/ miércoles 3 de marzo de 2021

Jairo Bustamante busca el Goya con La llorona

El realizador guatemalteco habla de la importancia de abrir fronteras para el cine en su país

MADRID. Jairo Bustamante ha dado "el campanazo" con La llorona, una película mágica que ha puesto a Guatemala "en el mundo": Es la primera vez que una cinta de este país llega a competir en los Goya, premios de cine españoles, pero también es la primera que un país que produce cuatro películas al año sigue en la carrera por el Oscar.

En una entrevista virtual desde su casa en Ciudad de Guatemala, Bustamante se muestra emocionado por su éxito: "Cada vez que repaso las pelis con las que compito me siento más honrado. Aquí nos falta mucho trabajo como región iberoamericana para que nuestras películas y nuestras historias se vean y se cuenten y si los Goya nos ayudan a abrir estas fronteras, sería genial".

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Con Bustamante (Guatemala, 1977) compiten en los Goya por la mejor película iberoamericana del año pasado El agente topo, de Chile; El olvido que seremos, de Colombia, y Ya no estoy aquí, de México.

Desde que Rigoberta Menchú -que hace un cameo en la cinta- y un grupo movilizado que defiende la cultura y el cine en Guatemala les dio su respaldo, ya sólo les falta el desinteresado apoyo de Jane Fonda, que se volcó con el filme en las redes.

Y se ríe cuando piensa en los conservadores de su país que rechazaron su película, al tiempo que deseaban ver a Guatemala "arriba", camino de los Oscar y de los Goya, y ya con premios tan cotizados como los Sattelite Awards.

La llorona es una versión de la leyenda mexicana sobre una mujer doliente que vaga por los pantanos después de matar a sus hijos por celos.

Aquí, el director transforma el cuento y le quita "el lado misógino que este personaje venía perpetuando", que no le gustaba nada, y traslada la historia a la vida de Alma, una mujer indígena que fue asesinada cuando veía cómo sus hijos eran ahogados durante un ataque militar a su pueblo.

30 años después, en Guatemala se lleva a cabo el juicio por crímenes de lesa humanidad y el general que estuvo al mando de aquellos militares es enjuiciado y encontrado culpable, pero poco después, la condena se anula. El pueblo protesta durante días delante de la casa; es entonces cuando Alma reclama justicia desde su mundo fuera de los vivos.

La misoginia, el clasismo, la religiosidad y el misticismo, todo bañado por un aura de realismo mágico, están presentes en la cinta desde la primera escena.

"Sé que en Europa hablar de realismo mágico es hablar de un movimiento literario, pero para nosotros es nuestro cotidiano, nosotros vivimos con realismo mágico", explica el realizador.

Es magia, dice, "incluso la manera en que vivimos nuestras religiones, y nuestros ritos son mucho más cercanos al realismo mágico que a los dogmas religiosos". Por eso, su película también es un modo de decir "así somos".

"Vivimos en estados donde la justicia y la protección no existen. Entonces nos vamos a buscar esa justicia al más allá. Y yo sí creo que nos ayudan, claro que no de un modo pragmático -concede-, pero sí nos ayudan a calmar, a hacer catarsis".

De La llorona original mantuvo los elementos que, "son naturales del horror y de su génesis, como el agua, la humedad, el pantano, los anfibios. Quise que no fueran sólo elementos, sino que dieran un mensaje.

"En realidad, los guatemaltecos nunca dispusieron de una manifestación de gran magnitud cuando esto pasó; yo me imaginaba que las únicas que podrían manifestarse eran sus almas, y pensé que podían mostrarse de muchas maneras: yo lo hago con la humedad, con las fotos...", y con centenares de ranas que invaden el jardín y la piscina del general.

Bustamante explica que su película une varios casos reales, como las matanzas durante la guerra civil (1960-1996) en su país o el caso del expresidente Efraín Ríos Montt, condenado por genocidio y después es salvado por la anulación de la sentencia. Pero también habla de crímenes como el caso Sepur Zarco, sobre la violación de las mujeres indígenas durante el conflicto.


Con esta cinta, Jairo Bustamente termina una trilogía (Ixcanul, 2015, y Temblores, 2019, ambas presentadas en la Berlinale) y ahora inicia una nueva etapa en su vida.

Formará cineastas en su país, a través de su Fundación Ixcanul, con un proyecto basado en cuatro pilares: "la voz de la mujer, el aprendizaje del oficio, traer cine de contenido a un país donde el 98 por ciento de lo que se consume es comercial y entretenimiento puro, y llevar el cine a las comunidades de un país donde menos del 9 por ciento tiene acceso al cine".

"Y sería importante, dice Bustamante, que el gobierno entendiese el poderoso motor económico que es la industria del cine".

MADRID. Jairo Bustamante ha dado "el campanazo" con La llorona, una película mágica que ha puesto a Guatemala "en el mundo": Es la primera vez que una cinta de este país llega a competir en los Goya, premios de cine españoles, pero también es la primera que un país que produce cuatro películas al año sigue en la carrera por el Oscar.

En una entrevista virtual desde su casa en Ciudad de Guatemala, Bustamante se muestra emocionado por su éxito: "Cada vez que repaso las pelis con las que compito me siento más honrado. Aquí nos falta mucho trabajo como región iberoamericana para que nuestras películas y nuestras historias se vean y se cuenten y si los Goya nos ayudan a abrir estas fronteras, sería genial".

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Con Bustamante (Guatemala, 1977) compiten en los Goya por la mejor película iberoamericana del año pasado El agente topo, de Chile; El olvido que seremos, de Colombia, y Ya no estoy aquí, de México.

Desde que Rigoberta Menchú -que hace un cameo en la cinta- y un grupo movilizado que defiende la cultura y el cine en Guatemala les dio su respaldo, ya sólo les falta el desinteresado apoyo de Jane Fonda, que se volcó con el filme en las redes.

Y se ríe cuando piensa en los conservadores de su país que rechazaron su película, al tiempo que deseaban ver a Guatemala "arriba", camino de los Oscar y de los Goya, y ya con premios tan cotizados como los Sattelite Awards.

La llorona es una versión de la leyenda mexicana sobre una mujer doliente que vaga por los pantanos después de matar a sus hijos por celos.

Aquí, el director transforma el cuento y le quita "el lado misógino que este personaje venía perpetuando", que no le gustaba nada, y traslada la historia a la vida de Alma, una mujer indígena que fue asesinada cuando veía cómo sus hijos eran ahogados durante un ataque militar a su pueblo.

30 años después, en Guatemala se lleva a cabo el juicio por crímenes de lesa humanidad y el general que estuvo al mando de aquellos militares es enjuiciado y encontrado culpable, pero poco después, la condena se anula. El pueblo protesta durante días delante de la casa; es entonces cuando Alma reclama justicia desde su mundo fuera de los vivos.

La misoginia, el clasismo, la religiosidad y el misticismo, todo bañado por un aura de realismo mágico, están presentes en la cinta desde la primera escena.

"Sé que en Europa hablar de realismo mágico es hablar de un movimiento literario, pero para nosotros es nuestro cotidiano, nosotros vivimos con realismo mágico", explica el realizador.

Es magia, dice, "incluso la manera en que vivimos nuestras religiones, y nuestros ritos son mucho más cercanos al realismo mágico que a los dogmas religiosos". Por eso, su película también es un modo de decir "así somos".

"Vivimos en estados donde la justicia y la protección no existen. Entonces nos vamos a buscar esa justicia al más allá. Y yo sí creo que nos ayudan, claro que no de un modo pragmático -concede-, pero sí nos ayudan a calmar, a hacer catarsis".

De La llorona original mantuvo los elementos que, "son naturales del horror y de su génesis, como el agua, la humedad, el pantano, los anfibios. Quise que no fueran sólo elementos, sino que dieran un mensaje.

"En realidad, los guatemaltecos nunca dispusieron de una manifestación de gran magnitud cuando esto pasó; yo me imaginaba que las únicas que podrían manifestarse eran sus almas, y pensé que podían mostrarse de muchas maneras: yo lo hago con la humedad, con las fotos...", y con centenares de ranas que invaden el jardín y la piscina del general.

Bustamante explica que su película une varios casos reales, como las matanzas durante la guerra civil (1960-1996) en su país o el caso del expresidente Efraín Ríos Montt, condenado por genocidio y después es salvado por la anulación de la sentencia. Pero también habla de crímenes como el caso Sepur Zarco, sobre la violación de las mujeres indígenas durante el conflicto.


Con esta cinta, Jairo Bustamente termina una trilogía (Ixcanul, 2015, y Temblores, 2019, ambas presentadas en la Berlinale) y ahora inicia una nueva etapa en su vida.

Formará cineastas en su país, a través de su Fundación Ixcanul, con un proyecto basado en cuatro pilares: "la voz de la mujer, el aprendizaje del oficio, traer cine de contenido a un país donde el 98 por ciento de lo que se consume es comercial y entretenimiento puro, y llevar el cine a las comunidades de un país donde menos del 9 por ciento tiene acceso al cine".

"Y sería importante, dice Bustamante, que el gobierno entendiese el poderoso motor económico que es la industria del cine".

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