Conocí al gran compositor y poeta José AlfredoJiménez en la Plaza La Bien Pagá, allá en mi Tapachula. En larefresquería y cafetería Cruz Blanca -que era de mi abuelaAdela-, ahí se vendían los boletos de las famosas caravanas. Nosregalaban los boletos. Así es que me llevó un trabajador delnegocio. Recuerdo que cuando subió al estrado, José Alfredo, meimpresionó su personalidad llena de encanto. Ahí cantó“Caminos de Guanajuato”, “El rey” y hasta “El PerroNegro”., Se acercó a mí y con la mano me dedicó sus canciones.No dijo se lo dedico a este niño llamado Hernán, porque no sabíami nombre, pero se me acercó y me regaló una sonrisa y una miradalimpia y serena llena de bondad. Me dio tristeza porque vi en surostro a un hombre cansado, y eso que tenía quizá cuarenta años.Lo que nunca olvidaré son sus ojos extremadamente azules. Colordel cielo.
Por todo eso me fui a Dolores Hidalgo, Guanajuato aofrecer el Pakal al Museo José Alfredo Jiménez. Llegué en latarde y me enrumbé al museo. Ahí conocí al director, JoséGuillermo Azanza Liera, una persona finísima y humana. Tiene lamisma mirada llena de ternura del gran José Alfredo. Platiqué conél y al poco tiempo mandó a pedir cuatro libros sobre JoséAlfredo Jiménez a la librería del museo y me los regaló. Ahímismo le di la carta donde le hago saber que le quiero dar el Pakalde Oro de este año, con la esperanza de que quede en una de lasvitrinas del Museo José Alfredo Jiménez.
Al otro día me dieron un recorrido por todo elmuseo. Y cuando iba yo saliendo me dijo la señora de la entrada:“Aquí le manda el director del museo este boleto para que lolleven en el tranvía a dar un recorrido por Dolores Hidalgo y vayatambién al panteón a visitar la tumba de José Alfredo. Me quedésorprendido ante tanta generosidad del licenciado Azanza, un granser humano. Así es que hice el recorrido y cuando recalamos en elpanteón me eché un trago y fui al encuentro con José Alfredo.Estaban los mariachis tocando las canciones del gran compositorguanajuatense. Vi el sombrero y donde se encuentran los restos delcompositor dice: “No vale nada la vida”. Pensé, ya ni Hegel.José Alfredo fue un gran filósofo y un gran poeta. Tambiénrecorrí el zarape en azulejos de talavera de colores con suscanciones más representativas. Qué tal.
En el tranvía nos dijeron que la canción másrepresentativa de nuestro compositor es Caminos de Guanajuato.Donde habla de León, Guanajuato lugar donde la vida no vale nada.Dice la canción, “no pases por Salamanca porque ahí me hiere elrecuerdo”. Y es que ahí se le muere un hermano. Y en el momentoen que lo iban a enterrar José Alfredo se le acerca a su madre yle dice al oído, “La vida no vale nada”. Qué tal.
El señorón Izunza -cuando vio que me metí a latienda a comprar una copa de tequila doble y un tarro cervecero conla figura de José Alfredo, que dice “la vida no vale nada”–me dijo ahora le voy a dar un gran regalo. Y mandó por unabotella de tequila Corralejo, con la figura a color de JoséAlfredo Jiménez. Caramba, ya ni en mi tierra. Ahora que meencuentro en la Ciudad de México abro la botella de tequila y meecho un trago a la salud de José Alfredo.
Los hijos de José Alfredo Jiménez y su sobrinorecibirán el Pakal y cantarán las canciones de su papá. El Pakalde Oro 2018 se va para el museo José Alfredo Jiménez, amén deunas medallas. Bien merecido todo.
Conocí en vida a José Alfredo Jiménez. Megustaría que nos echáramos una copa a su salud. José Alfredodijo alguna vez: “De veras muchas gracias por haberme aguantadotanto tiempo. Desde 1947 a 1972 y siento que todavía me quieren.¿Y saben por qué? Yo he ganado más aplausos que dinero. Eldinero no sé ni por dónde lo tiré, pero sus aplausos esos lostraigo aquí adentro. Y ya no me los quita nadie. Esos se vanconmigo hasta la muerte”.
