Francisco Velázquez de la Cruz, originario de la capital chiapaneca, ha dedicado su vida a la música tradicional zoque, incluso realizando instrumentos, elementos clave de la herencia cultural zoque. Con 61 años de edad, Velázquez no solo domina estos instrumentos, sino que también busca mantener viva la esencia de los conocimientos transmitidos por sus maestros, quienes marcaron su formación desde los 16 años.
En su trayectoria, Velázquez tuvo la fortuna de aprender de figuras como el maestro Ramón Domínguez, reconocido pitero de mayordomía. Destacó que la música tradicional debe tratarse con total seriedad, como en las épocas anteriores.
“La música no es un juego, quiere seriedad. Yo no puedo permitir que, porque se le antojó a alguien, haga esto o aquello. No, yo no lo hago, aunque otras personas lo hagan. Yo respeto mucho lo que aprendí, porque los viejos así me enseñaron. Son cosas serias. A los jóvenes no se les puede quitar ni aumentar, porque ya los hicieron ellos. No es mi música; yo nada más la interpreto”, dijo Francisco.
Uno de los grandes retos que enfrenta el músico es la evolución de la música tradicional hacia versiones más ligeras y rápidas, influenciadas por el gusto contemporáneo y la modernidad. Velázquez lamenta que las nuevas generaciones hayan adaptado los ritmos y técnicas, perdiendo en ocasiones la riqueza de los toques originales.
"Por divulgar más la cultura, la música, se le ha dado entrada a mucha gente, pero a veces han hecho muchos cambios. También el golpe del tambor ha cambiado, y yo le atribuyo eso a que la mayor parte escucha música de parachicos (...) Para las diferentes danzas son especiales los toques. Entonces, como que han ido mezclando una con otra. Este es el conflicto que hemos tenido", dijo Velázquez de la Cruz.
Francisco explica con detalle la evolución de los instrumentos que utiliza. Desde las flautas de carrizo, que originalmente tenían dos agujeros, hasta las de seis, más fáciles de ejecutar, el músico comparte cómo ha aprendido a adaptarse sin perder la esencia. Además, sigue fabricando sus propios instrumentos con técnicas tradicionales, como el uso de carrizos seleccionados en el monte y piel de venado para los tambores.
“Aquí seguimos buscando los mejores materiales, respetando las técnicas de antes. Los tambores que hago todavía llevan aros cortados a mano y piel curtida como lo hacían los viejitos”, dice, mientras señala los instrumentos colgados en su taller.
Francisco continúa enseñando a las nuevas generaciones. Para él, la disciplina es clave para preservar la música tradicional, ya que se debe tocar como se hacía en el pasado, cuidando las tonadas y los ritmos, sin permitir dejarse llevar por otros sonidos.
“Aquí no tocan conmigo si no respetan el ritmo y el estilo tradicional. Ensayamos y corregimos hasta que lo logran, porque quiero que esto perdure”.
Sin embargo, lamenta que muchos jóvenes prefieran guiarse por libros o grabaciones en lugar de acercarse a los maestros para aprender de primera mano. El entrevistado destacó que, en muchas ocasiones, los autores de libros no logran interpretar de manera correcta la herencia cultural que dejaron los ancestros.
“La mayor parte estudia solo lo escrito, pero hay cosas que no están en los libros. La memoria de los viejos es invaluable, y yo todavía puedo contarles cómo fue”, asegura.
Para Francisco Velázquez, la música tradicional no solo es un arte, sino un compromiso con la identidad de la cultura zoque. Destacó que la música es un símbolo importante y responsabilidad de la población preservarla tal como fue enseñada por los antepasados. Además, mencionó que él deja un legado en los jóvenes que han aprendido de él, y espera que las nuevas generaciones sigan preservando la música tradicional.
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