Tapachula, está de manteles largos este día, cumple 181 años de haberse convertido en ciudad, esta tierra calurosa, cosmopolita en la actualidad rodeada de exuberante belleza, se encuentra en medio de dos ríos importantes (Coatán y Cahoacán), pero además la cuida día y noche, los 365 días del año sin descanso, el imponente volcán Tacaná “el vigía de fuego de la frontera sur”.
La historia nos relata que el 11 de septiembre de 1842, el general Antonio López de Santa Anna, presidente provisional de la República Mexicana, promulgó el decreto que elevó a Tapachula al rango de ciudad, de esa fecha a la actual, la también denominada “Perla del Soconusco”, se ha evolucionado y trasformado, quizá a paso lento, pero existe un precedente de desarrollo.
Te puede interesar: 'La casa de fuego' deja una derrama de un millón de pesos en la zona
El secretario municipal del ayuntamiento de Tapachula, Roberto Fuentes publicó en su cuenta personal de Facebook que esta hermosa ciudad, sigue siendo esa tierra de oportunidades para el que lucha y quiere salir adelante. Tierra fértil de muchos colores, sabores y calor sobre todo de su gente que siempre sonriente tiende la mano quien a ella acude.
“Tapachula se ha puesto de pie, porque su gente es fraterna y hermana, las adversidades climatológicas como la tragedia del 2005, únicamente nos demostró que luchando hombro con hombro salimos adelante, y que, si seguimos así de unidos con mucha “esperanza”, más progreso y esperanza como el que se trabaja en la actualidad”, expresó.
Y tanto es el amor a esta bendita tierra que dicen nuestros abuelos y abuelas, que "quién toma agua del río Coatán, jamás se va a vivir a otro lado", claro ejemplo han sido muchas personas de otros estados del país que por cuestiones de trabajo llegaron hace muchos años atrás y hoy radican aquí y han formado una familia; caso similar con las migraciones añejas y actuales.
A Tapachula se le ama tanto que hasta el poeta David Gómez Salas le escribió:
Por ti, en mi infancia, abracé con ternura el día y la noche. Y besé el agua y el aire.
Me enamoré de tus lluvias y tormentas. Desee vivir, inmerso en tus ríos y cascadas.
Aprendí a amar tus exóticas selvas, frutos y flores. Soñé en volar como tus aves de múltiples colores.
Me instruí para la intensidad en tu mar abierto y turbulento, bajo tu sol vivo y calor húmedo en todo momento.
En tus exuberantes Ciénegas me formé para descansar con el croar de tus ranas y el zumbido de tus chicharras.
Que desciendan del cielo y el Tacaná los relámpagos y truenos, son amigos de mis tardes inspiradoras, recuerdos buenos.