En Tuxtla Gutiérrez la llegada de la primavera significa la mezcla de dos mundos, el de la religión católica y el de la cultura zoque. En la iglesia del Cerrito, uno de los templos más antiguos de la ciudad, los olores de incienso y matarratón se entremezclan con la vestimenta impecable de santos y vírgenes. Afuera, las señoras ataviadas con mandiles ofrecen pozol blanco y pozol de cacao en jícaras a los feligreses.
Además, la elaboración de collares con flores naturales es una de las tradiciones más bonitas de la ciudad. Estos collares se hacen con flores propias de la temporada, como la flor de mayo, y pueden ser utilizados como ofrendas en altares, decoración en festividades o simplemente para uso personal. Los collares de flores de tziqueté son muy populares y apreciados, ya que sus flores despiden un aroma dulce y agradable, así también otras de las flores que pueden llevar los collares son las gardenias, su olor peculiar adorna también el collar.
También puedes leer: Mujer artesana de Venustiano Carranza es reconocida por su trabajo textil
Mari Hernández, una artesana local, ha llevado adelante una tradición familiar de 30 años, elaborando y vendiendo las flores que la tierra de Tuxtla ofrece. Aprendió el oficio de su madre, doña María Luisa, y en su familia, la elaboración de estas flores es toda una tradición.
La colecta de las flores no es tarea fácil, ya que los árboles que las producen están cubiertos de espinas. Sin embargo, Mari ha dominado esta habilidad con destreza y elabora las flores de manera artesanal. La elaboración de las flores implica hacer guindas, colocando las flores de frente. Una vez terminadas, son comunes encontrarlas en los mercados públicos de la capital de Chiapas.
Lo sorprendente de estas flores es su precio económico en comparación con su belleza y beneficio. Se venden por tan solo 10 a 15 pesos cada una, y lo mejor es que no son un collar de un solo uso. Incluso cuando se secan, mantienen su belleza, y si se les dispersa agua, adquieren una nueva textura.
Se cuenta que este tipo de collar comenzó a elaborarse entre las mujeres zoques, con el fin de imitar las gargantillas de coral que usaban las personas de mayor poder adquisitivo. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas flores se han convertido en una parte integral de la cultura local y son utilizadas también como ofrenda en los santos que se adoran en las casas antiguas de la ciudad y entre los tradicionalistas.
Mari Hernández se siente orgullosa de seguir la tradición familiar y de poder mantener viva esta artesanía única. "Es un trabajo que requiere dedicación y paciencia, pero es gratificante ver cómo estas flores continúan siendo apreciadas por la comunidad local y visitantes", comenta Mari.
Sin duda, las flores de Tuxtla son un tesoro cultural que perdura en el tiempo y sigue siendo un símbolo de la riqueza artesanal de Chiapas. Estas tradiciones y conocimientos locales muestran el sincretismo cultural y la riqueza de la cultura chiapaneca, que se transmite de generación en generación y continúa siendo valorada por la comunidad.