Josefa Aquino Martínez, conocida cariñosamente como "Chepita", es un ejemplo de fuerza y dignidad. A sus 96 años, esta mujer continúa trabajando para ganarse la vida, vendiendo fruta y chicharrines frente a su casa, ubicada en la 9a Norte esquina con 8a Poniente. Con bastón en mano y una visión limitada, afirma que no dejará de laborar hasta el último día de su vida, pues sostiene con orgullo: "No vivo de limosnas".
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Nacida el 19 de marzo de 1928, Doña Chepita comenta que las críticas en redes sociales surgieron después de hacerse viral por su oficio, cuestionando por qué no son sus nietos quienes la mantienen. Sin embargo, ella es clara: "Yo quiero trabajar, no quiero estar sentada (...) Han dicho que pido limosna, pero eso no es cierto. Malaya que yo anduviera con mi jícara como muchos que los sientan a pedir en el mercado".
La ancianita ha enfrentado la vida sola desde hace varios años. De los cinco hijos que tuvo, ninguno sigue con vida, por lo que son sus nietos y bisnietos quienes la visitan ocasionalmente para acompañarla. A pesar de las críticas, su objetivo es seguir trabajando para mantenerse por sus propios medios, destinando sus ganancias diarias a la reposición de mercancía y a su sustento.
Doña Chepita ofrece bolsas de chicharrines por 10 pesos y fruta a 15, precios bastante económicos en comparación con otros lugares de la ciudad, donde estos productos pueden llegar a costar el doble. "Lo que gano lo vuelvo a meter en mi venta, con eso me sostengo", explica con sencillez.
La casa que habita tiene un valor sentimental profundo para ella, ya que es el hogar donde creció y donde, dice, solo saldrá "rumbo al panteón". Recuerda con nostalgia un Tuxtla diferente, menos poblado y con precios asequibles: "Con un centavo podías comprar, era una ciudad llena de monte".
A pesar de que algunos intentaron ayudarla ofreciéndole reparaciones para su vivienda de lámina, Doña Chepita ha rechazado el apoyo para evitar rumores y malos comentarios. "No quiero estar en boca de la gente ni que me vean con lástima", asegura. Por eso, aunque acepta el dinero que la ciudadanía le da, aclara que lo recibe únicamente cuando viene "de corazón", sin esperar nada a cambio.
Josefa Aquino es un ejemplo de fortaleza y dignidad para los habitantes de Tuxtla Gutiérrez. Su historia es un recordatorio de que el trabajo es, para ella, no solo un medio de sustento sino una forma de vida que no está dispuesta a abandonar.
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