Desde Tapachula donde el fenómeno migratorio evidencia una de las más graves situaciones humanas, la iglesia católica hizo un llamado a tomar decisiones hacia políticas migratorias integrales con estricto apego y respeto, y no demagogias ni mucho menos posiciones ambiguas, a los derechos fundamentales de las personas.
En su mensaje dominical el obispo de Tapachula monseñor Jaime Calderón Calderón, indicó que en este rincón de la patria mexicana, la presencia migratoria se puede percibir, en los deseos de miles de extranjeros que deambulan por toda la ciudad situación que está teniendo un alto impacto en la salud, la seguridad, integración y situación legal.
Agregó que a pesar de la gravedad del tema, pareciera que ya no es noticia que importa al país sino que es un reto que debe afrontar este municipio o, en el mejor de los casos, el estado chiapaneco, de por sí ya entre los más pobres de nuestra nación.
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"Desde la Comisión Diocesana de Movilidad Humana la iglesia se pregunta ¿cómo podemos entender y vivir el ministerio eclesial del apacentar de cara a estos hermanos nuestros?, responde que se entiende que lo primero que debemos tener claro es que no podemos apacentarnos a nosotros mismos, sino que debemos retroceder, abajarnos, descentrarnos, para alimentar con Cristo a estos hijos de la familia de Dios", abundó.
El líder de los católicos en esta región de Chiapas detalló que por muchos años, es y ha sido persistente este fenómeno vital humano, aunque antes los ingresos a México eran de personas provenientes de países hermanos de Honduras, El Salvador y Guatemala, pero en la actualidad se han sumado, la presencia haitiana y cubana creando grandes desafíos a los tres niveles de gobierno.
En torno al Covid-19 el religioso enfatizó que sigue siendo un problema de todos y una solución con todos, ya que la tragedia global de la pandemia ha puesto en evidencia el profundo desequilibrio de las personas y de las comunidades, pero lo cierto es que si todos ponen de su parte se podrá salir adelante.
El obispo Calderón expuso que en su percepción la pandemia despertó durante un tiempo la conciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos.
"Muchos pensaron que la pandemia ya estaba domada, pretendiendo volver a la mal llamada normalidad, lanzando al olvido que el mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los “costos humanos”, y algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado", acotó.