/ martes 15 de marzo de 2022

Luchas y techno contra el racismo

En Bolivia, las fiestas “Electro Preste” buscan combatir el racismo a través de la integración de personas de distintos estratos socioeconómicos

Hace media hora que abrieron las puertas, pero aún hay poca gente. Unas cuantas turistas danesas dejan los pulmones en cada paso por la calle empinada que lleva al ring, mientras los bolivianos que esperan el espectáculo contemplan una nueva batalla contra el llamado “mal de altura”.

Al costado de la muchedumbre que se va juntando hay dos edificios: colores brillantes, diseños extravagantes y mucho vidrio. Adentro se ven dos pistas de baile faraónicas.

Son lo que muchos llaman "cholets", que significa una combinación de "cholo" y "chalet", ícono de la arquitectura neoandina. Y allí será la fiesta cuando caiga el sol.

Ahora se celebra afuera. Vientos, bombos y platillos comienzan a sonar sobre las cuatro de la tarde, delante del cuadrilátero, bajo la lluvia del impredecible clima de La Paz en verano. Como de costumbre, hace frío.

Una joven de pollera y trenzas sube al ring. "¡María, María!", le gritan varios hombres y nadie sabe si vinieron a la fiesta o si les pagaron para animar el combate. Su contrincante se llama Anabel; las dos son cholitas luchadoras.

Foto: AFP

El referí, de camisa a rayas blancas y negras, da el visto bueno. Empieza la pelea.

María se lanza sobre Anabel. Las polleras rebotan en cada caída y ambas intercambian puñetazos en lo que parece más bien una coreografía de la que el árbitro es parte.

Sin embargo, ellas aseguran que la lucha es verdadera.

"Es mi pasión... La verdad, la lucha la llevo en la sangre", cuenta María José Simonini, de 20 años.

"Significa poder, más que todo, porque antes había discriminación hacia las cholitas luchadoras, pero ahora ya no hay tanta", asegura.

Los términos "cholo", "chola" y "cholita" se refieren a la población originaria. Aunque se siguen empleando con desprecio en algunos contextos, han ido perdiendo la carga peyorativa que tenían desde la colonia y hoy son una palabra más.

"Contra el racismo"

María lanza a Anabel fuera del ring y continúa golpeándola en el suelo. Ninguna parece lastimada de verdad. Pero el público las alienta y no disimula las carcajadas.

Cientos, algunos con disfraces, van llegando conforme transcurre la pelea. Ven el ring y siguen de largo, pues prefieren entrar a bailar. La fiesta que tuvo la lucha de cholitas como preámbulo se llama “Electro Preste” y está empezando.

Un preste es una fiesta comunitaria dedicada a un patrono y es organizada por una persona o pareja de prestigio, especialmente entre la burguesía indígena aimara, y consiste en varios días de música, alcohol y opulencia.

Este, en cambio, no durará más de ocho horas y tiene una particularidad: combina el folclore andino con música electrónica, carnaval con disc jockeys.

Su objetivo es "pelear contra el racismo, que la gente se una de distintas partes de la ciudad, crear integración, obviamente respetando mucho nuestra cultura, pero fusionándola con la música electrónica", dice su organizadora, Ivana Alvestegui, de 30 años y conocida como DJ Iva.

Foto: AFP

Tras mostrar su pase de entrada, cada persona se topa con cinco mujeres de sombrero y vestidos rojos que la llenarán de confeti y serpentinas. Son alumnas de la escuela de modelaje para cholitas, que promueve la vestimenta andina.

El interior del cholet está lleno de espejos y luces de todos colores. Se hace de noche y ya hay miles bailando al ritmo de los Andes y el techno. A veces, uno; de a ratos, el otro; por momentos, los dos juntos.

La banda, que había tocado más temprano se rearma y entra desfilando al salón, escoltada por bailarinas y personajes típicos del carnaval de Bolivia: ángeles, diablos, osos.

El Electro Preste "es fusión cultural, integración y hacer que la gente se enamore de sus raíces bolivianas", agrega Aníbal Aguilar, alias DJ Animal Print, quien organiza por sexta vez junto a su colega Iva.

Pero es una fiesta de élite: muy pocos de los casi 12 millones de bolivianos, más de un tercio de ellos bajo la línea de pobreza, pueden pagar 36 dólares por una entrada.



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Hace media hora que abrieron las puertas, pero aún hay poca gente. Unas cuantas turistas danesas dejan los pulmones en cada paso por la calle empinada que lleva al ring, mientras los bolivianos que esperan el espectáculo contemplan una nueva batalla contra el llamado “mal de altura”.

Al costado de la muchedumbre que se va juntando hay dos edificios: colores brillantes, diseños extravagantes y mucho vidrio. Adentro se ven dos pistas de baile faraónicas.

Son lo que muchos llaman "cholets", que significa una combinación de "cholo" y "chalet", ícono de la arquitectura neoandina. Y allí será la fiesta cuando caiga el sol.

Ahora se celebra afuera. Vientos, bombos y platillos comienzan a sonar sobre las cuatro de la tarde, delante del cuadrilátero, bajo la lluvia del impredecible clima de La Paz en verano. Como de costumbre, hace frío.

Una joven de pollera y trenzas sube al ring. "¡María, María!", le gritan varios hombres y nadie sabe si vinieron a la fiesta o si les pagaron para animar el combate. Su contrincante se llama Anabel; las dos son cholitas luchadoras.

Foto: AFP

El referí, de camisa a rayas blancas y negras, da el visto bueno. Empieza la pelea.

María se lanza sobre Anabel. Las polleras rebotan en cada caída y ambas intercambian puñetazos en lo que parece más bien una coreografía de la que el árbitro es parte.

Sin embargo, ellas aseguran que la lucha es verdadera.

"Es mi pasión... La verdad, la lucha la llevo en la sangre", cuenta María José Simonini, de 20 años.

"Significa poder, más que todo, porque antes había discriminación hacia las cholitas luchadoras, pero ahora ya no hay tanta", asegura.

Los términos "cholo", "chola" y "cholita" se refieren a la población originaria. Aunque se siguen empleando con desprecio en algunos contextos, han ido perdiendo la carga peyorativa que tenían desde la colonia y hoy son una palabra más.

"Contra el racismo"

María lanza a Anabel fuera del ring y continúa golpeándola en el suelo. Ninguna parece lastimada de verdad. Pero el público las alienta y no disimula las carcajadas.

Cientos, algunos con disfraces, van llegando conforme transcurre la pelea. Ven el ring y siguen de largo, pues prefieren entrar a bailar. La fiesta que tuvo la lucha de cholitas como preámbulo se llama “Electro Preste” y está empezando.

Un preste es una fiesta comunitaria dedicada a un patrono y es organizada por una persona o pareja de prestigio, especialmente entre la burguesía indígena aimara, y consiste en varios días de música, alcohol y opulencia.

Este, en cambio, no durará más de ocho horas y tiene una particularidad: combina el folclore andino con música electrónica, carnaval con disc jockeys.

Su objetivo es "pelear contra el racismo, que la gente se una de distintas partes de la ciudad, crear integración, obviamente respetando mucho nuestra cultura, pero fusionándola con la música electrónica", dice su organizadora, Ivana Alvestegui, de 30 años y conocida como DJ Iva.

Foto: AFP

Tras mostrar su pase de entrada, cada persona se topa con cinco mujeres de sombrero y vestidos rojos que la llenarán de confeti y serpentinas. Son alumnas de la escuela de modelaje para cholitas, que promueve la vestimenta andina.

El interior del cholet está lleno de espejos y luces de todos colores. Se hace de noche y ya hay miles bailando al ritmo de los Andes y el techno. A veces, uno; de a ratos, el otro; por momentos, los dos juntos.

La banda, que había tocado más temprano se rearma y entra desfilando al salón, escoltada por bailarinas y personajes típicos del carnaval de Bolivia: ángeles, diablos, osos.

El Electro Preste "es fusión cultural, integración y hacer que la gente se enamore de sus raíces bolivianas", agrega Aníbal Aguilar, alias DJ Animal Print, quien organiza por sexta vez junto a su colega Iva.

Pero es una fiesta de élite: muy pocos de los casi 12 millones de bolivianos, más de un tercio de ellos bajo la línea de pobreza, pueden pagar 36 dólares por una entrada.



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