La colonia Jardines del Norte en Tuxtla Gutiérrez enfrenta una serie de desafíos que afectan la seguridad y calidad de vida de sus habitantes. Asentada desde hace 22 años en un polígono del Parque Nacional Cañón del Sumidero, esta colonia irregular lucha por mejorar sus condiciones y demanda acciones para combatir la inseguridad y otras carencias.
La falta de seguridad es uno de los problemas más apremiantes en Jardines del Norte. Los residentes viven con temor por su seguridad, integridad y patrimonio, tanto de día como de noche. La ausencia de vigilancia policial y patrullajes, así como la falta de respuesta a los llamados de auxilio, han llevado a los habitantes a tomar sus propias medidas de seguridad, enrejando sus tiendas y hogares.
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La venta ilegal de lotes en la colonia, a pesar de ser irregular, ha contribuido a la falta de control y orden en el lugar. Los asaltos son frecuentes, y los camiones de reparto evitan acercarse por temor a ser víctimas de la delincuencia, especialmente los vehículos de distribución de productos de empresas como Sabritas.
Además de la inseguridad, la colonia enfrenta problemas de abasto de agua, especialmente durante la temporada de estiaje. El servicio de agua se restringe a un día y medio a la semana en promedio, afectando la vida cotidiana de los habitantes. La falta de regularización y escrituras públicas también genera incertidumbre sobre la tenencia de la tierra en la zona, lo que dificulta solucionar los problemas de manera efectiva.
Las deficiencias en el suministro eléctrico también afectan la colonia, especialmente durante las lluvias, cuando se suspende el servicio debido a transformadores de baja capacidad. Además, calles en mal estado y la falta de alumbrado público contribuyen a un ambiente propicio para la delincuencia.
La presencia de casas abandonadas se ha convertido en un foco de atención para los delincuentes, quienes utilizan estos lugares como centros de operación para cometer robos y asaltos.
Las denuncias de los habitantes parecen no encontrar respuesta efectiva por parte de las autoridades, lo que genera descontento y frustración entre los residentes. La falta de vigilancia policial y la aparente inacción para resolver los problemas han llevado a los habitantes a enfrentar una realidad en la que deben protegerse por sí mismos.