- Nuestro país cuenta con servicios de salud pública deexcelencia, pero que se encuentran concentrados en la Ciudad deMéxico.
- En cambio, en nuestras poblaciones, padecemos una escasezterrible de servicios de salud en que no hay siquieramedicamentos.
La semana pasada acompañé a un familiar a consultamédica al Instituto Nacional deCiencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en la Ciudadde México. En el sur de la Ciudad, en la zona de hospitales, enTlalpan, se encuentran además del citado otros institutosnacionales, como el de Cancerología, de EnfermedadesRespiratorias, de Psiquiatría, de Cardiología, de Pediatría. Setrata, podríamos decir, de una pequeña ciudad de la salud, conlos hospitales públicos de mayor prestigio del país puesto que,además de su altísima calidad en los servicios médicos quebrindan, cuentan con un área importante de investigación.
Sin duda que nuestro país cuenta con ese magníficoservicio de salud pública, pero que se encuentra concentrado en laCiudad de México y cuya descentralización resulta ahoraimpensable. A estos institutos u hospitales llegan pacientes detodo el país, que han sido canalizados desde sus respectivaslocalidades –por tratarse de casos graves o complicados- através de los servicios de salud públicos como el ISSSTE o elIMSS. Sin embargo, son un porcentaje mínimo (pero tan mínimo deni siquiera superan un 0.5 ciento de la población que en todo elpaís realmente requiere estos servicios). Imagínese estimadolector si usted o alguien de su familia, de la mía, requirieseservicios médicos especializados y cuyo costo en una clínicaprivada es altísimo, lo cual tampoco garantiza su calidad óptima,por lo que debe acudir a la clínica de salud pública que lecorresponde, ¿qué haría? ¿qué haríamos?
Esta situación me hizo reflexionar sobre el descuido en que ha caído una de las conquistas“democráticas” de nuestro pueblo con respecto a los serviciosprimordiales que el Estado debe brindar, como lo son la salud, laeducación, la seguridad, etc. No cabe duda de que si los recursosinmensos, generados por sus inmensas riquezas naturales, de nuestropaís hubieran sido utilizados adecuadamente, sin la corrupción nila impunidad que ha prevalecido, habría en cada uno de los estadosde la República este tipo de institutos de salud de gran nivelcomo los que he mencionado al inicio de este texto. Y no sólo eso,sino también habría las universidades, los centros deinvestigación, y muchas otras cosas que son fundamentales para eldesarrollo de nuestro país y su pueblo. Cuando se habla y nos dana conocer las enormes cifras del presupuesto que se han embolsadolos políticos y gobernantes, omiten hacer un parangón con lo quehubieran significado esas cifras en cuanto a cantidad dehospitales, escuelas, centros de investigación,infraestructura.
Por eso es lamentable que padezcamos en nuestraspoblaciones una escasez terrible de servicios de salud en que nohay siquiera medicamentos –pero claro que en los reportes degastos de esas instituciones sí aparecen como adquiridos mediantesumas millonarias- para los beneficiarios que acuden a los centrosy clínicas de salud pública.
Este tema me resulta muy sensible puesto que entiempos recientes me ha tocado presenciar entre los conocidos,familiares, compañeros de trabajo, situaciones muy lamentables enque por falta de los servicios de salud adecuados su enfermedad seha agravado sin recibir las atenciones médicas pertinentes, einclusive han sido situaciones fatales que los ha llevado a latumba.
Somos un país en que sospechamos de la veracidad delas estadísticas, de las cifras oficiales –regularmente seencuentran maquilladas- que se nos presentan, y por lo tantohacemos caso omiso de ellas. Pero si hubiera una instancia concredibilidad que nos pudiese dar cuenta y razón, con cifrasreales, de los casos en que por negligencia médica, por falta deatención, por dilación en los servicios públicos de salud haygente que ha sucumbido a enfermedades que de haberse atendidoadecuada y expeditamente hubieran evitado la fatalidad, creo quelos números serían alarmantes y motivo de acusación como crimende lesa humanidad.
Es muy triste percatarnos del desamparo en que comopoblación nos encontramos ante las enfermedades por la inoperanciay falta de calidad de los servicios públicos de salud. Lasenfermedades gastrointestinales, simples catarros, la influenza,siegan la vida de mucha gente en nuestras comunidades rurales y enamplios sectores también de nuestros poblados; ya no digamoscuando se presentan casos más graves como cáncer, diabetes,enfermedades cardíacas, etc.
La gran mayoría hemos sabido de casos en que cuandose diagnostica un cáncer, por ejemplo, se deja en la indefensiónal paciente. De la clínica de atención inmediata en nuestraslocalidades, los trasladan parsimoniosa y lentamente a un serviciode atención mayor a Tuxtla, y luego a esperar dos o tres semanaspara ser atendidos en Tapachula, cuando cada instante quetranscurre resulta fatal para el paciente. Un traslado a unhospital de alto nivel a la capital del país –nientusiasmarnos-, pareciera algo totalmente alejado del horizontepor los costos que debería erogar la institución gubernamentalresponsable.
Pero en el fondo es un tema de mayores alcances quetiene que ver con una serie de factores mal atendidos que abonan ala problemática de la salud –alimentación, educación, cuidadospreventivos, entorno habitacional, etc.- y las medidas despiadadasdel modelo económico que desde hace 30 años, mediante laestrategia de la privatización indiscriminada, se ha idosacudiendo la responsabilidad de prestar los servicios públicos ygratuitos a la población.
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