- 20 pasos informales existen desde Suchiate hasta Frontera Comalapa, aprovechados por traficantes de personas
- Este afluente se convierte en una “coladera” de humanos contagiados y con síntomas del Covid 19
Sólo dos militares custodian la ribera del río Suchiate, caudaloso por las lluvias recientes y sus aguas color café, removidas por el constante tránsito de balsas que circulan de una franja de tierra a otra.
El trasiego de mercancías de México a Guatemala no para. Todo va en un único sentido: hacia Centroamérica.
En plena fase 3 de la pandemia por el Covid 19, no hay autoridad alguna que regule el cruce de balseros y personas. De brigadistas de salud ni se habla, no asoman las narices ni por curiosidad a este cruce fronterizo, único en el mundo por su porosidad.
El peligro a contagios es latente. A los trabajadores de estas balsas, que han resentido un duro golpe a sus bolsillos, no les preocupa nada más que indagar a los desconocidos que se aproximan como cámaras fotográficas. Interrogan a los susodichos como si se tratara de un territorio hostil y vigilado por estos caciques del río.
Pero no hay cubrebocas, ni gel antibacterial ni sana distancia. Sólo la imperiosa necesidad de subir cuanto antes a 10 personas por 10 quetzales cada una a sus improvisadas naves que flotan por el Suchiate. Apenas son algunos pobladores los que sienten miedo y se cubren los labios y la nariz.
“Quién lo manda, porque sólo se dedican a jodernos y nosotros no molestamos a nadie (…) aquí no se puede tomar fotografías y se lo digo con todo respeto”, advierte uno de los balseros con acento guatemalteco.
Mientras que otro, aledaño a él, amenaza con destrozar la cámara fotográfica si se insiste en retratar el cuadro repleto de gente, mercancías y hombres cargando sin ningún tipo de sanitización.
El gobierno de Alejandro Giammattei quiere frenar todo intento de intercambio comercial en este río histórico para evitar que más casos de coronavirus se registren en su país. Primero consiguió que México cerrara el puente internacional Rodolfo Robles, después decretó un “toque de queda” que poco funcionó.
Esos mismos dos militares que portan un brazalete con la inscripción “Plan DN III”, son centinelas que atestiguan el desasosiego del caudaloso Suchiate. Más a lo lejos, otros dos de sus compañeros hablan por teléfono y caminan para desgastar las suelas y la ansiedad ante la inactividad que los aturde.
Pero el río Suchiate tiene una condición bipolar. Parece que no pasa nada pero pasa todo.
Siguen pasando migrantes
El Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova A.C. refiere que hay signos claros que migrantes siguen atravesando por este río y escalando por México, en oportunidad que las autoridades mexicanas han disminuido la vigilancia y los filtros para detectar a personas irregulares en el país.
La estampida de soldados de la Guardia Nacional que en enero formaban un muro humano en este río se ha disipado. Ahora no hay más que unos cuantos policías migratorios a la espera de cazar algo.
Pero los extranjeros conocen bien el mapa y el modus operandi de esta franja fronteriza.
“Se ha documentado recientemente con otros grupos de activistas la llegada de migrantes a albergues de Veracruz, Tabasco, incluso de la Ciudad de México, por eso la preocupación de la vulnerabilidad de este grupo durante su tránsito por México en plena pandemia”, refiere el “Frayma”.
Ahora más que nunca, la invisibilidad de los migrantes es notoria y una condición que los ayuda a caminar por México, cruzando por la frontera Tecún Umán – Ciudad Hidalgo.
Para el activista Luis García Villagrán, actualmente existen de 15 a 20 pasos informales, de los cuales tres están en el río Suchiate y perfectamente identificados por las autoridades mexicanas y guatemaltecas
“Son pasos peligrosos para la comunidad migrante porque ahora los traficantes de humanos están aprovechando que no hay vigilancia por la pandemia. Desde Suchiate hasta frontera Comalapa se extienden unos 20 caminos de extravío que son utilizados para cruzar a México”, señala.
La pandemia ha abierto muchas posibilidades. Primero la operación sin control de los balseros que se adueñan de un río que le pertenece a dos naciones. Después la trampa para que migrantes busquen, por fin, penetrar a un país adormilado en los filtros de seguridad y sanitarios. Y tres: la latente peligrosidad que muchos caigan en las redes del tráfico de personas.
ER