/ viernes 4 de marzo de 2022

Mantener su esencia, el reto de menonitas que residen en México

La comunidad menonita busca preservar sus costumbres y tradiciones y las defiende sobre todo en el ámbito productivo, de trabajo, empresas, así como en la gastronomía

Del apego a las costumbres conservadoras con las que llegaron provenientes de Canadá en 1922 a los menonitas del Siglo XXI, más de un cambio se ha materializado en esta comunidad que evoluciona a su propio ritmo.

Así lo constataron los actuales jefes de la colonia menonita Manitoba en Cuauhtémoc, Guillermo Fehr Lowen, Jacobo Dick Penner y Bernanrd Friessen Newfelt, quienes coinciden en las diferentes fases que han vivido las familias durante diez décadas.

No sólo de su aspecto, sino en gran medida en su propia religión. De los preceptos que profesaban los viejos colonos en el marco del Anabaptismo se ha transitado a la denominación Evangélica Protestante, que no condena aspectos tan cotidianos como que los varones utilizaran tractores agrícolas con neumáticos en lugar de carretas jaladas por animales.

Por ello, en el gran éxodo menonita hacia México no era curioso ver cómo las familias viajaban con tractores con neumáticos de metal, precisamente basados en este tipo de creencias.

En ese sentido su religiosidad influía directamente en su entorno familiar y social, como la base más importante de todo su entorno: la familia y la comunidad. Hoy en día ya no es tan riguroso, sobre todo con los integrantes más jóvenes a quienes no se les obliga a adoptar alguna fe en lo particular.

Parte de ese proceso de cambio se vio muy influenciado por los diferentes efectos que tuvo en los menonitas la cultura mestiza de la época hasta la actualidad.

Por ejemplo, su vestimenta típica o indumentaria –los hombres con overoles de mezclilla y camisas a cuadros y las mujeres con vestidos largos, elaborados por ellas mismas, y pañoletas en la cabeza—, es cada vez más común ver a familias enteras utilizando ropa convencional.

Tal ha sido la influencia de la cultura mexicana que logró penetrar aún sus hábitos más conservadores como son la abstención en el consumo de drogas y bebidas alcohólicas, por lo cual la comunidad menonita en Cuauhtémoc cuenta con centros de internamiento para tratar problemas de adicción desde los años 90.

Sin embargo la preservación de costumbres y tradiciones se defienden más en el ámbito productivo, de su trabajo y empresas, así como en el culinario. Su gastronomía y hábitos alimenticios se defienden por encima de las constantes influencias comerciales y tendencias nutricionales.

Persiste en cambio la costumbre entre las diferentes familias menonitas de envasar alimentos como frutas y verduras. De hecho, han desarrollado una gran afición por la preparación de alimentos como comida rápida y repostería, aspectos que precisamente han detonado su actividad comercial y penetrado en el mercado local.

La veneración a la tierra y lo que de ésta se obtenga, sigue siendo un eje de vida, de ahí que si bien se transforman e incursionan en otras ramas, la siembra de cultivos no sólo se mantiene sino que se impulsa y ha sido un factor para estrechar su convivencia en la localidad.

A ello se atribuye que ha cobrado especial relevancia en los últimos años, el Kürbisfest o Festival de las Calabazas que ya forma parte de los festejos que la comunidad menonita celebra año con año.

Para Abraham Siemens, uno de los organizadores de ese festival, esta peculiar competencia ha cobrado auge tanto en los asistentes como en los productores de calabazas, los cuales se esmeran para lograr cosechar la más grande y cuando se alcanzó la de 800 kilos, se ingresó al Libro de Récords Guinness.

Explica que tales dimensiones se obtienen de la utilización de semillas especiales provenientes de Estados Unidos y Canadá, aunque influye en gran manera el cuidado, agua y clima en el que se siembren estas cucurbitáceas.

En la óptica de los actuales líderes de la comunidad menonita no hay resistencia al cambio pero sí es fundamental mantener su esencia y parte de ello, es mantener su lengua, el alemán bajo (plódich).

Desde su arribo a los lares chihuahuenses y otros más a Durango, ha habido más éxodos. De México muchos migraron a Belice, Bolivia, Paraguay y Brasil; otros llegaron a Sudamérica, directamente de Alemania.

Sobre aquellos que no se quedaron en Chihuahua, la opinión generalizada de la comunidad menonita es que fueron migrando los grupos más radicales que no estaban tan dispuestos a la adaptación y otro tanto que no aceptó sortear recurrentes sequías, como ocurre cíclicamente en el estado grande.

Para los poco más de 20 mil menonitas que no se desplazaron ésta es su tierra y la violencia como la inseguridad no han sido motivo de migrar, por el contrario han tratado de defender su permanencia con trabajo, vinculándose con la sociedad mexicana y manteniendo uno de sus baluartes, ser pacifistas.


Del apego a las costumbres conservadoras con las que llegaron provenientes de Canadá en 1922 a los menonitas del Siglo XXI, más de un cambio se ha materializado en esta comunidad que evoluciona a su propio ritmo.

Así lo constataron los actuales jefes de la colonia menonita Manitoba en Cuauhtémoc, Guillermo Fehr Lowen, Jacobo Dick Penner y Bernanrd Friessen Newfelt, quienes coinciden en las diferentes fases que han vivido las familias durante diez décadas.

No sólo de su aspecto, sino en gran medida en su propia religión. De los preceptos que profesaban los viejos colonos en el marco del Anabaptismo se ha transitado a la denominación Evangélica Protestante, que no condena aspectos tan cotidianos como que los varones utilizaran tractores agrícolas con neumáticos en lugar de carretas jaladas por animales.

Por ello, en el gran éxodo menonita hacia México no era curioso ver cómo las familias viajaban con tractores con neumáticos de metal, precisamente basados en este tipo de creencias.

En ese sentido su religiosidad influía directamente en su entorno familiar y social, como la base más importante de todo su entorno: la familia y la comunidad. Hoy en día ya no es tan riguroso, sobre todo con los integrantes más jóvenes a quienes no se les obliga a adoptar alguna fe en lo particular.

Parte de ese proceso de cambio se vio muy influenciado por los diferentes efectos que tuvo en los menonitas la cultura mestiza de la época hasta la actualidad.

Por ejemplo, su vestimenta típica o indumentaria –los hombres con overoles de mezclilla y camisas a cuadros y las mujeres con vestidos largos, elaborados por ellas mismas, y pañoletas en la cabeza—, es cada vez más común ver a familias enteras utilizando ropa convencional.

Tal ha sido la influencia de la cultura mexicana que logró penetrar aún sus hábitos más conservadores como son la abstención en el consumo de drogas y bebidas alcohólicas, por lo cual la comunidad menonita en Cuauhtémoc cuenta con centros de internamiento para tratar problemas de adicción desde los años 90.

Sin embargo la preservación de costumbres y tradiciones se defienden más en el ámbito productivo, de su trabajo y empresas, así como en el culinario. Su gastronomía y hábitos alimenticios se defienden por encima de las constantes influencias comerciales y tendencias nutricionales.

Persiste en cambio la costumbre entre las diferentes familias menonitas de envasar alimentos como frutas y verduras. De hecho, han desarrollado una gran afición por la preparación de alimentos como comida rápida y repostería, aspectos que precisamente han detonado su actividad comercial y penetrado en el mercado local.

La veneración a la tierra y lo que de ésta se obtenga, sigue siendo un eje de vida, de ahí que si bien se transforman e incursionan en otras ramas, la siembra de cultivos no sólo se mantiene sino que se impulsa y ha sido un factor para estrechar su convivencia en la localidad.

A ello se atribuye que ha cobrado especial relevancia en los últimos años, el Kürbisfest o Festival de las Calabazas que ya forma parte de los festejos que la comunidad menonita celebra año con año.

Para Abraham Siemens, uno de los organizadores de ese festival, esta peculiar competencia ha cobrado auge tanto en los asistentes como en los productores de calabazas, los cuales se esmeran para lograr cosechar la más grande y cuando se alcanzó la de 800 kilos, se ingresó al Libro de Récords Guinness.

Explica que tales dimensiones se obtienen de la utilización de semillas especiales provenientes de Estados Unidos y Canadá, aunque influye en gran manera el cuidado, agua y clima en el que se siembren estas cucurbitáceas.

En la óptica de los actuales líderes de la comunidad menonita no hay resistencia al cambio pero sí es fundamental mantener su esencia y parte de ello, es mantener su lengua, el alemán bajo (plódich).

Desde su arribo a los lares chihuahuenses y otros más a Durango, ha habido más éxodos. De México muchos migraron a Belice, Bolivia, Paraguay y Brasil; otros llegaron a Sudamérica, directamente de Alemania.

Sobre aquellos que no se quedaron en Chihuahua, la opinión generalizada de la comunidad menonita es que fueron migrando los grupos más radicales que no estaban tan dispuestos a la adaptación y otro tanto que no aceptó sortear recurrentes sequías, como ocurre cíclicamente en el estado grande.

Para los poco más de 20 mil menonitas que no se desplazaron ésta es su tierra y la violencia como la inseguridad no han sido motivo de migrar, por el contrario han tratado de defender su permanencia con trabajo, vinculándose con la sociedad mexicana y manteniendo uno de sus baluartes, ser pacifistas.


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