Chiapa de Corzo.- Con devoción y fe, cientos de chiapacorseños emprenden una caminata de cerca de 2 kilómetros de terracería para llegar hasta la capilla del "niño florero". Esta tradición, transmitida de generación en generación, ha perdurado en el tiempo, convirtiéndose en un acto de profunda convicción y alegría para la comunidad.
La tradición consiste en que los cortadores de flores, conocidos como "floreros", dejan ofrendas en forma de chumules durante 8 días, los cuales se encaminan para ser entregados en la capilla. La práctica ha sido parte integral de la vida de los chiapacorseños y sigue atrayendo a personas de todas las edades y generaciones.
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Samanta Asunción Nigenda Nangusé, nieta del prioste encargado del "niño florero", se encuentra en la puerta principal de la capilla, entregando ramas de albahaca a los devotos. Ella ha seguido las tradiciones de su abuelo durante casi 20 años y considera un gusto y una alegría servir al "niño florero".
En la capilla, se venera al "niñito", al Ángel y a Santo Tomás de la Flor. La tradición de los floreros abarca desde el 14 hasta el 21 de diciembre. La devoción se manifiesta a través de la entrega de reliquias, ramas de albahaca, que son pasadas al "niñito" para recibir bendiciones. Los devotos también tienen la opción de bendecirse entre ellos con estas ramas sagradas.
La devoción se expresa mediante peticiones de sanación para enfermedades y agradecimientos por los milagros ya realizados. La capilla se llena de feligreses que, con lágrimas en los ojos, expresan su fervor y conexión espiritual con el "niño florero". Entre ellos, se encuentra Claudia, quien, después de 30 años, volvió al lugar para experimentar nuevamente el fervor de la gente y el sacrificio de los hombres que traen la flor durante 8 días.
Claudia, con lágrimas en los ojos, comparte su esperanza de encontrar tranquilidad y fortaleza ante la pérdida de su esposo, así como salud para poder estar presente en la vida de sus hijos. Desde el ingreso al lugar, se observa la devoción y la alegría de los feligreses, quienes esperan pacientemente en largas filas para tocar y besar al "niño florero" y recibir sus bendiciones.
Personas de la tercera edad, como Don Cleofas, demuestran su compromiso con la tradición al asistir, incluso en condiciones físicas limitadas. A pesar de llevar más de 50 años acudiendo al lugar, Don Cleofas no dudó en participar en la peregrinación junto con sus hijas, buscando la bendición y expresando su agradecimiento por la vida de su familia.
Las festividades chiapacorseñas se distinguen por su riqueza cultural, y la peregrinación al "niño florero" no es una excepción. El ambiente está lleno de algarabía, con bandas musicales, bailes y risas, que celebran y honran al "niño florero".