El representante de la Red Estatal de los Derechos Indígenas de Chiapas, Marcos Shilón Gómez demanda la reivindicación de los pueblos originarios de México a partir del nuevo gobierno federal y estatal, en ese sentido, se hace necesaria la creación del “Instituto Nacional de Pueblos Originarios” o, “Secretaría de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes”.
Este Instituto Nacional tendrá mayores responsabilidades, atribuciones, derechos y obligaciones para con los pueblos aborígenes de México, como una nueva relación política que se traduce en la atención directa, inmediata y territorial de los mismos con perspectiva intercultural, transversal y multicultural, que fortalezca la participación de las mujeres oriundas.
El objeto es garantizar el ejercicio pleno de los derechos humanos, que inicia con el de la consulta ante la implementación de las medidas legislativas, administrativas y proyectos de gran impacto por parte del Estado mexicano, esto es posible garantizar sin llegar a ser Secretaría de los Pueblos Indígenas puesto que la eficiencia y eficacia está en la estrategia de atención y garantía mas no en la estructura gubernamental.
Shilón Gómez afirma que en Chiapas, los tsotsiles, tseltales, tojolabales, mames, zoques, choles, kakchiqueles, kanjobales, chujes, jacaltecos, lacandones y mochos, pueden ser herramientas de manipulación política o del algún error de carácter económico, al grado de decir que, “los tsotsiles son mejores o peores que los tseltales o tojolabales”, o en su caso, entre los mismos tsotsiles expulsan a sus conciudadanos por no asumir o pertenecer a la misma religión o cultura.
La palabra “pueblos originarios” se refiere al “conjunto de personas que descienden de poblaciones asentadas con anterioridad a la conquista y que se encuentran dentro de las actuales fronteras del estado y que, poseen historia, idioma, usos y costumbres, formas de organización y otras características culturales comunes con las cuales se identifican sus miembros, reconociéndose como pertenecientes a la misma unidad socio cultural, mantienen vínculos con su espacio de ocupación tradicional bajo una lógica socio-espacial”.
La palabra “indio” ha adquirido matiz semántico de amplia resignificación, que muchas voces han aceptado y admitido en su palabra como aquella endeble actitud rebelde de mantener su diferencia frente a la globalización y homogenización social, o simplemente el ser, “terco o rebelde que no entiende de razones”.
Ante esta perspectiva, muchos pueblos y comunidades nativos de México y Chiapas en particular, asumen ser “indios” por su dignificación rebelde de no dejarse conquistar; por ello, es aceptable hablar de los indios: yaquis, mayas, kikapúes y wiráricas, quienes se definen como poblaciones indígenas que sobrevivieron en resistencia durante y después de la conquista y de la colonización.
Puntualizó que cada vocablo que se utilice, siempre estará plagado o cargado de sentidos y de significados por parte de la dominante con el dominado, y su uso lingüístico es determinante, puesto que la palabra “indio” para los mexicanos es un acto de denigración y de insulto más que, de encontrar referencia a los habitantes de la India.
En este contexto, subrayó, es un claro ejemplo, el sentido que se le ha puesto a la palabra “indio” en el contexto mexicano que se impone en la comunicación lingüística para denigrar o denostar al otro que es diferente a mí, o en su calidad de vulnerabilidad, y conforme pasa el tiempo este concepto también adquiere nuevas cargas negativas o positivas; pero siempre deja a un lado a la etimología como uso primerizo; no más dominación, sino atención en su justa dimensión.