/ domingo 8 de agosto de 2021

HDP, novela de Sabina Berman, exhibe “la religión del dinero”

Sabina Berman habla de su libro HDP, inspirado en el manejo empresarial de la pandemia

No aparece su nombre. No es necesario. Desde las primeras páginas, se deduce que el protagonista de HDP (Planeta, 2021), el nuevo libro de Sabina Berman, es el empresario del Ajusco, el de los abonos chiquitos, el de la banca para los que menos tienen. El mismo que se negó a cerrar sus negocios durante la pandemia “porque nos tiene que dar Covid a todos”.

“Yo nunca diré nombres propios”, advierte la autora. “Lo que siento es que en este libro se reveló el sistema nervioso de un capitalismo que nos educa bajo los preceptos de la religión del dinero”.

De algún modo, esta novela es una válvula de escape a la indignación —y a la ira— de Sabina Berman. Durante 14 años, ella trabajó como presentadora y periodista para TV Azteca, la televisora de Ricardo Salinas Pliego, la tercera persona más rica de México, con una fortuna superior a los 13 mil millones de dólares, de acuerdo con Bloomberg.

Cuando la pandemia comenzó, Sabina se encontró, en los pasillos de su antigua empresa, con la religión del dinero. Por orden de Salinas Pliego, los altos directivos ordenaron que todas las áreas del Grupo Salinas —la matriz que aglutina a compañías como Elektra y Banco Azteca— debían continuar sus actividades de manera normal aunque México se estuviera convirtiendo en el cuarto país con mayor número de muertes por Covid-19, según la Universidad Johns Hopkins.

“En este consorcio no se regresó al seno de la humanidad”, asegura Berman, sin mencionar nunca a Salinas Pliego ni a TV Azteca ni a nadie relacionado con ese universo. Prefiere mantener su libro como un secreto a voces. HDP son las siglas del empresario de la historia: Hugo David Prado. Pero también las de hijo de puta. "Y hay varios en el mundo, no sólo uno", advierte la autora.

“Un día —recuerda Berman— me di cuenta que, en los niveles más altos de la empresa, empezaron a hablar un segundo lenguaje, distinto al del resto de la humanidad. Decían que el bicho no era peligroso, que la OMS estaba histérica, que los doctores y las farmacéuticas tenían intereses secretos o que sólo era una gripa que mataba a los obesos de más de 80 años”.

Quienes creían en estas versiones alternativas de la realidad, dice Berman, eran personas con salarios altos que no estaban dispuestos a dejar su trabajo ni a perder su fuente de ingresos aunque ya tuvieran ahorros y propiedades. “Estaban dispuestos a arriesgar su vida”.

Pero también había una contraparte: la inmensa mayoría de trabajadores asalariados —en el mejor de los casos— que dependían de la quincena para poder comer, mantener a su familia o pagar la renta. “Ellos estaban en un predicamento imposible: o se morían del virus o se morían de hambre”, asegura Berman.

Pronto, la escritora y dramaturga descubrió que no tenía el poder para cambiar las cosas. Entonces renunció. “No iba a ser cómplice, no iba a arriesgar a mi equipo. Cuando me fui, sentí un gran alivio, pero un mes después me di cuenta que no podía olvidar todo lo que había visto y escuchado. Y eso no me pasa muy seguido. Pero cuando sucede, sé que tengo que escribirlo”.

Así nació HDP, el nuevo libro de Sabina Berman que empieza con una advertencia desde la portada: “Esto es una novela, aunque se parezca a la realidad de forma asombrosa”. Y sí, desde las primeras páginas uno se adentra en el mundo del Grupo Alfa y el gran Hugo David Prado, alguien que no resulta tan ficticio si se buscan un par de noticias en Google.

En la vida real, Sabina Berman y Ricardo Salinas Pliego han tenido pleitos que han llegado a las redes sociales y los medios de comunicación. El libro, las columnas y las declaraciones de ella no han sentado bien en él. En diciembre pasado, el dueño de Grupo Salinas dijo que Berman había sido su “esclava” durante sus años como trabajadora en TV Azteca. La autora respondió que nunca se sintió así, aunque ganara más que un senador. Le reprochó que sus empresas se habían convertido en “la red de focos de infección” y que sus decisiones en aras de ganar dinero habían provocado enfermedad y muerte entre sus empleados. Salinas, por su parte, la atacó diciendo que su "novelita" era "dramática" y carente de argumentos.

“No hay que normalizarlo: (la negligencia empresarial) sucedió con no más de 10 hijos de puta. Yo llamo hijo de puta a esa persona que está en la cima de una pirámide capitalista y que se lleva un beneficio muy exagerado con base en el trabajo de toda la pirámide. El caso más evidente es el del capitalista de los capitalistas: Jeff Bezzos, el dueño de Amazon, una compañía que nunca cerró sus operaciones en la pandemia”, observa Berman.

Para ella, el gran enemigo público de la humanidad es el capitalismo salvaje, ese que pone al dinero por sobre todas las cosas. Y que se cuela —dice— en cada estrato humano hasta que las personas creen que todo se puede comprar: la justicia, la verdad, la democracia, la vida…

“Decimos que pertenecemos a una sociedad humanista, pero nos mentimos. El único valor vigente es el dinero que ha calcinado los valores humanistas durante los últimos 30 años. La religión del dinero es muy simple: Lo bueno produce dinero, lo malo resta dinero. Es la religión más simple que hemos inventado. Ahí su atractivo: el dinero como marcador del bien y del mal".



Te recomendamos el podcast ⬇️

Puedes escucharlo en: Acast, Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts, Deezer y Amazon Music

No aparece su nombre. No es necesario. Desde las primeras páginas, se deduce que el protagonista de HDP (Planeta, 2021), el nuevo libro de Sabina Berman, es el empresario del Ajusco, el de los abonos chiquitos, el de la banca para los que menos tienen. El mismo que se negó a cerrar sus negocios durante la pandemia “porque nos tiene que dar Covid a todos”.

“Yo nunca diré nombres propios”, advierte la autora. “Lo que siento es que en este libro se reveló el sistema nervioso de un capitalismo que nos educa bajo los preceptos de la religión del dinero”.

De algún modo, esta novela es una válvula de escape a la indignación —y a la ira— de Sabina Berman. Durante 14 años, ella trabajó como presentadora y periodista para TV Azteca, la televisora de Ricardo Salinas Pliego, la tercera persona más rica de México, con una fortuna superior a los 13 mil millones de dólares, de acuerdo con Bloomberg.

Cuando la pandemia comenzó, Sabina se encontró, en los pasillos de su antigua empresa, con la religión del dinero. Por orden de Salinas Pliego, los altos directivos ordenaron que todas las áreas del Grupo Salinas —la matriz que aglutina a compañías como Elektra y Banco Azteca— debían continuar sus actividades de manera normal aunque México se estuviera convirtiendo en el cuarto país con mayor número de muertes por Covid-19, según la Universidad Johns Hopkins.

“En este consorcio no se regresó al seno de la humanidad”, asegura Berman, sin mencionar nunca a Salinas Pliego ni a TV Azteca ni a nadie relacionado con ese universo. Prefiere mantener su libro como un secreto a voces. HDP son las siglas del empresario de la historia: Hugo David Prado. Pero también las de hijo de puta. "Y hay varios en el mundo, no sólo uno", advierte la autora.

“Un día —recuerda Berman— me di cuenta que, en los niveles más altos de la empresa, empezaron a hablar un segundo lenguaje, distinto al del resto de la humanidad. Decían que el bicho no era peligroso, que la OMS estaba histérica, que los doctores y las farmacéuticas tenían intereses secretos o que sólo era una gripa que mataba a los obesos de más de 80 años”.

Quienes creían en estas versiones alternativas de la realidad, dice Berman, eran personas con salarios altos que no estaban dispuestos a dejar su trabajo ni a perder su fuente de ingresos aunque ya tuvieran ahorros y propiedades. “Estaban dispuestos a arriesgar su vida”.

Pero también había una contraparte: la inmensa mayoría de trabajadores asalariados —en el mejor de los casos— que dependían de la quincena para poder comer, mantener a su familia o pagar la renta. “Ellos estaban en un predicamento imposible: o se morían del virus o se morían de hambre”, asegura Berman.

Pronto, la escritora y dramaturga descubrió que no tenía el poder para cambiar las cosas. Entonces renunció. “No iba a ser cómplice, no iba a arriesgar a mi equipo. Cuando me fui, sentí un gran alivio, pero un mes después me di cuenta que no podía olvidar todo lo que había visto y escuchado. Y eso no me pasa muy seguido. Pero cuando sucede, sé que tengo que escribirlo”.

Así nació HDP, el nuevo libro de Sabina Berman que empieza con una advertencia desde la portada: “Esto es una novela, aunque se parezca a la realidad de forma asombrosa”. Y sí, desde las primeras páginas uno se adentra en el mundo del Grupo Alfa y el gran Hugo David Prado, alguien que no resulta tan ficticio si se buscan un par de noticias en Google.

En la vida real, Sabina Berman y Ricardo Salinas Pliego han tenido pleitos que han llegado a las redes sociales y los medios de comunicación. El libro, las columnas y las declaraciones de ella no han sentado bien en él. En diciembre pasado, el dueño de Grupo Salinas dijo que Berman había sido su “esclava” durante sus años como trabajadora en TV Azteca. La autora respondió que nunca se sintió así, aunque ganara más que un senador. Le reprochó que sus empresas se habían convertido en “la red de focos de infección” y que sus decisiones en aras de ganar dinero habían provocado enfermedad y muerte entre sus empleados. Salinas, por su parte, la atacó diciendo que su "novelita" era "dramática" y carente de argumentos.

“No hay que normalizarlo: (la negligencia empresarial) sucedió con no más de 10 hijos de puta. Yo llamo hijo de puta a esa persona que está en la cima de una pirámide capitalista y que se lleva un beneficio muy exagerado con base en el trabajo de toda la pirámide. El caso más evidente es el del capitalista de los capitalistas: Jeff Bezzos, el dueño de Amazon, una compañía que nunca cerró sus operaciones en la pandemia”, observa Berman.

Para ella, el gran enemigo público de la humanidad es el capitalismo salvaje, ese que pone al dinero por sobre todas las cosas. Y que se cuela —dice— en cada estrato humano hasta que las personas creen que todo se puede comprar: la justicia, la verdad, la democracia, la vida…

“Decimos que pertenecemos a una sociedad humanista, pero nos mentimos. El único valor vigente es el dinero que ha calcinado los valores humanistas durante los últimos 30 años. La religión del dinero es muy simple: Lo bueno produce dinero, lo malo resta dinero. Es la religión más simple que hemos inventado. Ahí su atractivo: el dinero como marcador del bien y del mal".



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