De acuerdo a la recopilación de datos obtenidos del Instituto Nacional de Salud Pública en México. Las cesáreas se han vuelto de los tipos de parto más solicitados en embarazadas. Esta práctica se convirtió en un fenómeno mundial con una mayor realización en países de medianos y altos ingresos.
En 2017, México ocupó el segundo lugar en la tasa de cesáreas, tanto en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como a nivel mundial (46.8 y 48.7%, respectivamente).2,3
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una tasa de cesárea de 10 a 15%4 y la Norma Oficial Mexicana 007 establece un máximo entre 15 y 20%.5
Panorama del problema
Entre las complicaciones más comunes que se han presentado posteriormente de realizar este proceso es la carga financiera y riesgos clínicos para las pacientes y los sistemas de salud tales como tales como el aumento de la morbimortalidad para la madre y la persona recién nacida, así como un mayor riesgo de rotura uterina, placentación anormal, embarazo ectópico, muerte fetal y parto prematuro.
Tratándose de las afectaciones en la salud del bebé recibido por medio de una cesárea tienen diferentes exposiciones hormonales, físicas, bacterianas y médicas, y estas exposiciones pueden alterar sutilmente la fisiología neonatal.
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Estudios han revelado que la realización de esta práctica clínica es más frecuente en mujeres menores de 20 y mayores de 34 años de edad, primíparas, en habitantes de áreas urbanas, con altos niveles de escolaridad y de estatus socioeconómico alto.
Por eso es necesario ampliar la difusión de la atención materna privilegiando la resolución del embarazo vía parto vaginal, y haciendo constar el énfasis en la práctica de la cesárea como último recurso para salvar la vida de la madre y de la persona recién nacida.