Toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador

PIEDRA DE TOQUE

Ricardo Cuéllar Valencia

  · jueves 6 de diciembre de 2018

FOTO:CORTESÍA.

Ver y escuchar no es un acto ingenuo, gratuito o espontáneo. Las dos ceremonias del día primero de diciembre que acompañaron la toma de posesión del nuevo presidente de la República mexicana han creado una serie de polémicas, apenas obvias, desde el punto de vista político e ideológico. La llamada oposición PAN, PRI, PRD, se vienen distinguiendo por una lectura cargada de una inmensa pobreza analítica que no pasa de lo meramente ideológico, en términos de una postura replegada a los planteamientos de sus ideólogos. La palabra oposición no pasa de ser un acto de confrontación, cosido en una temperatura que arde, quema y queda en las cenizas de una airada alharaca, pero no pasa de ser una llamarada que se apaga gracias a su poca, escaza fuerza crítica. El discurso en el Senado fue fundamentalmente político, en el que puso en cuestión las gestiones de los gobiernos neoliberales con puntualidad histórica; destacó lo más significativo como fueron las privatizaciones, el aumento de la deuda pública, la vergonzosa importación de maíz, alimento primordial, de un país cuya esencia tiene sus raíces míticas en esa planta sagrada.

Lo característico del neoliberalismo fue abandonar el campo y entregar a la empresa privada sectores de la economía vitales como el petróleo, la energía, la pretensión de privatizar la educación. En el proceso múltiple que implicaron esas reformas lo que hizo posible su apertura fue precisamente el ayuntamiento entre el gobierno federal y los empresarios nacionales y extranjeros. Esa llave maestra fue la rectora de todo tipo de negocios, en los cuales se dieron los más variados intercambios de beneficios, lo que condujo a fin de cuentas a un dominio de los hombres del poder económico sobre los que ejercen el llamado poder político.

De ese matrimonio, perverso, infiel (en cierto sentido) las rapiñas se toleraban y hacían plausibles en el mismo aparato político por medio de transferencias de dineros del erario público a ciertos partidos para financiar campañas políticas y llenar los bolsillos de ciertos gobernadores y allegados. Además de las compras de tierras y múltiples negocios al amparo de gobernantes cómplices.

El aspecto central que ha sido columna vertebral del sistema político en el largo período neoliberal, el presidente López Obrador en el discurso de posesión lo señaló con todas sus letras: corrupción e impunidad. El planteamiento, de conjunto, fue la síntesis precisa de los numerosos bosquejos de campaña, incluso durante años. Desde la presencia del más descarado cinismo, la clamorosa ansiedad y la voracidad insaciable de muchos se hizo política desde el PRI, el PAN y el PRD (por lo que se debió romper). No sólo MORENA tomó la delantera para evidenciar los atropellos y despilfarros, dado que fueron surgiendo diferentes organizaciones nacidas de la sociedad civil que hacían lo mismo.

Así pues que el eje articulador del primer discurso fue precisar lo que la presencia devoradora del neoliberalismo ha significado para la sociedad mexicana. Evidentemente la Cuarta Transformación tiene como principal puntal enfrentar la corrupción y la impunidad.

La ceremonia que ordenó el segundo discurso fue único en la historia mexicana, pese al ninguneo de quienes muy poca importancia le otorgan a los saberes antiguos mexicanos, por razones que entendemos: no se sienten herederos de esos saberes, ello son usufructuarios de terratenientes y caciques, de toda esa corrupción que empotraron los conquistadores, la corona y las comunidades religiosas. Hoy sabemos, por las investigaciones en los diferentes campos de las ciencias sociales, la importancia, riqueza y valor que poseen tales saberes milenarios, en tanto que son los que guardan, conservan lo más sagrado de las maneras de ser de Aztecas, Mayas, Zapotecas, Tarahumaras, entre otros pueblos originarios. Los hombres del poder, la llamada oligarquía, esos auténticos herederos de losbárbaros españoles miran la presencia de las comunidades indígenas como algo propio para la explotación turística, para el vil negocio. Esos saberes antiguos no les da identidad, excepto algunos sabios que se encuentran excepcionalmente en centros de investigación y entre algunas comunidades religiosas herederas de fray Bartolomé de las Casas y de los ilustrados jesuitas del siglo XVIII como Clavijero, Alegre, Abad, Landívar, entre otros.



El ritual celebrado en el zócalo fue de una profunda significación sociocultural: retrotraer, colocar en un principalísimo nivel los saberes antiguos de México, que encarnan la propia sabiduría, de las más sabias de toda América, y que por esos nefastos destinos de la historia han llegado a una degradación, humillación y postración que es, para un humanista, como Andrés Manuel López Obrador, insoportable. Su trayectoria política lo atestigua. El acto ritual fue algo conmovedor y sobre todo significativo: le entregaron el bastón de mando. Querer verlo como algo folclórico o populista es dejarlo en una mirada tan pobre y falta de comprensión que da grima escuchar y leer a esos señores políticos y periodistas.

Señalar la esencia de la corrupción y la impunidad y traer a la escena política los saberes antiguos de México, les ha dolido a esa casta de conservadores que no pueden soportar tales evidencias. (Continuará el lunes 10 de diciembre).