Verónica Garcés: La lucha de una migrante panameña en Tuxtla Gutiérrez

Verónica inició su viaje hace tres meses, atravesando la frontera entre México y Guatemala. Sin embargo, durante su travesía, tuvo problemas con el personal del INM

Isaí López / El Heraldo de Chiapas

  · domingo 11 de agosto de 2024

Migrante panameña trabajando / Foto: Isaí López / El Heraldo de Chiapas

La señora Verónica Garcés es una mujer migrante de 34 años, originaria de Panamá, que lleva dos meses en Tuxtla Gutiérrez. Ha experimentado discriminación, sobre todo por su color de piel. En la capital de Chiapas, vende paletas de dulces para conseguir dinero. En su pueblo natal han quedado su esposo y sus tres hijos. Su meta es llegar a Estados Unidos.

Verónica Garcés salió hace tres meses de su lugar de origen y logró llegar a la frontera entre México y Guatemala, donde tuvo problemas con el personal del Instituto Nacional de Migración (INM). Al final, fue el mismo organismo público federal el que la trasladó en autobús desde Tapachula hasta Tuxtla Gutiérrez. Llegó de noche y, al no obtener permiso para transitar por el país, se encontró en las calles de la capital de Chiapas sin opción de asilo o refugio.

Verónica no acepta ser grabada en video, ya que las cámaras le generan pánico y temor por su seguridad. Debido a su color de piel, le dicen que tiene más dinero que otros migrantes, a lo que ella responde que no es así. Ha tenido que dormir en las banquetas de los parques. Una vez, cuando intentó dormir en un hotel, pagó por su habitación, pero la sacaron. En otros dos hoteles le ocurrió lo mismo, perdiendo más de mil pesos en una noche entre alojamientos y taxis.

Verónica Garcés / Foto: Isaí López / El Heraldo de Chiapas

Compra una bolsa de dulces a 30 o 40 pesos y obtiene una ganancia de cien pesos. En cuanto a gorras, invierte 540 pesos en 18 gorras, comprándolas a 30 pesos cada una y vendiéndolas a 50 pesos, lo que le genera un ingreso de 900 pesos. Le urge enviar dinero a su familia en Panamá, pero no le alcanza para mucho. Prefiere seguir durmiendo en la calle para no gastar y porque ya no quiere vivir más experiencias desagradables.

Narró que en uno de los hoteles pagó por su habitación, pero al cambiar el personal del hotel, le dijeron que no le debían nada. Ante su insistencia, el personal llamó a la policía. Esta situación le ha ocurrido varias veces, sin posibilidad de demandar por su condición de carecer de documentos que acrediten su estancia legal en Chiapas.

A veces, ha tenido que comer en el Comedor Comunitario Santo Domingo de Guzmán, ubicado en la segunda norte y primera poniente, administrado por las parroquias de San Roque, San Bartolomé y Nuestra Señora de Guadalupe, donde paga cinco pesos por alimento. También ha dormido en el parque frente al comedor. Sin embargo, no se rinde y sigue buscando recursos, caminando por calles y avenidas vendiendo sus productos. Se considera muy bendecida por Dios, quien la sostiene en medio de la tempestad, alimentando sus sueños e ilusiones de llegar primero a la Ciudad de México y luego a la frontera entre México y Estados Unidos.

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