(Dedicado a Brenda Guerrero y a Eugenia Pérez Marín)
En la entrega del Pakal 2019 en la ciudad de Ocosingo le tocó pasar a cantar a Javier Siria, hijo del legendario cantante mexicano Javier Solís. El hijo del rey del bolero ranchero me dedicó y cantó la canción que más me gusta que interpretaba Javier Solís, “En mi viejo San Juan”. Yo me puse nostálgico porque recordé cuando fui a Puerto Rico por primera vez y visité al viejo San Juan. Me tocó hospedarme en el hotel donde según me dijeron se inspiró Noel Estrada para escribir la canción de “En mi viejo San Juan”. Al abrir mi cuarto me encontré junto al mar, donde las olas chocan con las enormes piedras. Recordé la canción que me inspiró tanta nostalgia. Les dejo la letra que escribo a mi manera:
“En mi viejo San Juan cuántos sueños forjé en mis noches de infancia. Mi primera ilusión y mis cuitas de amor son recuerdos del alma. Una tarde me fui hacia extraña nación, pues lo quiso el destino. Pero mi corazón se quedó frente al mar. En mi viejo San Juan. Adiós, adiós, Borinquén querida, tierra de mi amor. Adiós, a dios, mi diosa del mar. Mi reina del palmar. Me voy pero un día volveré a buscar mi querer. A soñar otra vez en mi viejo San Juan. Pero el tiempo pasó y el destino burló mi terrible nostalgia. Y no pude volver al San Juan que yo amé pedacito de patria. Mi cabello blanqueó. Y mi vida se va. Ya la muerte me llama. Y no quiero morir alejado de ti Puerto Rico del alma. Adiós, adiós, Borinquén querida. Tierra de mi amor. Adiós, adiós. Mi diosa del mar. Mi reina del palmar. Me voy pero un día volveré a buscar mi querer. A soñar otra vez en mi viejo San Juan”.
Es un bolero que expresa la nostalgia de los puertorriqueños que por alguna razón han tenido que emigrar. Es un himno para los puertorriqueños. Es una canción que desde que tenía seis años escuchaba en la rocola de la refresquería La Cruz Blanca que pertenecía a mi abuela, allá en mi Tapachula. Con el tiempo tuve la fortuna de visitar al viejo San Juan, capital de Puerto Rico. En aquellos años vi un San Juan donde se miraba la pátina del tiempo en sus puertas y ventanas. Sus paredes sin pintar. Muchos años después visité al viejo San Juan convertido ya en un disneylandia, pintado con colores pasteles: Amarillo tango, verde perico y un vivo color azul. Ya no era mi viejo San Juan. Ese lo llevaba conmigo en mi nostalgia.
Pero como les decía, después de cantarme esta canción el hijo de Javier Solís cantó “Payaso” y “Sombras nada más”, pero antes me hizo parar y se quitó su saco de charro, que le perteneció a su padre y me lo puso. Me dijo: “Va usted a sentir una gran energía”. Me lo puso y en efecto sentí una gran energía. Y empecé a sudar y a llorar como niño sin poder parar, todo el mundo lo vio. Hice el show con el hijo de Javier Solís. Nos ganamos la noche. La gente nos aplaudió emocionada. La cuestión es que no fue actuado, de mi parte sufrí un encuentro con el finado Javier Solís, ídolo de las multitudes.
Después Javier Siria siguió cantando las canciones que interpretaba su papá. Yo me fui a sentar al presidio y me dijo don Enrique García Cuellar. “Se puso usted la camisa de Javier Solís. Ya tiene algo que contar”.