De cada 10 mujeres, ocho son vulneradas en sus derechos humanos, debido a la aplicación de los usos y costumbres en comunidades indígenas de la zona Altos de Chiapas, dio a conocer Alma Rosa Cariño Pozo, presidenta de la Colectiva 50+1 en el capítulo Chiapas y ex titular de la Fiscalía de la Mujer.
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Dijo que esta vulnerabilidad hacia las mujeres indígenas, perpetúa situaciones de desigualdad social, económica y cultural, dejándolas en una posición de desventaja.
De acuerdo con el Observatorio Feminista contra la Violencia a las Mujeres, en Chiapas de enero a septiembre del presente año, se han registrado 159 muertes violentas de mujeres, de las cuales 46 son investigados como feminicidios.
En septiembre pasado, el conteo sumó ocho muertes violentas, tres de ellas catalogadas como homicidios. Las regiones más afectadas son el Soconusco, con 22 casos; seguido por el área Metropolitana con 10, mientras que las zonas Frailesca e Istmo-Costa registraron tres casos cada una.
Una mujer sobresaliente
María Concepción Jiménez Gómez, una mujer indígena y artesana tsotzil de Venustiano Carranza, compartió en entrevista su testimonio sobre el machismo que vivió y el cual muchas mujeres de diferentes comunidades cercanas a su municipio tienen que pasar, esto con el apoyo de las ONG para impartir pláticas acerca de los valores de las mujeres, empoderarlas y poder erradicar la violencia de género.
Aseguró que desde que las mujeres indígenas son discriminadas. En su caso, cuando decidió estudiar, su padre se lo impidió, ya que se tenía la creencia de que la mujer se tenía que dedicar a la casa y ver por su marido, pero ella tenía mente revolucionaria, pues estaba en desacuerdo.
“Yo me fui integrando con las compañeras en la casa del pueblo OCEZ, desafortunadamente los esposos de mis compañeras no daban lugar a que nos reuniéramos, mucho menos que saliéramos fuera y llegó el momento en que vinieron compañeras de las ONG's para dar acompañamiento y superarnos en el telar de cintura y gracias a ello pudimos salir”, agregó la artesana.
Dijo que a su cargo llegó a tener 250 mujeres indígenas estableciendo una asamblea con la intención de ser visibilizadas, aunque pese al esfuerzo el machismo ganaba terreno, llegando a impedir que expusieran sus piezas (ropa artesanal que elaboran) en otras entidades. “Fuimos tres mujeres a México a vender nuestros productos y de ahí fuimos jalando a otras compañeras, aunque sí nos maltrataban porque no nos dejaban salir,” expresó Jiménez Gómez.
Actualmente las mujeres indígenas ya salen, se defienden y saben de sus derechos con la igualdad de género. Son más reconocidas y logran incluso participaciones en asambleas de hombres, aunque es una lucha constante y difícil. Pero para lograr lo que ha hecho “Conchita”, ella tuvo que pasar un camino difícil.
Ser indígena y ser mujer en Chiapas, ha sido una tarea difícil para Jiménez Gómez, pues tuvo que sacrificar su matrimonio y a sus hijas. “Tuve que separarme de mi esposo, dejar a mis hijas, fui discriminada por mis padres, ellos dijeron que si yo me iba no regresara”, mencionó.
Un mes se fue a España para aprender más sobre los derechos de las mujeres, y el trabajo que se tenía que hacer, además de ser un ejemplo de mujer indígena, logrando así llevar el mensaje a las mujeres de Venustiano Carranza.
“Cuando regresé no estaban mis padres, ni mi esposo. Yo solo esperaba que vinieran y me dijeran que me tenía que ir de la casa, arriesgando a eso esperé. Llegaron mis papás, mi esposo y fue grande la sorpresa que me dio mi papá. Me dijo no te vas. Reconozco tu causa, tu lucha y el derecho que tienes (…) Lloré mucho, pero logré salir adelante”, dijo la mujer tsotsil.
Sin derechos a decidir
En su caminar y lucha ha encontrado comunidades donde ha sido difícil erradicar el machismo, donde las mujeres no pueden salir, ni vestirse como quieran, ya que es el esposo quien decide e incluso no cuentan con planificación familiar, siendo el hombre el que dicta cuántos hijos tener.
“Aquí en Carranza hay mujeres que han tenido hasta 12 hijos, porque el hombre así lo decía. Hasta cuando dejaban de menstruar tenían hijos (…) Yo vi como mi madre sufrió, hay mujeres que fueron brutalmente atacadas para tener relaciones sexuales”, contó.
Marcos E. Becerra es uno de los ejidos considerados foco rojo en cuanto a violencia de género. Además, Nuevo Paraíso, perteneciente a San José La Grandeza, es otra de las comunidades establecidas por carrancistas donde ha trabajado en la erradicación del machismo y enseñarle a las mujeres a salir adelante. Otros lugares con alto índice de violencia de género son Nicolás Ruíz, Guadalupe Victoria, Cruztom.
“Ahí encontrábamos a gente golpeada, los papás le pegaban a sus hijitos que no los dejaban ir a la escuela porque tenían que ir al campo a trabajar con él", afirma Concepción.
Matrimonios forzados
Otro de los temas era el matrimonio forzado, pues desde los 13 años los padres las casaban, imponiéndoles a un marido o el hombre escogía con quien casarse. En su caso, a ella le impusieron un marido, lo cual considera es difícil porque te casas sin amor y no tienen etapa de noviazgo. Concepción asegura que es probable que por eso se da el maltrato, ya que no hay enamoramiento de ambas partes, además de que están sujetas a lo que él marido dice, como que tenga a otras mujeres.
En entrevista con Alma Rosa Cariño Pozo destacó la importancia de visibilizar las problemáticas que enfrentan las mujeres indígenas y la necesidad de exigir igualdad en derechos y servicios básicos, en particular en comunidades indígenas de la región.
Apoyos de la colectiva 50+1
Subrayó que La Colectiva 50+1 tiene presencia en la Frailesca, los Altos, el Soconusco, la Costa y el Centro de Chiapas, donde también hay mujeres indígenas dedicadas al cultivo y venta de productos agrícolas en mercados locales. “Muchas veces estas mujeres no tienen acceso a programas sociales y las redes sociales tampoco les permiten visibilizar su situación. Sin embargo, sus actividades son fundamentales para el sustento de sus familias”, explicó.
La presidenta de la colectiva enfatizó que la violencia contra las mujeres indígenas no solo se manifiesta de forma física, sino también a través de violencia económica e institucional. “Las instituciones no solo nos violentan al ignorar nuestras peticiones, sino al ser reiterativos en su indiferencia. No es raro que las mujeres tengan que tocar varias veces las puertas de las oficinas sin obtener respuesta alguna”, denunció.
Respecto al acompañamiento de casos de violencia, Cariño Pozo indicó que han identificado que muchas mujeres rurales desconocen sus derechos, lo que dificulta que denuncien situaciones de abuso.
“El problema no es solo que la denuncia sea complicada, sino que muchas no saben que están siendo violentadas. Antes, la violencia familiar no estaba tipificada y hoy, aunque ya lo está, muchas mujeres siguen sin denunciar por miedo o desconocimiento”, señaló.
Un tema crítico que abordó fue la falta de congruencia entre las cifras de feminicidios que maneja la colectiva y las proporcionadas por la Fiscalía General del Estado. Según la presidenta, la colectiva ha identificado 26 casos de feminicidios durante este año que no han sido catalogados oficialmente como tales. “Exigimos que cada muerte de mujer sea investigada como feminicidio, siguiendo los protocolos establecidos. Si la investigación no encuentra los elementos necesarios, entonces podrá reclasificarse, pero pedimos que se inicie como feminicidio para evitar omisiones”, explicó.
Además del monitoreo de casos de violencia y feminicidios, la Colectiva brinda acompañamiento a las familias de las víctimas, particularmente a los menores que quedan huérfanos. “En muchos casos, la situación es aún más difícil por la ausencia tanto de la madre como del padre, especialmente cuando uno de ellos es el agresor”, citó Cariño Pozo.
La Colectiva de Mujeres 50+1 reafirma su compromiso de exigir igualdad de derechos para las mujeres rurales y mejorar los procesos de denuncia y justicia en casos de violencia. “El cambio comienza con el conocimiento de los derechos, y nuestra misión es acompañar a las mujeres en ese camino”, concluyó.
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