Me cité de nuevo con Luisa Fernanda en el Italian cofee para charlar un rato más. Posee todo tipo de inquietudes: religiosas, éticas, estéticas, artísticas y literarias, le fascina la alquimia y la química (siempre me resera para mis dolencias, su padre es médico). No deja atrás la historia y la filosofía y las demás ciencias humanas. Indaga, opina, cuestiona, siempre con inteligencia y viva sutileza.
Mira, me dijo, después de pedir nuestros cafes capuchinos, explícame eso que comentaste ayer sobre el escritor de historia y el político historiador.
¡¡¡Baya pregunta!!! Amiga, ter las gastas bien. Voy a lo concreto, le advierto. La práctica política en el caso de un alto dirigente que está el frente de asambleas, debates parlamentarios, manifestaciones, discursos de todo tipo,, escritos, en especialmente redacción de libros, análisis al interior del partido u organización política, el estudio personal de distintas obras, políticas u otras. Se trata de una actividad rica y compleja, como podrás advertir y, al mismo tiempo, enriquecedora.
Mira: el dirigente político que escribe viene reflexionando sobre lo que escucha, ve, lee y va más allá que otros. Un político no reducido a los salones, corredores y corredores de la burocracia política visualiza con mayor precisión el devenir de los movimientos sociales, políticos y culturales. A un líder informado le es posible desde la intuición y la imaginación entrever cambios hacia el futuro con cierta claridad.
Te entiendo y creo en lo que me dices, comenta Luisa Fernanda.
Continúo: Indudablemente el investigador en el campo de las historias para mirar una y otra asume una postura política, la cual varía desde la antigüedad hasta el presente.
Y afirma Luisa Fernanda: Recuerdo el Viejo Plinio, discerniendo, hasta donde le era posible, sobre los colores usados por los antiguos que empleaban y las diferentes técnicas que emplearon los contemporáneos de Zeuxius.
Una cosa te debo aclarar. Voy a señalarte cómo veía Dionosio de Halicarnaso el asunto de la composición de los escritos históricos. Se refiere a sus propios ensayos sobre la Imitación. Opina sobre Herodoto y Tucídedes. Me lo sé de memoria. Opina, el griego radicado en Roma: “Lo primero y casi la tarea más necesaria de todos para los autores de cualquier historia es elegir un tema noble y agradable para sus lectores” y los distingue de una manera muy particular. “Esto me parece que Herodoto lo ha hecho mejor que Tucídides. Aquel escribió una historia general de griegos y bárbaros “para que ni los hechos desaparezcan de la memoria de los hombres, ni sus logros”, según lo que él mismo ha dejado dicho. Este proemio señala el principio y el objetivo de su historia. Por el contrario, Tucídides escribió sobre una guerra sola y una que no fue ni buena no afortunada, sino que mejor hubiera sido que no hubieran tenido lugar nunca, o que, si no, desterrada al silencio o al olvido, hubiera sido olvidada por las generaciones futuras. Que eligió un mal tema él mismo lo manifiesta en su proemio. Pues afirma que muchas ciudades griegas fueron asoladas en esta guerra, unas por los bárbaros, otras por ellos mismos, y hubo más expatriaciones y masacres de hombres que nunca antes, terremotos raidas, plagas y muchas otras catástrofes. De este modo los lectores del proemio sienten repugnancia por el tema, dispuestos a escuchar historias sobre los griegos. Cuanto mejor es la descripción de las fabulosas hazañas de griegos y bárbaros que la narración de las dolorosas y terribles penalidades de los griegos, tanto más acertado es Herodoto que Tucídides en la elección del tema. Ni siquiera puede decirse que se vio obligado por necesidad a tratar ese asunto, pues sabiendo que había otros temas mejores, optó por no escribir sobre lo mismo que los demás. Es más, ridiculizando las hazañas del pasado afirma que las realizadas en su época son mejores y más sorprendentes y deja de ver a las claras que escogió el tema voluntariamente. No hizo esto Herodoto, sino que, a pesar de que los historiadores que le precedieron, Helánico y Carón, habían publicado obras sobre el mismo tema, no se hechó para atrás, sino que confió en poder superarles. Y lo hizo”.
Luego habla de la segunda tarea que consiste en saber en dónde empezar y hasta donde llegar. La tercera tarea propia de un historiador, dice Dionisio, es discernir “que sucesos debe incluís en su narración y qué omitir. Me parece que también en esto Tucídides es inferior.
Herodoto, sabiendo que todo narración externa capta de manera lpacentera las almas de la audiencia solo si hace una serie de pausas, mientras que si se limita a los mismos sucesos, aunque tenga éxito en su mayor parte, acaba cansando los o´pidos, optó por hacer una descripción colorista, mostrándose como un imitador de Homero. Así, si cogemos su libro, nos quedamos maravillados hasta la última sílaba y deseamos más. Tucídides, por el contrario, centrándose en una sólo guerra la describe sin descanso acumulando batalla tras balatta, preparativa tras preparativo, discurso tras discurso, de modo que acaba fatigado fatigabdo la buena disposición de su audiencia. Como dice Píndaro: “El exceso fatiga, incluso el de miel y el de las placenteras flores de Afrodita”. Seguiremos la plática….