogan, decidido a explotar ese nuevoregalo del cielo.

Además, en represalia, “por razones de seguridad” lapolicía turca bloqueó la embajada holandesa en Ankara, elconsulado en Estambul y las residencias oficiales en ambasciudades.

Francia, en cambio, comprendió la maniobra turca y evitó caeren la trampa: aceptó que Cavusoglu realizara el acto previsto enMetz, a pesar de que los independentistas kurdos del PKKorganizaron una contra manifestación para denunciar eltotalitarismo y la represión lanzada por el presidente desde elfracasado putsch del 15 de julio último.

Para Erdogan, este referéndum es una cuestión de vida omuerte. Pero esa ambición entraña numerosos riesgos. En el poderdesde 2003–como primer ministro y luego como presidente–,sueñacon ser más poderoso que Mustafá Kamal Ataturk, el padre de laTurquía moderna, para convertirse en un sultán del siglo XXI. Lanueva Constitución “representa un verdadero peligro para lademocracia” advierte el politólogo Ali Bayramoglu. Por lopronto, lo autoriza a postular a otros dos mandatos, lo queequivale a permanecer en el poder hasta 2029.

Por otra parte, poco a poco Erdogan abandonó los principioslaicos de Ataturk y promovió una acelerada islamización del paíscon la esperanza de convertirse—como corresponde a un sultán—en el guía espiritual de la comunidad sunita del mundo árabe.

Esos delirios de grandeza —que parecían haber desaparecidodel ADN turco desde la caída del imperio otomano, hace un siglo—permiten comprender los riesgos insensatos que asume el nuevosultán en su desesperada carrera hacia un poder que él imaginasin límites.

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