El general Melo nació en el fecundo campo tolimense
En la cepa de la raíz de los belígeros Pijaos
Donde el aire de las llanuras y montañas
Izaba ondeante el canto de vivir
En medio de la luz fervorosa del día.
La belleza era una realidad natural
Plena, festiva, palpable, esplendida
Con el canto de los pájaros del amanecer
Y la ebriedad viva de los frutos del día.
El sueño inventaba la realidad
Entre máscaras de nubes blancas, sutiles
Y silos de palabras secretas y mágicas
Desde aquella Colonia raída
Por las voces comuneras de José Antonio Galán.
José María Melo y Ortiz, héroe chaparraluno,
Guerrero en Ayacucho, Bomboná, Pichincha
Y en la Reforma mexicana, sacrificado en Juncaná,
Fiel al ideario bolivariano, sin flaquezas, como ninguno.
Guerrero en el Ejercito Libertador desde joven.
Sereno y audaz, ágil jinete y soldado valiente
Esposo y padre, viajero, soñador solvente
Con sangre Pijao, sutil, decidido, sin desdén.
Hombre que fue a muchas batallas sin miedo
Entre montañas y caminos en busca del Edén
Cabalgó entre ríos y brumas de ira ardiendo.
El destino cubrió su sombra de guerrero
En un valle de la Trinitaria, sosteniendo
El fusil, bebiendo luz nocturna en plena aguacero
En 1800 nació el niño José María Dionisio.
Murió en 1860 cuando aullaba el sol nocturno
En los altos de un valle pulcro y fértil: Juncaná
Y se quedó en sigilo contemplando el universo
Mientras sueña con los Tzetales nuevos combates.
Puebla, Junio 1 de 2019.
Poema escrito para celebrar el 159 aniversario del sacrificio del General José María Melo y Ortiz en la hacienda Juncaná, la Trinitaria, Chiapas, México. Atacado a las dos de la mañana el primero de junio de 1860, por un grupo enviado por el conservador, "facineroso" Juan Ortega, fue detenido y fusilado el militar neogranadino, (expresidente colombiano). Allí permanecen sus restos.