Cada año en Chiapas, cerca de 150 mil bromelias son recolectadas para prácticas ceremoniales, en una tradición que involucra tanto a grupos indígenas y mestizos como a iglesias locales e internacionales. Este fenómeno cultural, que incluye especies de bromelias, palmas, orquídeas y cícadas, tiene una importancia histórica y religiosa en festividades como la del "Niño Florero," que mezcla rituales indígenas y católicos en una celebración profundamente arraigada en la región.
La tradición del Niño Florero gira en torno a la recolección de la "flor del niño" o Tillandsia guatemalensis, conocida localmente como niluyarilo o pata de gallo. Este evento marca el inicio de las festividades navideñas, cuando los floreros, o personas encargadas de recolectar estas bromelias, las llevan al templo de Santo Domingo de Guzmán para formar el nacimiento del Niño Jesús. Sin embargo, la recolección masiva de esta especie milenaria en los bosques de Los Altos de Chiapas está poniendo en riesgo el ecosistema de la región.
El biólogo Héctor Gómez Domínguez, de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), ha destacado la función crítica de las bromelias como “tanques de agua” en los ecosistemas de los bosques tropicales. Estas plantas almacenan agua de lluvia en sus hojas, lo que permite que diversas especies animales, desde salamandras hasta pequeños invertebrados, encuentren refugio y agua, especialmente durante las temporadas de sequía.
Cuando extraemos estas plantas sin control, estamos alterando el equilibrio del ecosistema y afectando la biodiversidad
Biólogo Héctor Gómez Domínguez
Además de su papel ecológico, las bromelias son ejemplos de plantas epífitas que evolucionaron para sobrevivir en las copas de los árboles, lejos del suelo. Estas epífitas representan entre el 30% y 50% de las especies en los densos bosques tropicales y contribuyen a aproximadamente el 5% de la biomasa total del ecosistema. Actúan como un “segundo piso de tierra” en la copa de los árboles, capturando nutrientes y agua que circulan durante la lluvia y, en muchos casos, almacenando materia orgánica esencial para la supervivencia de otras especies.
La recolección desmedida de estas bromelias está dañando gravemente el hábitat de múltiples organismos que dependen de ellas. “Estas plantas no solo almacenan agua, sino también nutrientes y materia orgánica, que ayudan a sustentar una variedad de especies,” explica Gómez. La probabilidad de que una semilla de bromelia logre desarrollarse y llegar a la adultez es de apenas 1.5 en 100, lo cual agrava el problema de su recolección masiva.
A nivel ambiental, la conservación de los bosques de Chiapas es esencial para la producción de agua potable en las comunidades locales. La restauración de los ecosistemas forestales contribuye a la recarga de los mantos acuíferos, beneficiando tanto a áreas rurales como urbanas en la región. Sin embargo, el impacto de prácticas tradicionales y religiosas que involucran la recolección de especies silvestres plantea el reto de balancear la preservación de la biodiversidad con el mantenimiento de las tradiciones culturales.
Actualmente, cada participante de la tradición del Niño Florero recolecta entre cinco y seis docenas de bromelias, y doce docenas conforman una "gruesa". La presión sobre el medio ambiente ha alcanzado niveles críticos, y especialistas y autoridades han comenzado a hacer un llamado a la acción para regular esta práctica. Proponen alternativas que mantengan viva la tradición sin comprometer la estabilidad ecológica del ecosistema chiapaneco.
La urgente necesidad de proteger la flora y fauna de Chiapas es ahora una prioridad tanto para científicos como para líderes comunitarios, quienes buscan conciliar la devoción y la conservación ambiental en pro de la riqueza natural y cultural de la región.