Una mujer campesina del ejido Nuevo México del municipio de Villaflores, en la región Frailesca, convoca a los productores del campo a la conservación de suelos con actividades que mantengan o mejoren la salud de los campos de cultivos, principalmente en áreas afectadas o propensas a la degradación, además, durante la temporada de estiaje reduce los riesgos de incendios forestales y de pastizales.
La señora María Luisa Gordillo Mendoza, compartió su experiencia en el Campo Experimental Centro de Ocozocoautla de Espinosa, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), donde habló ante productores del campo de la importancia de dejar el uso del fuego, los productos químicos y recuperar los suelos para mejorar su rendimiento en la producción de maíz.
Comenta que al concluir la cosecha ella deja el rastrojo al cien por ciento en el suelo, implementa la rotación de cultivos y no mueve el suelo, el propósito de realizar agricultura de conservación es para mejorar los suelos agrícolas, recuperar su degradación y evitar el arrastre, en el 2016 apenas eran 16 campesinos que decidieron practicar la agricultura de conservación en el 2016, la mayoría lo veía difícil esta tecnología porque estábamos acostumbrados a realizar agricultura tradicional usando el fuego para la limpieza de las parcelas.
Con la quema del rastrojo el suelo quedaba limpio y no había dificultad para sembrar, pero tiene consecuencias lamentables, lo más grave la perdida de la fertilidad y con ello reduce la capacidad de producción o rendimiento, el suelo desnudo tras la quema del rastrojo no logra la retención de agua y en el mes de las canículas en agosto la milpa se empalma, se enrolla y se corre el riesgo de que se seque o algunos campesinos usan el término se quemó por el calor por falta de humedad y de nutrientes.
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Precisa que si la canícula es de sequía no aguanta la milpa, las plantas de maíz no resisten a la fuerza del calor y el calentamiento del suelo, mientras que al dejar el rastrojo de la cosecha hay posibilidad de mejorar la humedad, el subsoleo permite mayor capacidad de retención de agua, “cuando yo hacía agricultura tradicional mi cosecha era de mil 800 kilogramos por hectárea cuando llovía muy bien, llegué a alcanzar 2 mil 600 kilogramos, pero sin obtener los costos de producción”.
Gordillo Mendoza refiere que hoy que practica la agricultura de conservación su cosecha en ese ejido es 8 mil 500 kilogramos por hectárea, el rendimiento es mayor, los ingresos se aumentan, con ello es posible mejorar los resultados del esfuerzo de todo un ciclo agrícola en el campo con la familia.
Expone que la siembra de maíz combinada con la introducción de la planta conocida como canavalia se combate la maleza, se convierte el campo agrícola en un sitio siempre verde en la época de seca y de esta manera se tiene en la superficie una importante fábrica de carbono, de humedad y se mejora de manera sustantiva la fertilidad de los suelos.
Comenta que con esta práctica se elimina el uso del fuego en las labores agrícolas, no se aplican productos químicos que contaminan el suelo y ponen en riesgo la salud de los productores, no contaminamos los cuerpos de agua y estamos fomentando cada vez en sitios cada vez más verdes para superar la sequía con la implementación de la canavalia, inga y dule, que al caer sus hojas al suelo se van convirtiendo en fertilizante orgánico.
Ahora, puntualiza, ha aumentado su costo del fertilizante químico pero a mí no me preocupa si haya sequía, o no porque con el subsuelo tenga retención de humedad y con la combinación de plantas tengo fresco el suelo para el cultivo del maíz, mientras que el abono orgánico es un elemento sustantivo para proteger no solo los suelos, sino los bosques y selvas por la eliminación del uso del fuego en las labores agrícolas.