Enriqueta Basilio volvió a deslumbrar desde lo más alto del Estadio de Ciudad Universitaria cuando encendió el Fuego Olímpico con motivo del 50 aniversario de los Juegos Olímpicos de México 1968.
“¡50 años son poquitos!” Expresó Queta una vez que entró por la rampa de la maratón en silla de ruedas con el auxilio de Arturo Contreras, quien será el responsable del área de Activación Física de la CONADE.
Estaba muy contenta, porque afirmó que al paso del tiempo, uno se da cuenta del valor de las cosas.
A diferencia de hace 50 años, en esta ocasión sí sintió vértigo. Siempre ha creído que se pueden hacer las cosas si las personas se lo proponen. Es algo que en la vida no soñó, pero todavía cree que fue una misión en su vida, no fue ganar una medalla sino portar la flama sagrada del Olimpo.
Sintió en el rostro la flama al encenderse y recapituló mucho de lo que vivió en su juventud desde que los jóvenes de las delegaciones participantes le cerraron el camino, no sabía si le iba a alcanzar el aire para subir la escalinata, se repuso y olvidó lo que quedó atrás.
La concentración fue total, se concentró en subir y se le dio por primera vez el sitio a una mujer en el acto simbólico. El honor que tuvo que no lo cambiaría por nada, ni por una medalla olímpica: “Es algo que me llegó, es un designio de Dios”, enfatizó.
A 50 años de distancia Queta fue la primera mujer en encender un pebetero olímpico y en este próximo sexenio por primera vez una mujer dirigirá al deporte. Espera que en la nueva administración se ayude a todos los jóvenes de México, las cosas se hagan bien y exhortó a que apoyen a Ana Gabriela Guevara en este nuevo cometido.