El Parque Santo Domingo de Guzmán, uno de los más antiguos de Tuxtla Gutiérrez, ubicado en la Segunda Avenida Norte y Primera Calle Poniente, ha dejado de ser un sitio de esparcimiento y punto de encuentro familiar. Ahora, se ha convertido en un campamento para migrantes procedentes de Venezuela.
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La población migrante venezolana sigue creciendo en Tuxtla Gutiérrez, ocupando parques, plazas, centros comerciales, y hasta las entradas de tiendas de conveniencia y templos. En particular, han tomado el Parque Santo Domingo de Guzmán como lugar para pernoctar.
Jorman Alexander Canales, quien descansa en una hamaca atada a un laurel, expresa que su mayor aspiración, con el favor de Dios, es llegar a los Estados Unidos. Reconoce que el trayecto es peligroso y de alto riesgo, pero considera que es un sacrificio necesario para poder mantener a su familia.
No todos los migrantes están dispuestos a hablar con la prensa, muchos se muestran temerosos y algunos prefieren observar desde sus tiendas de campaña. La ropa cuelga en todas partes, secándose tras ser lavada con agua de lluvia o en la fuente frente a la estatua de Benito Juárez, ubicada en el parque.
A pesar de las recomendaciones de algunos de sus compañeros, Canales decide hablar. Relata que salió de Venezuela en los primeros días de agosto y que lleva poco más de un mes en camino. Agradece a la población mexicana por la ayuda recibida, pero aclara que su objetivo es encontrar un trabajo digno para apoyar económicamente a su familia, que permanece en Venezuela.
Canales ha solicitado audiencia con las autoridades de migración de Estados Unidos, esperando obtener un permiso para ingresar legalmente. Explica que el proceso de registro se puede hacer desde Tuxtla Gutiérrez, ya que en Tapachula no es posible.
El migrante comparte que, aunque su familia está bien de salud, la situación económica es crítica debido a la crisis en Venezuela. Decidió no migrar con ellos porque el cruce por la Selva del Darién, entre Panamá y Colombia, está lleno de peligros como robos, violaciones y homicidios.
Canales se disculpa por las molestias que los migrantes puedan causar a la población local. Reconoce que algunos ciudadanos no los ven con buenos ojos, aunque otros son solidarios. "Algunos hombres del campamento salen a trabajar temprano vendiendo dulces, limpiando parabrisas o abriendo puertas en tiendas de conveniencia", comenta, añadiendo que permanecerán en el parque hasta que consigan los medios para continuar su viaje hacia la Ciudad de México y luego a la frontera con Estados Unidos.
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