/ sábado 5 de enero de 2019

Canal de la Mancha, epicentro migratorio

El drama se concentra ahora en las gélidas aguas entre Francia y GB

PARIS, Francia – La atención mundial aún permanece concentrada en el Mediterráneo, donde el año pasado murieron 2.262 inmigrantes mientras trataban de llegar a las costas de Europa. Pero, el nuevo drama humano de la inmigración se desplazó en los últimos meses a las aguas gélidas y turbulentas del canal de la Mancha.

En 2018, 113.482 personas lograron poner el pie en algún país europeo del Mediterráneo, según las cifras divulgadas ayer por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Otras 2.262 perdieron la vida en el intento, una cifra que pese a todo constituye un descenso de 28% con respecto a 2017. Ese nivel marca sobre todo una drástica disminución con respecto a la gran ola migratoria de 2015, cuando más de un millón de migrantes alcanzaron las costas europeas.

Después de tres años de esfuerzos, la crisis migratoria del Mediterráneo parece a punto de estabilizarse. Ahora el drama se concentra en el Canal de la Mancha, una zona infinitamente más peligrosa debido a las bajas temperaturas de sus aguas, las frecuentes tormentas que sacuden la región —con vientos de 100 a 120 km por hora—, las fuertes corrientes y el intenso tráfico marítimo que circula por esa franja de agua de 35 km de ancho que separa las costas de Francia y Gran Bretaña. Se calcula que por el Canal de la Mancha transita 35 por ciento del comercio marítimo mundial a un ritmo de 250 barcos por día.

Esos enormes cargueros de 100.000 a 150.000 toneladas, que miden entre 300 y 400 metros de eslora, no pueden divisar en plena noche esos botes neumáticos de apenas 3 a 4 metros que se desplazan sin luces para no llamar la atención de los guardacostas. “Cuando los ven, no pueden detener su marcha sin modificar su dirección por el riesgo de provocar una catástrofe en ese corredor marítimo de doble circulación. Si no los divisan y los arrollan, tampoco se enteran de lo ocurrido”, comentó con desazón Philippe Charmolet, del servicio francés de patrullaje marítimo.

Este nuevo fenómeno se generalizó a medida que los esfuerzos de las autoridades de Francia y Gran Bretaña permitieron contener los intentos de los refugiados de pasar a través del túnel bajo el canal de la Mancha, utilizando los camiones de mercancías.

"Estamos ante un problema de amplitud sin precedentes: en los últimos dos meses, más de 200 migrantes llegaron a las costas de Kent a bordo de pequeñas embarcaciones”, denunció el diputado Charlie Elphicke. Los servicios de guardacostas, por su parte, reconocieron que desde el 23 de diciembre las autoridades francesas o británicas habían socorrido a casi un centenar de personas en alta mar.

El domingo último, los guardacostas británicos rescataron in extremis un bote neumático con 11 personas a bordo, 5 de los cuales se encontraban en estado de hipotermia. La intervención fue posible gracias a la advertencia lanzada por varios buques que detectaron por la noche una embarcación al garete en medio del canal. “Fue un verdadero milagro”, reconoció el responsable de la estación de salvamento marítimo de Littlestone, Matt Crittenden.

Apenas terminada esa operación de rescate, esa misma mañana seis iraníes llegaron a una playa de Dover y un cuarto de hora más tarde la policía de fronteras francesa interceptó a otros seis iraníes a pocas millas de Calais. Solo en la noche de Navidad, 40 personas intentaron atravesar el canal y dos días antes habían sido socorridos otros 16 migrantes.

“Gran parte de ese tráfico es organizado por mafias especializadas”, denunció Caroline Nokes, secretaria de Estado británica de Inmigración.

Desde abril, los servicios británicos detuvieron 43 grupos de traficantes de seres humanos. Dos de ellos, juzgados en noviembre, fueron condenados a ocho años de prisión por tráfico de clandestinos.

Hasta ahora, los intentos se travesía se realizaban por lo general en botes neumáticos con motor. Pero en las últimas semanas comenzó un nuevo fenómeno: el uso de pequeñas embarcaciones de pesca robadas en los puertos de Boulogne-sur-Mer, Calais y Dunquerque.

Ese fenómeno creó una ola de imitaciones de peligrosas consecuencias, pues —ante la proliferación de robos— los pescadores organizaron patrullas armadas para impedir que se reproduzcan ese tipo de acciones.

Los intentos desesperados de migrantes son una consecuencia de la situación ambigua que viven en Francia a la espera de obtener un permiso de residencia en Francia o una visa para ingresar en Gran Bretaña. “Hace 9 meses que vivo en una tienda en Calais, en medio del frío y la lluvia, sin trabajo y sin posibilidad de desarrollar ninguna actividad. Es una situación extenuante”, confiesa Abdul Sadiq, un refugiado afgano de 26 años.

Su drama autoriza a pensar que esta nueva ola migratoria seguirá probablemente durante meses y tal vez años.

PARIS, Francia – La atención mundial aún permanece concentrada en el Mediterráneo, donde el año pasado murieron 2.262 inmigrantes mientras trataban de llegar a las costas de Europa. Pero, el nuevo drama humano de la inmigración se desplazó en los últimos meses a las aguas gélidas y turbulentas del canal de la Mancha.

En 2018, 113.482 personas lograron poner el pie en algún país europeo del Mediterráneo, según las cifras divulgadas ayer por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Otras 2.262 perdieron la vida en el intento, una cifra que pese a todo constituye un descenso de 28% con respecto a 2017. Ese nivel marca sobre todo una drástica disminución con respecto a la gran ola migratoria de 2015, cuando más de un millón de migrantes alcanzaron las costas europeas.

Después de tres años de esfuerzos, la crisis migratoria del Mediterráneo parece a punto de estabilizarse. Ahora el drama se concentra en el Canal de la Mancha, una zona infinitamente más peligrosa debido a las bajas temperaturas de sus aguas, las frecuentes tormentas que sacuden la región —con vientos de 100 a 120 km por hora—, las fuertes corrientes y el intenso tráfico marítimo que circula por esa franja de agua de 35 km de ancho que separa las costas de Francia y Gran Bretaña. Se calcula que por el Canal de la Mancha transita 35 por ciento del comercio marítimo mundial a un ritmo de 250 barcos por día.

Esos enormes cargueros de 100.000 a 150.000 toneladas, que miden entre 300 y 400 metros de eslora, no pueden divisar en plena noche esos botes neumáticos de apenas 3 a 4 metros que se desplazan sin luces para no llamar la atención de los guardacostas. “Cuando los ven, no pueden detener su marcha sin modificar su dirección por el riesgo de provocar una catástrofe en ese corredor marítimo de doble circulación. Si no los divisan y los arrollan, tampoco se enteran de lo ocurrido”, comentó con desazón Philippe Charmolet, del servicio francés de patrullaje marítimo.

Este nuevo fenómeno se generalizó a medida que los esfuerzos de las autoridades de Francia y Gran Bretaña permitieron contener los intentos de los refugiados de pasar a través del túnel bajo el canal de la Mancha, utilizando los camiones de mercancías.

"Estamos ante un problema de amplitud sin precedentes: en los últimos dos meses, más de 200 migrantes llegaron a las costas de Kent a bordo de pequeñas embarcaciones”, denunció el diputado Charlie Elphicke. Los servicios de guardacostas, por su parte, reconocieron que desde el 23 de diciembre las autoridades francesas o británicas habían socorrido a casi un centenar de personas en alta mar.

El domingo último, los guardacostas británicos rescataron in extremis un bote neumático con 11 personas a bordo, 5 de los cuales se encontraban en estado de hipotermia. La intervención fue posible gracias a la advertencia lanzada por varios buques que detectaron por la noche una embarcación al garete en medio del canal. “Fue un verdadero milagro”, reconoció el responsable de la estación de salvamento marítimo de Littlestone, Matt Crittenden.

Apenas terminada esa operación de rescate, esa misma mañana seis iraníes llegaron a una playa de Dover y un cuarto de hora más tarde la policía de fronteras francesa interceptó a otros seis iraníes a pocas millas de Calais. Solo en la noche de Navidad, 40 personas intentaron atravesar el canal y dos días antes habían sido socorridos otros 16 migrantes.

“Gran parte de ese tráfico es organizado por mafias especializadas”, denunció Caroline Nokes, secretaria de Estado británica de Inmigración.

Desde abril, los servicios británicos detuvieron 43 grupos de traficantes de seres humanos. Dos de ellos, juzgados en noviembre, fueron condenados a ocho años de prisión por tráfico de clandestinos.

Hasta ahora, los intentos se travesía se realizaban por lo general en botes neumáticos con motor. Pero en las últimas semanas comenzó un nuevo fenómeno: el uso de pequeñas embarcaciones de pesca robadas en los puertos de Boulogne-sur-Mer, Calais y Dunquerque.

Ese fenómeno creó una ola de imitaciones de peligrosas consecuencias, pues —ante la proliferación de robos— los pescadores organizaron patrullas armadas para impedir que se reproduzcan ese tipo de acciones.

Los intentos desesperados de migrantes son una consecuencia de la situación ambigua que viven en Francia a la espera de obtener un permiso de residencia en Francia o una visa para ingresar en Gran Bretaña. “Hace 9 meses que vivo en una tienda en Calais, en medio del frío y la lluvia, sin trabajo y sin posibilidad de desarrollar ninguna actividad. Es una situación extenuante”, confiesa Abdul Sadiq, un refugiado afgano de 26 años.

Su drama autoriza a pensar que esta nueva ola migratoria seguirá probablemente durante meses y tal vez años.

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