Luego de que un grupo de empresarios expresaran su intención de prohibir la música de banda en las playas de Mazatlán, Sinaloa, calificándolas de “un escándalo” y “un desastre”, que afecta al descanso de los turistas extranjeros, en redes sociales estalló el debate sobre su permanencia o regulación, la cual ya comenzó, con el acuerdo de que las bandas tendrán un horario de trabajo de 10 a 22 horas, y el inicio de estudios de logística.
Sin embargo, el suceso abre la discusión sobre la condición de los intérpretes de los diferentes tipos de música de banda en Sinaloa y otros estados del país, así como de la protección de su repertorio e instrumentación como elementos culturales, cuya tradición en playas de Mazatlán se remonta a la segunda mitad del siglo XIX.
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También regular hoteles
En entrevista con El Sol de México, la integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Georgina Flores Mercado, coordinadora del libro Bandas de viento en México (INAH, 2015), da su opinión sobre lo sucedido y la regulación de la música de banda.
“Las voces de los músicos son fundamentales. Si los músicos no tienen un buen nivel de participación en las políticas culturales y, en este caso, del uso del espacio público, se estarían atropellando los derechos de grupos que aprenden sobre todo por tradición oral y que resguardan repertorios muy importantes, los cuales no son valorados por ciertas clases sociales.
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“Esto no quiere decir que no haya regulación, porque evidentemente tiene que haber un contrato social. Pero, así como se propone regular a los músicos también se debería regular a los hoteleros, quienes también han abusado al tomar territorios que les pertenecen a las colectividades privatizándolos”, afirma la especialista.
Iniciar política cultural
Sobre la importancia que tienen los músicos de banda para la contribución y preservación del patrimonio musical mexicano, la investigadora Flores Mercado explica que “son ellos mismos los agentes que, a través de sus historias personales, familiares y regionales, reencarnan sus conocimientos musicales”.
Es por esta razón que la especialista, entre cuyas líneas de investigación se encuentran las músicas, danzas y festividades tradicionales como patrimonio cultural inmaterial, considera que debería implementarse “una política cultural estatal que no dejara a la deriva a los músicos, porque en la búsqueda de tener un ingreso económico, se transforma toda su tradición”.
“Tiene que haber una intervención gubernamental en el mejor sentido de los términos. Insisto, de forma participativa con los músicos para que pueda seguir manteniéndose todos los repertorios musicales de largo aliento, como son las bandas presentes en Sinaloa desde hace más de un siglo. Bandas que no sólo aparecieron ahí, sino que son producto de varios procesos de conflictos y creatividad.
“Son procesos en que la misma población se apropia de esta música y le da vida desde su misma cultura, pues estos tocan en bodas, en velorios, en bautizos y fiestas familiares, pero que, actualmente, por los procesos de globalización, donde está insertado el turismo, han modificado sus escenarios y momentos en que los músicos tocan”, agrega.
Entre otros cambios históricos que han tenido las agrupaciones de bandas de viento, en general, se encuentran, de acuerdo con Flores Mercado la reducción instrumental, porque “se volvieron bandas hueseras”, en búsqueda constante de trabajo y lugares para tocar; así como la integración de intérpretes principalmente jóvenes.
Dominio de la banda sinaloense
De la presencia de la música de banda en toda la República, la investigadora menciona que estas agrupaciones de viento, aunque todas tienen un origen común en las bandas militares, que tocaban también en lugares públicos por momentos, cada una tiene sus características instrumentales y de repertorio, generando una amplia diversidad musical que aporta identidad en cada región, imposible de estudiar en su totalidad.
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Sin embargo, la especialista apunta, que en los últimos años se ha percibido una reducción de dicha diversidad por el gran éxito de las bandas sinaloenses comerciales y la tecnobanda, las cuales no responden exactamente a las tradicionales.
“No sólo se trata de una disputa por el espacio público, sino también por una permanencia como parte de un gusto popular. Sin embargo, en el caso (de la música de banda en Sinaloa) está muy afianzada en la población. Lo que tiene que preocuparnos más es el estatus que tienen los músicos y sus condiciones laborales, que su permanencia, la cual se encuentra en prácticamente en todos los estados del país, e incluso en Estados Unidos”, finaliza.