Cuenta la voz popular que en Chiapa de Corzo su gente no celebra Navidad ni Año Nuevo como en el resto del país. Ellos no gastan demasiado en juguetes, ni en la cena de fin de año; Día de Reyes, tampoco. Celebran con austeridad. Todos los ahorros, vacaciones son para la Fiesta Grande de Enero que inicia el día 8 con el anuncio de la feria y la salida de los “Chuntá”.
Es una de las actividades religiosas más grandes del estado, y que reconoce al Parachico como patrimonio inmaterial de la humanidad, llegan visitantes nacionales e internaciones a presenciar esta fiesta única en el mundo.
Con la salida de los “Chuntá” –vocablo local que significa “criada”–, cientos de personas, en su mayoría del sexo masculino, son disfrazadas de mujer que imitan a las antiguas criadas de doña María de Angulo, que junto a otros sirvientes españoles (hoy Parachicos) iban de casa en casa repartiendo maíz, frijol, legumbres y frutas.
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También destacan los tradicionales vestidos de chiapaneca, que son bordados a mano con hilos de vistosos colores, en forma de flores de diferentes tipos, sobre una especie de mallas negras o blancas.
Crean un ambiente de fiesta en Chiapa de Corzo, donde sus mujeres portadoras, peinadas con trenzados de listones, flores u otros accesorios, resaltan su belleza.
Toda esa magia de este pueblo y sus tradiciones la complementa la gastronomía como lo representan el “pozol” y la “pepita con tasajo”.
El pozol es una bebida hecha a base de maíz hervido y reventado, con cacao tostado y molido, además de ser endulzado con panela (piloncillo) o azúcar; un brebaje delicioso, algo exótico para algunos, pero suculento para otros.
Mientras que la pepita con tasajo es un platillo tradicional, guisado con semilla de calabaza, carne salada y seca de res, receta que, aparte de ser rica en nutrientes, es mística, pues reconforta al Parachico después de todo un día de baile.
Para la noche del 21 de enero el cielo –sobre el río Grijalva– se ilumina y viste de colores, con los juegos pirotécnicos que se encienden en una pequeña isla del centro del río, entre las ocho y nueve de la noche, conmemorando “El Combate”.
“EL PARACHICO”
Los Parachicos bailan todo el día por las principales calles de ese pueblo mágico, todos organizados alrededor de un “patrón”, quien es la máxima autoridad; además de ser conocedor, por lo que debe ser responsable de la adecuada práctica de la serie de rituales que se deben ejecutar.
El atuendo es una camisa blanca, pantalón negro, una faja roja en la cintura, chalina bordada cayendo sobre el pantalón y amarrada en la cintura, y un zarape; así como un paño sobre la cabeza y otro amarrado al cuello, destacan por sí mismos de una forma descriptiva.
Portan una máscara tallada en madera, mayormente laqueada en rosa, con la boca pronunciada, la nariz afilada y ojos de colores, así como pestañas alargadas, que, según la historia, es un intento de imitar las facciones de los españoles.
Sobre la cabeza portan una montera que va sujeta a la máscara y representa para algunos historiadores, los rayos del sol, la luz de la vida, y también los cabellos rubios de algunos españoles
La chalina sirve –acorde con los portadores– para cubrir una parte del cuerpo, en tanto que el sarape no es más que parte de la elegancia de su ajuar.
Concepción Gómez Nigenda es un “Parachico” que lleva 70 años participando en estas festividades, siendo así el más longevo; señaló que cuando escucha el tambor y pito su corazón late como si tuviera diez.
LOS CHUNTÁ
Estos personajes son, en su mayoría, hombres vestidos de mujer, con ropas típicas de los lugareños, los cuales portan trenzas adornadas en su cabeza y accesorios propios de las damas, así como un canasto sobre su cabeza con banderillas o frutos, que simbolizan la abundancia y la bienaventuranza,
Una de las versiones del origen de esta vestimenta señala que, en el tiempo de la conquista, los españoles dividieron a las familias entre hombres y mujeres para labores específicas de cada género; por lo que sólo eran las féminas las que tenían la libertad de transitar libremente por el pueblo, razón por el que los varones para ver a sus esposas, novias, hijas o madres, buscaban la forma de vestirse con ropa de dama, para acercarse al sitio donde las mantenían resguardadas.
/AP