/ domingo 10 de junio de 2018

PIEDRA DE TOQUE

  • Carta pública al escritor Héctor Abad Faciolincepor un colombiano (31 de mayo de 2018)

Primera de dos partes

“El día de ayer tuve la oportunidad de leer sucolumna titulada: Colombia entre la oligarquía y la demagogia,donde expone sus impresiones sobre el panorama electoral del paísy explica los motivos por los cuales no se siente representado porninguno de los actuales candidatos a la presidencia. Teniendo encuenta la pluralidad de visiones que confluyen en este momentohistórico, su posición es válida y respetable, considero quealguien que goza de un reconocimiento de opinión importante,tiene a bien expresar su lectura de país. Sin embargo, lo que meha sorprendido de su columna, es la lógica de su argumento y essobre ella que me permito profundizar y problematizar.

El primer punto a discutir, es su énfasis enpresentar el país y su actual panorama político, entre lasformas tradicionales de la oligarquía de extrema derecha, lademagogia de la extrema izquierda y las posiciones de centro. A miparecer, hay un círculo vicioso en esa forma de entender larealidad, el cual limita las posibilidades comprensivas en uncontexto tan convulsionado como el nuestro. Estimo que dichaseparación, crea una ficción nociva sobre lo político quesólo le sirve a las dinámicas de poder que buscan perpetuarseconstruyendo focos de atención mediática. La pregunta quesubyace sería si esos enemigos ficcionales que los medios estánconstruyendo, están realmente a la altura de los conflictos microy macro-sociales en lo contemporáneo.

Hace ya varias décadas que el pensamiento críticogravita en otras orbitas discursiva, a pesar del cuestionamientolegitimo a las injusticias derivadas de un capitalismo perverso, suacción ya no se sostiene de manera exclusiva en imaginariosasociados al socialismo o el comunismo. Es decir, el énfasis nose detiene en la acción militante para una transformaciónmacroeconómica, pues la historia nos ha demostrado que no es enla macro-estructura donde el ser humano resuelve el problemaético con sus diferencias. Hoy el mundo se mueve desde otrascoordenadas, las luchas sociales y políticas modernas, nonecesariamente se orientan en la dicotomía entre explotados oexplotadores o en la lucha de clases; hoy se responde a lasdinámicas del poder con nuevas emergencias micro políticas, quedesde campos de subjetivación diversos, fecundan el ejercicio denuevas ciudadanías.

Estos brotes de emancipación subjetiva y micropolítica, se dan en todos los órdenes y territorios, y vienenconfigurando agendas de trabajo insospechadas que derivan enacciones colectivas, las cuales no sería justo enmarcar en unalínea tan limitante como derecha, centro o izquierda. Hoy podemosreconocer nuevas ciudadanías campesinas, urbanas, indígenas,juveniles, ecológicas entre muchas otras donde lo significativoes cómo batallan por integrar sus lenguajes y memorias emergentesa la escena social. Lo realmente demagógico, es sostener en eldiscurso un imaginario heredado de los fantasmas no resueltos de laguerra fría, en donde toda propuesta alternativa de ciudadanía,se valoraba como promotora de un comunismo terrorífico. Por elcontrario, ahora se trata de reconocer su experiencia solidaria yafectiva en la generación de narrativas alternativas.

El reduccionismo al que usted acude es mal sanoporque no permite mirarnos y porque además de invisibilizar lapraxis de ejercicios políticos diversos en el país, tiende acrear pesos innecesarios e injustos sobre la misma gente. El díadomingo debí primero acompañar a mi padre a ejercer su derechoal voto. Él tomó la opción de Duque, y no creo que desde suactitud y pensamiento se sienta políticamente identificado conlas posiciones retrogradas de un extremista de derecha. Luegodebí acompañar a mi madre a votar por Fajardo junto con mihermano que acababa de votar por Petro, después todos compartimosun café dominical. ¿Qué significado puede tener esto? Estaescena, que intuyo es muy colombiana y cada vez más común,destituye justamente ese reduccionismo, muchas familias estáncompartiendo sus visiones políticas, quizás no desde unamilitancia rabiosa, ni desde una intensión dividida y polarizada,sino como expresión de malestares diversos que desde susemergencias quieren encontrarse, el asunto es traducir esasdemandas en espejo de lo que Colombia quiere expresar encolectivo.

Lo que me extraña de su posicionamiento, es quesiempre he considerado que la literatura y las artes son losantídotos sociales más efectivos contra este tipo deimaginarios excluyentes. La literatura es una forma enseñarle ala gente a salvarse de los tristes binarios de la política, lasdoctrinas cerradas y las formas de esclavitud moderna, es por elloque, dado su quehacer y reconocimiento, no deja de inquietarme suposición.

El segundo punto que quiero problematizar, es elimpacto de lo anterior en su percepción de las campañas deFajardo y Petro. Expongo inicialmente que, en los programaspresentados por los dos candidatos, puedo reconocer muchas másconvergencias que antagonismos programáticos, los dos hacen ecode una necesidad de trasformación de país y los dos obedecen aun proyecto modernizador de Estado en sintonía con esas nuevasciudadanías emergentes.

Sería triste decir, por ejemplo, que quienesvotaron por Fajardo, lo hicieron motivados por el descontento queles representa las figuras de Uribe o Petro, sería injusto yextremadamente sesgado. Prefiero pensar que votaron por un proyectode país y por la identificación de vacíos profundos en lagestión de lo público, que se movilizaron por una confluenciade procesos sociales y culturales invisibilizados tradicionalmentey que ahora podrían constituir una alternativa de gobierno. Esdecir que no se quedaron en una neutralidad patológica quehabía caracterizado a las posiciones de centro de otras épocas,sino que pasaron a la acción verdaderamente política.

En el caso de Petro estamos ante una situaciónsimilar. Sus votantes, desde orillas distintas están tambiénapostándole a una humanización de Estado que permita superaruna tolerancia mezquina de la violencia en todos sus órdenes. Ladiferencia entre Petro y Fajardo es que el primero canaliza unaconciencia histórica del país, y no se limita solo a proponeruna reconciliación aparente y maquillada de las diferencias.Petro evidentemente evoca heridas históricas, lo cual no esnegativo, pues al hacerlo facilita la germinación de escenariosque nos permitan resolver creativamente nuestras tragedias nocontadas. La historia colombiana viene de heridas profundas entreellas la violencia por el monopolio de la tierra. Lo que propone laColombia Humana es dar pasos para sanar esa herida y ello me parecevaliente y urgente.

Hemos sabido reconocer que las heridas que no senombran, entran en un ciclo vicioso que hace que se repita ennuevas violencias. Lo que evoca Petro desde mi mirada, no es elodio de clases como usted supone, sino la oportunidad de volvernosdignos de la historia a partir de sanar esas heridas socialesprofundas. Ese es un reto que desborda a cualquier gobierno, noobstante es interesante que una propuesta se pueda preguntar porello e intente construir una agenda en ese horizonte. Salvo estadiferencia, considero que las dos propuestas de Petro y Fajardo seconstruyen desde un deseo profundamente democrático que espositivo para la conciencia política del país.

  • Carta pública al escritor Héctor Abad Faciolincepor un colombiano (31 de mayo de 2018)

Primera de dos partes

“El día de ayer tuve la oportunidad de leer sucolumna titulada: Colombia entre la oligarquía y la demagogia,donde expone sus impresiones sobre el panorama electoral del paísy explica los motivos por los cuales no se siente representado porninguno de los actuales candidatos a la presidencia. Teniendo encuenta la pluralidad de visiones que confluyen en este momentohistórico, su posición es válida y respetable, considero quealguien que goza de un reconocimiento de opinión importante,tiene a bien expresar su lectura de país. Sin embargo, lo que meha sorprendido de su columna, es la lógica de su argumento y essobre ella que me permito profundizar y problematizar.

El primer punto a discutir, es su énfasis enpresentar el país y su actual panorama político, entre lasformas tradicionales de la oligarquía de extrema derecha, lademagogia de la extrema izquierda y las posiciones de centro. A miparecer, hay un círculo vicioso en esa forma de entender larealidad, el cual limita las posibilidades comprensivas en uncontexto tan convulsionado como el nuestro. Estimo que dichaseparación, crea una ficción nociva sobre lo político quesólo le sirve a las dinámicas de poder que buscan perpetuarseconstruyendo focos de atención mediática. La pregunta quesubyace sería si esos enemigos ficcionales que los medios estánconstruyendo, están realmente a la altura de los conflictos microy macro-sociales en lo contemporáneo.

Hace ya varias décadas que el pensamiento críticogravita en otras orbitas discursiva, a pesar del cuestionamientolegitimo a las injusticias derivadas de un capitalismo perverso, suacción ya no se sostiene de manera exclusiva en imaginariosasociados al socialismo o el comunismo. Es decir, el énfasis nose detiene en la acción militante para una transformaciónmacroeconómica, pues la historia nos ha demostrado que no es enla macro-estructura donde el ser humano resuelve el problemaético con sus diferencias. Hoy el mundo se mueve desde otrascoordenadas, las luchas sociales y políticas modernas, nonecesariamente se orientan en la dicotomía entre explotados oexplotadores o en la lucha de clases; hoy se responde a lasdinámicas del poder con nuevas emergencias micro políticas, quedesde campos de subjetivación diversos, fecundan el ejercicio denuevas ciudadanías.

Estos brotes de emancipación subjetiva y micropolítica, se dan en todos los órdenes y territorios, y vienenconfigurando agendas de trabajo insospechadas que derivan enacciones colectivas, las cuales no sería justo enmarcar en unalínea tan limitante como derecha, centro o izquierda. Hoy podemosreconocer nuevas ciudadanías campesinas, urbanas, indígenas,juveniles, ecológicas entre muchas otras donde lo significativoes cómo batallan por integrar sus lenguajes y memorias emergentesa la escena social. Lo realmente demagógico, es sostener en eldiscurso un imaginario heredado de los fantasmas no resueltos de laguerra fría, en donde toda propuesta alternativa de ciudadanía,se valoraba como promotora de un comunismo terrorífico. Por elcontrario, ahora se trata de reconocer su experiencia solidaria yafectiva en la generación de narrativas alternativas.

El reduccionismo al que usted acude es mal sanoporque no permite mirarnos y porque además de invisibilizar lapraxis de ejercicios políticos diversos en el país, tiende acrear pesos innecesarios e injustos sobre la misma gente. El díadomingo debí primero acompañar a mi padre a ejercer su derechoal voto. Él tomó la opción de Duque, y no creo que desde suactitud y pensamiento se sienta políticamente identificado conlas posiciones retrogradas de un extremista de derecha. Luegodebí acompañar a mi madre a votar por Fajardo junto con mihermano que acababa de votar por Petro, después todos compartimosun café dominical. ¿Qué significado puede tener esto? Estaescena, que intuyo es muy colombiana y cada vez más común,destituye justamente ese reduccionismo, muchas familias estáncompartiendo sus visiones políticas, quizás no desde unamilitancia rabiosa, ni desde una intensión dividida y polarizada,sino como expresión de malestares diversos que desde susemergencias quieren encontrarse, el asunto es traducir esasdemandas en espejo de lo que Colombia quiere expresar encolectivo.

Lo que me extraña de su posicionamiento, es quesiempre he considerado que la literatura y las artes son losantídotos sociales más efectivos contra este tipo deimaginarios excluyentes. La literatura es una forma enseñarle ala gente a salvarse de los tristes binarios de la política, lasdoctrinas cerradas y las formas de esclavitud moderna, es por elloque, dado su quehacer y reconocimiento, no deja de inquietarme suposición.

El segundo punto que quiero problematizar, es elimpacto de lo anterior en su percepción de las campañas deFajardo y Petro. Expongo inicialmente que, en los programaspresentados por los dos candidatos, puedo reconocer muchas másconvergencias que antagonismos programáticos, los dos hacen ecode una necesidad de trasformación de país y los dos obedecen aun proyecto modernizador de Estado en sintonía con esas nuevasciudadanías emergentes.

Sería triste decir, por ejemplo, que quienesvotaron por Fajardo, lo hicieron motivados por el descontento queles representa las figuras de Uribe o Petro, sería injusto yextremadamente sesgado. Prefiero pensar que votaron por un proyectode país y por la identificación de vacíos profundos en lagestión de lo público, que se movilizaron por una confluenciade procesos sociales y culturales invisibilizados tradicionalmentey que ahora podrían constituir una alternativa de gobierno. Esdecir que no se quedaron en una neutralidad patológica quehabía caracterizado a las posiciones de centro de otras épocas,sino que pasaron a la acción verdaderamente política.

En el caso de Petro estamos ante una situaciónsimilar. Sus votantes, desde orillas distintas están tambiénapostándole a una humanización de Estado que permita superaruna tolerancia mezquina de la violencia en todos sus órdenes. Ladiferencia entre Petro y Fajardo es que el primero canaliza unaconciencia histórica del país, y no se limita solo a proponeruna reconciliación aparente y maquillada de las diferencias.Petro evidentemente evoca heridas históricas, lo cual no esnegativo, pues al hacerlo facilita la germinación de escenariosque nos permitan resolver creativamente nuestras tragedias nocontadas. La historia colombiana viene de heridas profundas entreellas la violencia por el monopolio de la tierra. Lo que propone laColombia Humana es dar pasos para sanar esa herida y ello me parecevaliente y urgente.

Hemos sabido reconocer que las heridas que no senombran, entran en un ciclo vicioso que hace que se repita ennuevas violencias. Lo que evoca Petro desde mi mirada, no es elodio de clases como usted supone, sino la oportunidad de volvernosdignos de la historia a partir de sanar esas heridas socialesprofundas. Ese es un reto que desborda a cualquier gobierno, noobstante es interesante que una propuesta se pueda preguntar porello e intente construir una agenda en ese horizonte. Salvo estadiferencia, considero que las dos propuestas de Petro y Fajardo seconstruyen desde un deseo profundamente democrático que espositivo para la conciencia política del país.

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