/ martes 25 de enero de 2022

Estoy afiliada al IMSS pero no me hicieron la prueba Covid, esta es la historia

Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula

No se están haciendo pruebas Covid-19, únicamente a embarazadas, cuando escuché esto sentí la derrota, había estado desde las 7 de la mañana de una clínica a otra, de una espera a otra, preguntando con quienes, se supone, debían saber y casi 12 horas después escuchar que mis esfuerzos serían infructuosos me hicieron sentir frustrada.

En esto no era la única, una mujer increpó al trabajador del IMSS que tuvo la osadía de decirnos que habría pruebas para saber si éramos o no, portadores del virus que se ha adueñado del mundo en apenas dos años. ¿Entonces para qué nos tienen aquí esperando? Dijo, estamos enfermos, nos sentimos mal, nos dicen que vamos a ser atendidos y luego salen con esto, no se vale.

¿Se vale o no?

Desde que se dio a conocer acerca de la mutación Ómicron que, se dice, no es tan peligrosa pero sí mucho más contagiosa que la cepa original o cualquiera de las anteriores, está dejando vacíos los centros de trabajo en el país y en Chiapas no es la excepción.

Es cierto que menos personas fallecen por Ómicron, pero es cierto también que una sola persona puede mandar a descansar a toda una empresa, la redacción de esta casa editorial no fue la excepción.


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A pesar de que mantenemos las medidas de bioseguridad, el contagio se coló a la redacción, quienes no estaban aún con síntomas fueron enviados a trabajar desde casa y quienes estuvimos en contacto con las dos personas que resultaron positivas fuimos enviados a hacernos la prueba para determinar si éramos agentes de contagio o no.

¿A dónde voy?

Al Seguro Social, fue la conclusión lógica, se sabe que hay que llegar temprano, así que a las 7 am fui a la nueva clínica, no había ido antes y fue sorprendente ver cómo la entrada está en un lugar bastante azaroso, si viajas en auto, hay que ir lento desde mucho antes con el riesgo de otros vehículos que circulan por esta carretera, sí, es una carretera, no una calle, por eso sorprende que no hayan considerado un espacio que permita el acceso sin entorpecer a otros.


El IMSS hace un llamado a la población para redoblar las medidas sanitarias / Foto: IMSS


¿A dónde va? Me preguntó el guardia de la entrada, vengo a hacerme una prueba Covid, respondí.

Aquí no es, reviró el “poli”, ¿Cómo? Ya hay una persona haciendo fila en el laboratorio, le dije, fue amable y me cedió el paso no sin advertirme que ahí no había nada de Covid y que todo se veía en “el hospital viejito”.


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Entré el nuevo IMSS tiene puertas automáticas, mucho espacio de estacionamiento y otro guardia que antes de ingresar me preguntó a dónde iba, al laboratorio, respondí; me aplicó gel desinfectante y seguí sin problema.

Al llegar a laboratorio, la persona que me apoyaba con ver el lugar, me llevó con un empleado que, dentro de su cubículo con olor a incienso y facha de “hippie buena onda”, me dijo: No, para poder hacer la prueba, tiene que acudir a su consultorio familiar, donde le corresponda. A ver su cartilla, ah, sí, aquí dice, le toca en el consultorio 6, acuda ahí que la vea el médico y entonces le va a dar un documento que la refiera aquí para hacer la revisión”.

Confié en que, como trabajador del Seguro Social él sabría bien de qué me estaba hablando, así que le agradecí y me fui a “la clínica viejita”, ahí me informaron que mi turno era vespertino y no podían atenderme en la mañana, no importaba a qué iba, debía acudir en mi horario, pero mejor llegar “como a las 12 porque luego todo se satura y pasa uno muy tarde”.

Eran ya casi las 9 de la mañana, opté por retirarme..


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


A las 12 del medio día en punto, volví, la recepcionista del consultorio vio mi cartilla y me dijo que debía esperar afuera a que tocara el turno PM y que revisara si había más pacientes para que se respetara mi turno. ¿Cómo sabré si hay más personas? Pregunté, pues pregunte, ahí afuera porque los pacientitos se organizan, ¿Voy de persona en persona con quienes están afuera preguntando? Cuestioné con asombro, si, dijo ella, sin inmutarse.

Confundida, pero decidida a ver hasta dónde llegaba esta aventura, salí, había un grupo de personas sentadas cerca de la entrada y me acerqué, en voz alta dije: --Buenas tardes, ¿alguien del consultorio 6? No, respondieron varios, pero pregunte con quienes están allá en el arbolito.

Surrealista y todo, me fui al arbolito, de nuevo pregunté y ahí sí hubo respuesta: yo soy la tercera, me dijo una chica con playera en color fosforescente y otra por allá dijo: Yo sigo después de ella, bien, dije, entonces yo iría después de ti ¿Correcto? La desconocida asintió, me senté en una de las gradas al amparo de la sombra pero lejos de las personas, casi era la única, los demás se apretujaban bajo el arbolito resguardándose de los ardientes rayos del sol de medio día.

Estando ahí fui testiga cómo el “sistema” funcionaba otras personas llegaban preguntando ¿Consultorio 12? Y entre todos se corre la voz hasta que aparece alguien, ¿Consultorio 2?, etc.


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


Alrededor de las 13:20, alguien comentó que sería mejor acercarnos a la puerta de la clínica, así lo hicieron todos los que esperaban y llegados ahí, cada consultorio se puso en fila, apretujados, me asombraba cómo las personas podían estar tan pegadas unas a otras sin que nadie del personal interviniera para, al menos recordarles la sana distancia.

Sólo había cuatro personas antes que yo y la chica fosforescente era mi referencia así que me alejé de nuevo esperando poder entrar.

Al fin, entramos, nos sentamos, de nuevo algunas personas apretujadas, pocas con distancia porque iban solas, el tiempo transcurría, pasó alguien vendiendo discretamente empanaditas de leche y piña a 10 la bolsa, decía. Me reñi por no haber llevado mi cartera, en la prisa de llegar a tiempo la olvidé en casa, pero llevaba todos los documentos habidos y por haber, no fuera que no me atendieran porque se me olvidó algo.

A las 2;30 cuando ya todas las asistentes de los otros consultorios habían dicho que no había doctor porque, “cada miércoles tienen junta” y pasaríamos a “unifila”, en mi consultorio, la asistente no tenía para cuándo aparecer.



¿Disculpe? Le pregunté a la persona que estaba en un cubículo que decía medicina familiar, Ya todas las asistentes de los otros consultorios han atendido a la gente y del mío no hay nadie. Es que esa persona está de vacaciones me dijo, no se preocupe, al rato baja alguien a hacerse cargo, resignada intenté volver a mi lugar pero ya había sido ocupado, esperé de pie.

Casi 40 minutos después llegó alguien que nos explicó lo de la unifila, tomó los carnets y eventualmente me derivó con al jefa de trabajadoras sociales, me indicó cómo llegar a la oficina en el segundo piso.

Subí, me perdí, encontré a alguien que me orientó y entregué mi carnet, espere afuera, me dijo luego le llamamos. Tuve suerte “sólo” esperé otros 40 minutos cuando dijeron mi nombre y que pasaría al consultorio 9, vaya a aquél módulo para que le digan cuando pasa.

Otro módulo, pensé, caminé hacia allá, la señorita vio mi carnet y me dijo: le toca en el consultorio 9 (¿En serio?) toque y si no hay nadie, entre. Caminé al 9 toqué, pero nadie atendió, decidí esperar de pie.



Si, 40 minutos después por fin salió alguien, esperé un instante y una señora que había estado muy pendiente de mi (seguro notaba que estaba más perdida que un esquimal en Tapachula) me dijo: Toque, no tenga pena.

Toque, escuché que alguien decía “adelante” y entré mi médico estaba sentado como si aún estuviera en la universidad, tomando una clase aburrida: las piernas estiradas, la espalda sólo levantada lo justo para poder escribir en su computadora.

¿Qué necesita? Vengo, dije, porque en mi trabajo dos personas dieron positivo a Covid, yo no siento síntomas graves excepto un ligero dolor de garganta y una tos ligera que tuve hace unos días.

No, yo no puedo atenderla, me dijo, es en el…. Murmuró unas siglas que no entendí pero le pregunté ¿Y eso dónde está?, saliendo en la parte de enfrente, donde antes era urgencias. No sé dónde era urgencias le dije pero buscaré, ¿Entonces, no es con usted? A las 7 de la mañana alguien en la clínica nueva me dijo que debía pasar a mi consultorio y que usted me daría una referencia para que me hicieran la prueba, estoy cansada de esperar tanto y andar de un lugar a otro, dije.

Pues no, lo siento, aquí no es. Bueno, tengo algo más que me gustaría que revisara por favor, ya que estoy aquí. No, no puedo revisarla por otra cosa ¿Cómo? Si, es sólo una dolencia por vez, si tiene varias, tiene que venir varias veces me dijo. No pude más y reí, sí, no importa que le dé risa, me dijo, es que sólo tenemos 15 minutos por paciente.


Lee más: Incrementan ventas de insumos Covid-19 en Tapachula


Bien, la intención no era hacer un problema, así que salí con una receta para unas grageas por mi dolor de garganta y paracetamol, asi, sin revisión previa, aunque claro, entiendo que si él se llega a contagiar de Covid, va a estar todavía peor capaz acaban dando a los pacientes ¡5 minutos por dolencia!

Me fui a la farmacia a ver si había la medicina que me recetó el doctor que aún no puedo decidir si fue amable, estaba fastidiado o me bateó como dice mi hijo de 13 años.

En la fila de la farmacia me alejé de la persona adelante, pero llegó alguien y se me pegó, me hice a un lado, avanzó lo que pudo. La fila se movió e intenté de nuevo, pero la señora se volvió a pegar así estaba, a un lado, cuando llegó otro señor ¿Aquí es la fila de farmacia? Si, le dije, pero fórmese, está avanzando rápido, pero usted, me dijo el señor, no está en la fila de plano se hizo a un lado. Ah, es que estoy guardando la sana distancia dije sonriendo, la señora de atrás captó el asunto y se comenzó a reír, se hizo un poquito para atrás, ya no se me volvió a pegar, así llegué y me entregaron mis medicinas, salí y me dirigí al lugar de siglas ininteligibles, de nuevo, me fui a un sitio que no me tocaba, me orientaron y acudí a donde debía ser, según mi carnet, entré, pregunté si ahí hacían la prueba Covid me dijeron que sí que esperara afuera y dejara mi cartilla, cosa que obedecí.



Me senté afuera, lejos de todas las personas, de nuevo en las gradas, escuchaba toses por aquí y por allá y sentía a la tarde caer sobre mí, el cansancio y el hambre, si hubiera sabido esto desde el inicio, me decía, habría venido aquí directo en lugar de perder todo el tiempo que perdí, pero, será una buena historia para contar, concluí resignándome.

Después de una media hora, salió alguien a llamar a tres personas para que entraran a esperar pero ahora cómodas en el clima mientras los demás seguíamos afuera, luego salió un sujeto con ropa de protección y algo que le cubría la cabeza y un cubrebocas, mencionó algunos nombres, pero nadie acudió, entonces un hombre aprovechó: --Oiga, cuándo podré pasar, tengo varias horas aquí esperando, soy de ciudad de México pero estoy trabajando aquí en Tapachula y me enviaron a hacerme la prueba Covid a esta clínica. Su tono imperativo y fastidiado llamó la atención de quienes estábamos ahí aburridos y sin nada qué hacer más que poner atención a lo que pasaba.

La actitud de ese hombre envalentonó a una mujer que se acercó y luego otro, y luego yo, para documentar lo que se decía, fue ahí cuando escuche: “No se están haciendo pruebas Covid, únicamente se hacen a mujeres embarazadas” Ahí surgió la indignación general y lo siguiente fue saber el procedimiento: la pregunta es si uno es trabajador, al responder que sí, entonces pasa uno a que un doctor le pregunte desde lejos qué síntomas tiene, para, de nuevo, sin auscultación, darle una incapacidad de 3 días, transcurridos los cuales hay que volver por otra y otra, hasta que se determine que no es necesaria o el paciente esté tan grave que se le tenga que admitir en hospitalización.


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


Pero hay esperanza, según explican estas desinformadas personas, si el trabajador lleva su prueba Covid externa y sus estudios realizados en consulta privada, entonces, amablemente pueden dar una incapacidad más larga según se requiera, previa espera de horas, claro.

Al escuchar eso, decidí retirarme, eran casi las 7 de la noche, había pasado el día en lo que resultó ser una misión imposible, no habría más remedio que desembolsar lo que luego supe podrían ser entre mil y mil 400 pesos para que me hicieran una prueba Covid.

Volví a casa derrotada, sin saber si era o no positiva, pero con una caja de grageas y el paracetamol que amablemente me recetó mi doctor estudiantil.

No se están haciendo pruebas Covid-19, únicamente a embarazadas, cuando escuché esto sentí la derrota, había estado desde las 7 de la mañana de una clínica a otra, de una espera a otra, preguntando con quienes, se supone, debían saber y casi 12 horas después escuchar que mis esfuerzos serían infructuosos me hicieron sentir frustrada.

En esto no era la única, una mujer increpó al trabajador del IMSS que tuvo la osadía de decirnos que habría pruebas para saber si éramos o no, portadores del virus que se ha adueñado del mundo en apenas dos años. ¿Entonces para qué nos tienen aquí esperando? Dijo, estamos enfermos, nos sentimos mal, nos dicen que vamos a ser atendidos y luego salen con esto, no se vale.

¿Se vale o no?

Desde que se dio a conocer acerca de la mutación Ómicron que, se dice, no es tan peligrosa pero sí mucho más contagiosa que la cepa original o cualquiera de las anteriores, está dejando vacíos los centros de trabajo en el país y en Chiapas no es la excepción.

Es cierto que menos personas fallecen por Ómicron, pero es cierto también que una sola persona puede mandar a descansar a toda una empresa, la redacción de esta casa editorial no fue la excepción.


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A pesar de que mantenemos las medidas de bioseguridad, el contagio se coló a la redacción, quienes no estaban aún con síntomas fueron enviados a trabajar desde casa y quienes estuvimos en contacto con las dos personas que resultaron positivas fuimos enviados a hacernos la prueba para determinar si éramos agentes de contagio o no.

¿A dónde voy?

Al Seguro Social, fue la conclusión lógica, se sabe que hay que llegar temprano, así que a las 7 am fui a la nueva clínica, no había ido antes y fue sorprendente ver cómo la entrada está en un lugar bastante azaroso, si viajas en auto, hay que ir lento desde mucho antes con el riesgo de otros vehículos que circulan por esta carretera, sí, es una carretera, no una calle, por eso sorprende que no hayan considerado un espacio que permita el acceso sin entorpecer a otros.


El IMSS hace un llamado a la población para redoblar las medidas sanitarias / Foto: IMSS


¿A dónde va? Me preguntó el guardia de la entrada, vengo a hacerme una prueba Covid, respondí.

Aquí no es, reviró el “poli”, ¿Cómo? Ya hay una persona haciendo fila en el laboratorio, le dije, fue amable y me cedió el paso no sin advertirme que ahí no había nada de Covid y que todo se veía en “el hospital viejito”.


Puedes leer: Automedicación, un grave error ante variante Ómicron


Entré el nuevo IMSS tiene puertas automáticas, mucho espacio de estacionamiento y otro guardia que antes de ingresar me preguntó a dónde iba, al laboratorio, respondí; me aplicó gel desinfectante y seguí sin problema.

Al llegar a laboratorio, la persona que me apoyaba con ver el lugar, me llevó con un empleado que, dentro de su cubículo con olor a incienso y facha de “hippie buena onda”, me dijo: No, para poder hacer la prueba, tiene que acudir a su consultorio familiar, donde le corresponda. A ver su cartilla, ah, sí, aquí dice, le toca en el consultorio 6, acuda ahí que la vea el médico y entonces le va a dar un documento que la refiera aquí para hacer la revisión”.

Confié en que, como trabajador del Seguro Social él sabría bien de qué me estaba hablando, así que le agradecí y me fui a “la clínica viejita”, ahí me informaron que mi turno era vespertino y no podían atenderme en la mañana, no importaba a qué iba, debía acudir en mi horario, pero mejor llegar “como a las 12 porque luego todo se satura y pasa uno muy tarde”.

Eran ya casi las 9 de la mañana, opté por retirarme..


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


A las 12 del medio día en punto, volví, la recepcionista del consultorio vio mi cartilla y me dijo que debía esperar afuera a que tocara el turno PM y que revisara si había más pacientes para que se respetara mi turno. ¿Cómo sabré si hay más personas? Pregunté, pues pregunte, ahí afuera porque los pacientitos se organizan, ¿Voy de persona en persona con quienes están afuera preguntando? Cuestioné con asombro, si, dijo ella, sin inmutarse.

Confundida, pero decidida a ver hasta dónde llegaba esta aventura, salí, había un grupo de personas sentadas cerca de la entrada y me acerqué, en voz alta dije: --Buenas tardes, ¿alguien del consultorio 6? No, respondieron varios, pero pregunte con quienes están allá en el arbolito.

Surrealista y todo, me fui al arbolito, de nuevo pregunté y ahí sí hubo respuesta: yo soy la tercera, me dijo una chica con playera en color fosforescente y otra por allá dijo: Yo sigo después de ella, bien, dije, entonces yo iría después de ti ¿Correcto? La desconocida asintió, me senté en una de las gradas al amparo de la sombra pero lejos de las personas, casi era la única, los demás se apretujaban bajo el arbolito resguardándose de los ardientes rayos del sol de medio día.

Estando ahí fui testiga cómo el “sistema” funcionaba otras personas llegaban preguntando ¿Consultorio 12? Y entre todos se corre la voz hasta que aparece alguien, ¿Consultorio 2?, etc.


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


Alrededor de las 13:20, alguien comentó que sería mejor acercarnos a la puerta de la clínica, así lo hicieron todos los que esperaban y llegados ahí, cada consultorio se puso en fila, apretujados, me asombraba cómo las personas podían estar tan pegadas unas a otras sin que nadie del personal interviniera para, al menos recordarles la sana distancia.

Sólo había cuatro personas antes que yo y la chica fosforescente era mi referencia así que me alejé de nuevo esperando poder entrar.

Al fin, entramos, nos sentamos, de nuevo algunas personas apretujadas, pocas con distancia porque iban solas, el tiempo transcurría, pasó alguien vendiendo discretamente empanaditas de leche y piña a 10 la bolsa, decía. Me reñi por no haber llevado mi cartera, en la prisa de llegar a tiempo la olvidé en casa, pero llevaba todos los documentos habidos y por haber, no fuera que no me atendieran porque se me olvidó algo.

A las 2;30 cuando ya todas las asistentes de los otros consultorios habían dicho que no había doctor porque, “cada miércoles tienen junta” y pasaríamos a “unifila”, en mi consultorio, la asistente no tenía para cuándo aparecer.



¿Disculpe? Le pregunté a la persona que estaba en un cubículo que decía medicina familiar, Ya todas las asistentes de los otros consultorios han atendido a la gente y del mío no hay nadie. Es que esa persona está de vacaciones me dijo, no se preocupe, al rato baja alguien a hacerse cargo, resignada intenté volver a mi lugar pero ya había sido ocupado, esperé de pie.

Casi 40 minutos después llegó alguien que nos explicó lo de la unifila, tomó los carnets y eventualmente me derivó con al jefa de trabajadoras sociales, me indicó cómo llegar a la oficina en el segundo piso.

Subí, me perdí, encontré a alguien que me orientó y entregué mi carnet, espere afuera, me dijo luego le llamamos. Tuve suerte “sólo” esperé otros 40 minutos cuando dijeron mi nombre y que pasaría al consultorio 9, vaya a aquél módulo para que le digan cuando pasa.

Otro módulo, pensé, caminé hacia allá, la señorita vio mi carnet y me dijo: le toca en el consultorio 9 (¿En serio?) toque y si no hay nadie, entre. Caminé al 9 toqué, pero nadie atendió, decidí esperar de pie.



Si, 40 minutos después por fin salió alguien, esperé un instante y una señora que había estado muy pendiente de mi (seguro notaba que estaba más perdida que un esquimal en Tapachula) me dijo: Toque, no tenga pena.

Toque, escuché que alguien decía “adelante” y entré mi médico estaba sentado como si aún estuviera en la universidad, tomando una clase aburrida: las piernas estiradas, la espalda sólo levantada lo justo para poder escribir en su computadora.

¿Qué necesita? Vengo, dije, porque en mi trabajo dos personas dieron positivo a Covid, yo no siento síntomas graves excepto un ligero dolor de garganta y una tos ligera que tuve hace unos días.

No, yo no puedo atenderla, me dijo, es en el…. Murmuró unas siglas que no entendí pero le pregunté ¿Y eso dónde está?, saliendo en la parte de enfrente, donde antes era urgencias. No sé dónde era urgencias le dije pero buscaré, ¿Entonces, no es con usted? A las 7 de la mañana alguien en la clínica nueva me dijo que debía pasar a mi consultorio y que usted me daría una referencia para que me hicieran la prueba, estoy cansada de esperar tanto y andar de un lugar a otro, dije.

Pues no, lo siento, aquí no es. Bueno, tengo algo más que me gustaría que revisara por favor, ya que estoy aquí. No, no puedo revisarla por otra cosa ¿Cómo? Si, es sólo una dolencia por vez, si tiene varias, tiene que venir varias veces me dijo. No pude más y reí, sí, no importa que le dé risa, me dijo, es que sólo tenemos 15 minutos por paciente.


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Bien, la intención no era hacer un problema, así que salí con una receta para unas grageas por mi dolor de garganta y paracetamol, asi, sin revisión previa, aunque claro, entiendo que si él se llega a contagiar de Covid, va a estar todavía peor capaz acaban dando a los pacientes ¡5 minutos por dolencia!

Me fui a la farmacia a ver si había la medicina que me recetó el doctor que aún no puedo decidir si fue amable, estaba fastidiado o me bateó como dice mi hijo de 13 años.

En la fila de la farmacia me alejé de la persona adelante, pero llegó alguien y se me pegó, me hice a un lado, avanzó lo que pudo. La fila se movió e intenté de nuevo, pero la señora se volvió a pegar así estaba, a un lado, cuando llegó otro señor ¿Aquí es la fila de farmacia? Si, le dije, pero fórmese, está avanzando rápido, pero usted, me dijo el señor, no está en la fila de plano se hizo a un lado. Ah, es que estoy guardando la sana distancia dije sonriendo, la señora de atrás captó el asunto y se comenzó a reír, se hizo un poquito para atrás, ya no se me volvió a pegar, así llegué y me entregaron mis medicinas, salí y me dirigí al lugar de siglas ininteligibles, de nuevo, me fui a un sitio que no me tocaba, me orientaron y acudí a donde debía ser, según mi carnet, entré, pregunté si ahí hacían la prueba Covid me dijeron que sí que esperara afuera y dejara mi cartilla, cosa que obedecí.



Me senté afuera, lejos de todas las personas, de nuevo en las gradas, escuchaba toses por aquí y por allá y sentía a la tarde caer sobre mí, el cansancio y el hambre, si hubiera sabido esto desde el inicio, me decía, habría venido aquí directo en lugar de perder todo el tiempo que perdí, pero, será una buena historia para contar, concluí resignándome.

Después de una media hora, salió alguien a llamar a tres personas para que entraran a esperar pero ahora cómodas en el clima mientras los demás seguíamos afuera, luego salió un sujeto con ropa de protección y algo que le cubría la cabeza y un cubrebocas, mencionó algunos nombres, pero nadie acudió, entonces un hombre aprovechó: --Oiga, cuándo podré pasar, tengo varias horas aquí esperando, soy de ciudad de México pero estoy trabajando aquí en Tapachula y me enviaron a hacerme la prueba Covid a esta clínica. Su tono imperativo y fastidiado llamó la atención de quienes estábamos ahí aburridos y sin nada qué hacer más que poner atención a lo que pasaba.

La actitud de ese hombre envalentonó a una mujer que se acercó y luego otro, y luego yo, para documentar lo que se decía, fue ahí cuando escuche: “No se están haciendo pruebas Covid, únicamente se hacen a mujeres embarazadas” Ahí surgió la indignación general y lo siguiente fue saber el procedimiento: la pregunta es si uno es trabajador, al responder que sí, entonces pasa uno a que un doctor le pregunte desde lejos qué síntomas tiene, para, de nuevo, sin auscultación, darle una incapacidad de 3 días, transcurridos los cuales hay que volver por otra y otra, hasta que se determine que no es necesaria o el paciente esté tan grave que se le tenga que admitir en hospitalización.


Negligencia en el sistema de atención médica ciudadana en el IMSS de Tapachula / Foto: Ivonne De León | Diario del Sur


Pero hay esperanza, según explican estas desinformadas personas, si el trabajador lleva su prueba Covid externa y sus estudios realizados en consulta privada, entonces, amablemente pueden dar una incapacidad más larga según se requiera, previa espera de horas, claro.

Al escuchar eso, decidí retirarme, eran casi las 7 de la noche, había pasado el día en lo que resultó ser una misión imposible, no habría más remedio que desembolsar lo que luego supe podrían ser entre mil y mil 400 pesos para que me hicieran una prueba Covid.

Volví a casa derrotada, sin saber si era o no positiva, pero con una caja de grageas y el paracetamol que amablemente me recetó mi doctor estudiantil.

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