/ martes 4 de diciembre de 2018

De navegaciones en medio de procelosas aguas

Es muy probable que la mayoría de los mexicanos no tengamos conciencia siquiera de lo que está ocurriendo en nuestro país actualmente. De la propuesta de cambio de modelo económico y la reivindicación de los derechos sociales, económicos, culturales y humanos en general que propone el nuevo gobierno. Del cambio de mentalidad en que nos debemos situar o dentro del cual habremos de irnos acomodando paulatinamente y cambiando nuestra perspectiva vital. Las inercias, los prejuicios, los modos y modelos a que nos han acostumbrado en las últimas décadas, cual rémoras en nuestro pensamiento y actuar, no nos dejan vislumbrar a cabalidad lo que comenzará a ocurrir, o ya comenzó desde meses atrás pero de manera significativa desde el pasado 1 de diciembre.

Ese mismo día se abría al público en general el acceso a ese espacio vedado que ha sido Los Pinos. Más de 80 mil visitantes entre sábado y domingo realizaron una inusual visita, asombrados por supuesto, al ver lo que guardaba en sus interiores ese espacio ocupado durante muchos años por el “solitario de Palacio”, al Tlatoani, al presidente de la República. Me hubiera gustado ser uno de esos miles de visitantes y observar más que el oropel y el lujo extraordinario, el rostro de sorpresa de los asistentes a ese paseo museístico. Sin haberlo estado, me imagino que semejaban esos otros rostros que la historia registra en el caso de lo que ocurrió posteriormente a la gran Revolución de Octubre cuando el pueblo llano entró con la revolución bolchevique triunfante al Kremlin y al Castillo de los zares y señores aristócratas rusos; o casi un siglo y medio antes cuando el pueblo llano también invadió a la fuerza el reducto doméstico de los aristócratas franceses al triunfo de la libertaria Revolución Francesa para acabar con ese totalitario régimen opresor que hizo pronunciar a uno de sus representantes: El Estado soy yo ( L'État, c'est moi). O más próximos en la historia, cuando los guerrilleros cubanos bajados de Sierra Maestra haciéndose acompañar por el resto del pueblo invadieron los suntuosos espacios que ocupaban únicamente Batista y su séquito de hacendados cañeros. Sólo así puedo imaginar a la civilizada muchedumbre que recientemente invadió Los Pinos y a los sorprendidos reporteros que tuvieron acceso al lujoso avión presidencial para tomar las gráficas y difundirlas por todos los medios, para mostrarnos a los mexicanos que eso ya no debería volver a ocurrir: el boato y los excesos innecesarios adquiridos con los dineros públicos.

En mis juveniles años de periodista en el UnoMásUno –prestigiado diario nacional de aquel entonces, predecesor de La Jornada- me tocó seguir con minuciosa atención la invasión a Panamá, la Guerra del Pérsico, el desplome de los regímenes de Europa del Este como producto del dominó que provocó la Perestroika y la Glasnost en la URSS de Gorbachov, y la manera en que el muro de Berlín caía, la incertidumbre de qué ocurriría con el mundo al fin de la Guerra Fría y el inicio de una supuesta etapa mundial unipolar regida por el gigante que ocupa los territorios al norte del Rio Bravo.

Recuerdo cómo celebramos aquella revolución de terciopelo de Vaclav Havel en la antigua Checoslovaquia y saltamos de alegría al ver cristalizados los ideales de un novelista que con una cierta levedad de su prosa desbarató el antiguo régimen político y literario junto con Havel de su natal Checoslovaquia: Milán Kundera. Algo nos dejó de gran enseñanza con el título de esa obra suya La insoportable levedad del ser para descubrir que el caminar de la historia requiere más de sutileza que de las pesadas tropas del armamentismo. En su libro Seis propuestas para el próximo milenio, publicado poco antes del 2000, Italo Calvino también hace una apología de la levedad, texto al que habría que recurrir para entender el entorno actual y maravillarse ante la clarividencia del autor. En aquella época, pese a la titánica lucha de la gente de izquierdas, no nos imaginábamos que fuera posible lo que hoy ocurre. La derecha más conservadora nos quitó la ilusión y la esperanza, pero la recuperamos a la vuelta de los días gracias a ese personaje que hoy preside nuestro país.

Quizá no tenemos la perspectiva suficiente aún pero no dejemos de estar atentos de que lo que está ocurriendo en nuestro país es otra Revolución de Terciopelo, de una tersura encomiable hasta ahora, que está poniendo en perspectiva, si todos apoyamos a que tenga éxito, la posibilidad del derrumbe del modelo económico y social opresivo que resultó ser el neoliberalismo y abriendo las puertas de regímenes más progresistas y humanistas que atraigan ese gran intento de marcha hacia la izquierda que experimentaron la socialdemocracia en la Europa de los ochentas y el reciente intento libertario del cono sur representado por los gobiernos de izquierda e indigenistas, globalifóbicos, de Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina que el imperialismo mantiene en la picota de la revancha.

La historia tiene su cadencia propia. No es lineal y hacia adelante. Tiene sus pasos al frente, a un costado y quizá un mínimo retroceso, pero no se detiene. El coletazo dinosáurico ha golpeado con insistencia nuestro mundo; podría darse el caso de que lo mismo ocurra en nuestra transición sutil que hacia el progreso experimentamos; estemos pendientes, alertas, no bajemos la guardia. DE ese conocimiento deriva el cuidado con que se conduce entre las pantanosas aguas el gobierno mexicano que inicia. Mejor no hacer tantas olas ni propiciar el naufragio.

Esta experiencia podría tratarse en verdad de un momento de grandes quiebres con el fatídico modelo que nos precede y el inicio de una ruta inimaginable hacia nuevos horizontes. El alma tan lastimada de nuestro pueblo, la nuestra misma, merece mejores puertos hacia donde navegar ufanos y salvos. Y creo que el capitán está poniendo todo su talento y esfuerzo para lograrlo. No deberíamos dejarlo solo, por nuestro propio bien. Habrá que sujetarnos férreamente al mástil de la nave para no sucumbir a los embelesadores cantos de las sirenas. Un golpe de timón sería nefasto para la prosecución del objetivo al que pretendemos llegar.

entretejas1@hotmail.com

Es muy probable que la mayoría de los mexicanos no tengamos conciencia siquiera de lo que está ocurriendo en nuestro país actualmente. De la propuesta de cambio de modelo económico y la reivindicación de los derechos sociales, económicos, culturales y humanos en general que propone el nuevo gobierno. Del cambio de mentalidad en que nos debemos situar o dentro del cual habremos de irnos acomodando paulatinamente y cambiando nuestra perspectiva vital. Las inercias, los prejuicios, los modos y modelos a que nos han acostumbrado en las últimas décadas, cual rémoras en nuestro pensamiento y actuar, no nos dejan vislumbrar a cabalidad lo que comenzará a ocurrir, o ya comenzó desde meses atrás pero de manera significativa desde el pasado 1 de diciembre.

Ese mismo día se abría al público en general el acceso a ese espacio vedado que ha sido Los Pinos. Más de 80 mil visitantes entre sábado y domingo realizaron una inusual visita, asombrados por supuesto, al ver lo que guardaba en sus interiores ese espacio ocupado durante muchos años por el “solitario de Palacio”, al Tlatoani, al presidente de la República. Me hubiera gustado ser uno de esos miles de visitantes y observar más que el oropel y el lujo extraordinario, el rostro de sorpresa de los asistentes a ese paseo museístico. Sin haberlo estado, me imagino que semejaban esos otros rostros que la historia registra en el caso de lo que ocurrió posteriormente a la gran Revolución de Octubre cuando el pueblo llano entró con la revolución bolchevique triunfante al Kremlin y al Castillo de los zares y señores aristócratas rusos; o casi un siglo y medio antes cuando el pueblo llano también invadió a la fuerza el reducto doméstico de los aristócratas franceses al triunfo de la libertaria Revolución Francesa para acabar con ese totalitario régimen opresor que hizo pronunciar a uno de sus representantes: El Estado soy yo ( L'État, c'est moi). O más próximos en la historia, cuando los guerrilleros cubanos bajados de Sierra Maestra haciéndose acompañar por el resto del pueblo invadieron los suntuosos espacios que ocupaban únicamente Batista y su séquito de hacendados cañeros. Sólo así puedo imaginar a la civilizada muchedumbre que recientemente invadió Los Pinos y a los sorprendidos reporteros que tuvieron acceso al lujoso avión presidencial para tomar las gráficas y difundirlas por todos los medios, para mostrarnos a los mexicanos que eso ya no debería volver a ocurrir: el boato y los excesos innecesarios adquiridos con los dineros públicos.

En mis juveniles años de periodista en el UnoMásUno –prestigiado diario nacional de aquel entonces, predecesor de La Jornada- me tocó seguir con minuciosa atención la invasión a Panamá, la Guerra del Pérsico, el desplome de los regímenes de Europa del Este como producto del dominó que provocó la Perestroika y la Glasnost en la URSS de Gorbachov, y la manera en que el muro de Berlín caía, la incertidumbre de qué ocurriría con el mundo al fin de la Guerra Fría y el inicio de una supuesta etapa mundial unipolar regida por el gigante que ocupa los territorios al norte del Rio Bravo.

Recuerdo cómo celebramos aquella revolución de terciopelo de Vaclav Havel en la antigua Checoslovaquia y saltamos de alegría al ver cristalizados los ideales de un novelista que con una cierta levedad de su prosa desbarató el antiguo régimen político y literario junto con Havel de su natal Checoslovaquia: Milán Kundera. Algo nos dejó de gran enseñanza con el título de esa obra suya La insoportable levedad del ser para descubrir que el caminar de la historia requiere más de sutileza que de las pesadas tropas del armamentismo. En su libro Seis propuestas para el próximo milenio, publicado poco antes del 2000, Italo Calvino también hace una apología de la levedad, texto al que habría que recurrir para entender el entorno actual y maravillarse ante la clarividencia del autor. En aquella época, pese a la titánica lucha de la gente de izquierdas, no nos imaginábamos que fuera posible lo que hoy ocurre. La derecha más conservadora nos quitó la ilusión y la esperanza, pero la recuperamos a la vuelta de los días gracias a ese personaje que hoy preside nuestro país.

Quizá no tenemos la perspectiva suficiente aún pero no dejemos de estar atentos de que lo que está ocurriendo en nuestro país es otra Revolución de Terciopelo, de una tersura encomiable hasta ahora, que está poniendo en perspectiva, si todos apoyamos a que tenga éxito, la posibilidad del derrumbe del modelo económico y social opresivo que resultó ser el neoliberalismo y abriendo las puertas de regímenes más progresistas y humanistas que atraigan ese gran intento de marcha hacia la izquierda que experimentaron la socialdemocracia en la Europa de los ochentas y el reciente intento libertario del cono sur representado por los gobiernos de izquierda e indigenistas, globalifóbicos, de Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina que el imperialismo mantiene en la picota de la revancha.

La historia tiene su cadencia propia. No es lineal y hacia adelante. Tiene sus pasos al frente, a un costado y quizá un mínimo retroceso, pero no se detiene. El coletazo dinosáurico ha golpeado con insistencia nuestro mundo; podría darse el caso de que lo mismo ocurra en nuestra transición sutil que hacia el progreso experimentamos; estemos pendientes, alertas, no bajemos la guardia. DE ese conocimiento deriva el cuidado con que se conduce entre las pantanosas aguas el gobierno mexicano que inicia. Mejor no hacer tantas olas ni propiciar el naufragio.

Esta experiencia podría tratarse en verdad de un momento de grandes quiebres con el fatídico modelo que nos precede y el inicio de una ruta inimaginable hacia nuevos horizontes. El alma tan lastimada de nuestro pueblo, la nuestra misma, merece mejores puertos hacia donde navegar ufanos y salvos. Y creo que el capitán está poniendo todo su talento y esfuerzo para lograrlo. No deberíamos dejarlo solo, por nuestro propio bien. Habrá que sujetarnos férreamente al mástil de la nave para no sucumbir a los embelesadores cantos de las sirenas. Un golpe de timón sería nefasto para la prosecución del objetivo al que pretendemos llegar.

entretejas1@hotmail.com

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