Durante más de 30 años, la dramaturga Dolores Montoya Galguera conocida como "Lola Montoya" llenó teatros con sus icónicas obras Bienvenido, conde Drácula y Don Juan Tenorio chiapaneco, logrando que cada función fuera un éxito rotundo. La demanda era tal que muchos espectadores se quedaban sin boletos, consolidando a Montoya como una figura insustituible en la escena cultural de Chiapas, así lo comentó el cronista chiapaneco Jorge Alejandro Sánchez Flores.
Dolores Montoya nació el 28 de abril de 1943 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. “De niña comentan que jugaba al tenta y a la matatena, pero lo que realmente la marcó fue el Teatro Tallita en el parque 5 de Mayo. Ver aquellas presentaciones despertó en ella el sueño de subirse a un escenario”, señala el cronista. Su pasión por los escenarios comenzó en 1966, cuando debutó como actriz en la obra La danza que sueña la tortuga del dramaturgo Emilio Carballido, bajo la dirección de Gustavo Acuña.
Su carrera tuvo un rápido ascenso y, en 1968, obtuvo el Premio de Revelación Juvenil con su actuación en La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Este reconocimiento le permitió acceder a una beca en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Montoya también cursó estudios en la Academia Oaxaqueña y en la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca, donde siguió desarrollando su carrera actoral.
“La maestra tenía la capacidad de conectar con todo tipo de público; su teatro infantil era igual de exitoso que sus puestas en escena para adultos”, asegura Sánchez Flores.
A su regreso a Chiapas, se integró al grupo teatral del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), donde participó en obras como Los invasores, El sueño de una noche de verano, y El espíritu burlón, consolidando su nombre en la dramaturgia local.
Montoya debutó como dramaturga con la obra Los valientes defensores de la naturaleza, escrita en Oaxaca. En 1985 fundó un grupo de teatro infantil en el centro deportivo del ISSTECH y estrenó La Caperucita Feroz, lo que marcó el inicio de su prolífica carrera como directora. A lo largo de los años, realizó numerosos montajes, incluidos recitales, comedias y pastorelas, muchas de ellas de su propia autoría.
El 26 de agosto de 1987 estrenó Bienvenido, conde Drácula, una obra que rápidamente se convirtió en un clásico en Chiapas, consolidando su lugar como una de las dramaturgas más queridas del estado. “Esa obra fue un parteaguas para su carrera. Desde ese momento, se dedicó de lleno a la dramaturgia, producción y dirección escénica”, explica el cronista. “Dolores se ganó el cariño del público porque su trabajo era auténtico.”
Antes de la pandemia en marzo de 2020, Montoya y su grupo de actores del Centro Cultural Calmecac ya habían anunciado el regreso de Bienvenido, conde Drácula. Sin embargo, debido a la emergencia sanitaria, las funciones tuvieron que posponerse indefinidamente.
El 2 de abril de 2022, Chiapas perdió a una de sus más grandes exponentes teatrales con el fallecimiento de Dolores Montoya Galguera. Su legado, sin embargo, permanece vivo en la memoria de quienes asistieron a sus funciones, aprendieron de su trabajo y encontraron en su obra una fuente de inspiración.
“Dolores no solo hizo teatro, hizo historia. Su legado es una inspiración para las nuevas generaciones y un recordatorio de que el arte tiene el poder de transformar vidas”, concluye el cronista. Dolores Montoya dejó una huella imborrable en el teatro chiapaneco, no solo por su talento, sino también por su capacidad de conectar con el público.
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