Don Mariano Hernández López, es un indígena tzotzil originario de la comunidad Yaltem del municipio de Chamula, en los Altos de Chiapas, tiene 85 años de edad, desde hace cuatro años migró a Tuxtla Gutiérrez en busca de una mejor condición de vida económica.
En su localidad de origen junto a sus hijos y esposa, se dedicó muchos años al cultivo del maíz y durazno, enseñanza de sus padres y sus abuelos, es lo que mejor se desarrolla en la región, sin embargo, cuenta que sus condiciones físicas fueron mermando sus fuerzas para trabajar en el campo.
El Día del Abuelo o Día de los Abuelos es un día conmemorativo este miércoles 28 de agosto, dedicado a los abuelos dentro de la familia, pero él no sabe que existe ese día para conmemorar o celebrar a los que han entregado su vida por los suyos.
Solo espera la bendición de Dios porque afirma que no ve ni para colocarse sus huaraches en sus pies, pero confía en la nobleza y la solidaridad de la gente, no se siente abandonado por los suyos, más bien justos les hacen frente a las carencias y salir adelante.
Con sus familiares se encuentra en la tarde o en la noche en la casa que rentan para compartir el pan y la sal en el centro de la capital, presenta una discapacidad visual que le impide realizar una actividad que le represente ingresos, se dedica a pedir limosna en las calles.
Viste pantalón de mezclilla azul y playera negra, le acompañan un bastón de madera, un morral blanco donde guarda un suéter, huaraches negros de hule, una gorra verde y una jícara azul de plástico. Cuenta que no se siente bien, pero no le da tristeza, se aferra a vivir la vida como a él le ha tocado, es feliz de acompañarse con familiares en Tuxtla Gutiérrez donde juntos pagan renta, todos se dedican al comercio informal.
Don Mariano se siente contento que la gente le hable, que se detenga a platicar con él, siente muchos ánimos, no tiene visibilidad con su entorno, no sabe lo que pasa, lo que tiene frente a él y eso le hace tener mayor confianza con la gente, pide disculpas y afirma que su condición le permite salir a las calles para tocar el corazón de la gente.
Desde hace cuatro años radica en la capital, muchos años se dedicó al campo, pero ante los bajos precios del maíz y del durazno, como la gran oferta de este último producto, sobre todo en los altos, falta de mercado y de incentivos, optó por la migración.
Se sienta en las banquetas sobre su bastón, arremanga su pantalón, si quita los huaraches, mientras la gorra descansa a un lado sobre el piso, recibe la colaboración de muchas personas, lo que agradece y bendice, dese que quienes lo ayudan económicamente les vaya bien.
No sabe que existen leyes que protegen a los adultos mayores, que les garantizan atención en muchos ámbitos a las personas con capacidades diferentes, desconoce de sus derechos, más bien insiste que vive el momento, el presente y en paz con los suyos.
Cuenta que su preocupación es desplazarse de un lugar a otro, confía en que los automovilistas cuando lo vean cruzar las calles lo respeten, que cuando tenga problemas para pasar de una vialidad a otra la gente lo auxilie, conoce muy bien el centro de Tuxtla Gutiérrez y recorre muchas calles y avenidas, confiando en que el creador está de su lado.