¿Alguna vez te has preguntado qué es realmente la abundancia?, según la RAE se trata de prosperidad, riqueza o bienestar, de tal manera que podemos decir que es un estado de conciencia, al cual se llega cuando hemos reunido en nuestra vida una serie de satisfactores que nos permiten tener una actitud con la que afrontar cualquier situación que nos encontremos. A menudo, valoramos nuestra abundancia en base a la cantidad de dinero que tenemos, los metros cuadrados que mide nuestro hogar o el número de amigos o de relaciones sentimentales que mantenemos o hemos tenido en nuestra vida, sin embargo, todos conocemos personas que, aun teniendo gran cantidad de recursos materiales o un sinnúmero de relaciones interpersonales, se sienten desdichadas y vacías.
Dice un refrán, “Es más pobre el que más desea que el que menos tiene”, es ese insaciable anhelo el motivo de que haya personas que a pesar de “tenerlo todo” aun se sienten carentes y que, por el contrario, otras que teniendo menos se sienten abundantes, y con el anterior razonamiento de ninguna manera pretendo faltarle al respeto, romantizando la pobreza, a los millones de personas que en nuestro país viven en una situación de terribles carencias; por supuesto que para llegar a un estado de abundancia por lo menos debemos tener por satisfechas las necesidades esenciales tales como lo son la alimentación, la salud y un techo.
De tal manera que, es cuando ya tenemos por cumplidos esos anhelos básicos cuando podemos hacer que la abundancia se transforme en un estado mental que no dependa del contexto, al experimentar una profunda convicción de que nunca nos va a faltar nada y que la vida tiene muchas formas de ofrecernos sus virtudes. Esta comprensión incluye reconocer que nosotros, como parte del todo, tenemos la capacidad de ofrecer, recibir y ser una pieza más de la generosa maquinaria de la naturaleza.
Existe una vieja leyenda indígena de los pobladores originales del amazonas en la que se describe de mejor manera lo que he intentado expresar; el mito del árbol de la abundancia es una mezcla de creencias ancestrales así como la representación de la fusión de nuevo y viejo mundo que dio origen a lo que hoy es América.
Este relato cosmogónico llamado Moniya Amena (Árbol de la Abundancia), es la explicación sobrenatural que una cultura ancestral hace de su entorno, a través de hechos sobrenaturales, dejando constancia de sus valores y antivalores, así como de las consecuencias que advirtieron de las acciones que atentan contra la naturaleza, dejando en ella representada la idiosincrasia de su pueblo, unida totalmente a su entorno natural.
A través de Moniya Amena los indígenas Ticunas dejan constancia de la arrogante vanidad del hombre que busca ser superior a los designios de los dioses y las fuerzas de la naturaleza, que son las mismas que dieron nacimiento al río más largo y caudaloso del mundo mismo que genera la más grande biodiversidad del planeta, es decir la mayor abundancia.
El relato da inicio con la historia de amor prohibido entre Monaya Tiriza, descendiente del cacique Monaya Jurama, y de Kuio Buinaima, el dios de los frutos y las esencias, que se hizo terrenal personificando a un diminuto ser; dicha unión, entre una bella princesa y una escuálida lombriz, que a pesar de su aparente insignificancia, era la encargada de abonar la tierra para alimentar a los humanos, tuvo que enfrentar grandes obstáculos.
Era la misma reina la que se oponía ferozmente a que la princesa se uniera con un ser tan diminuto como una lombriz, fue tal la ira de la soberana en contra de aquel que pretendía ser su yerno, que le bañó en agua hirviendo, derritiéndolo, sin saber que con ello extinguía también a todos los frutos que brotaban de la tierra.
La hambruna se cernió sobre la región, tan sólo la princesa Moniya Tiriza, siguiendo los consejos de Kuio Buinaima siguió alimentándose de la yuca que recogía de las espumas de una quebrada, siendo ese lugar en donde nacería el producto de la unión entre la princesa y la lombriz, un árbol de miles de frutos que crecía aceleradamente y que se llamaría Moniya Amena, o árbol de la abundancia.
Ante la escasez de alimentos, gente de todos los rincones se acercó hasta el cacique Monaya Jurama pidiéndole provisiones, el egoísta hombre descubrió que en sus tierras había crecido el imponente árbol de la abundancia y vio en él la perfecta oportunidad para convertirse en el hombre más poderoso de toda la región, por lo que empezó a explotarlo brutalmente, arrasando primero con los frutos más cercanos a las raíces, para después extinguir los de la parte media, hasta que tan solo dejó los de la copa porque no podían ser alcanzados, entonces la hambruna regresó para todos incluso para su propio pueblo.
Desesperado por conservar su poder, Monaya Jurama intentó por todos los medios dar alcance a los frutos más altos, pero ni siquiera las bestias fueron capaces de cumplir la tarea, por lo que, enloquecido, el cacique decidió contactar a Juziñamui, el padre de la violencia, quien viendo la oportunidad de destruir al hombre, le indicó apoyarse en Muinájema, el dueño de los herramientas, quien le proporcionó al cacique una poderosa hacha; finalmente, vislumbrando el plan del violento dios y compadeciéndose de los hombres, le aconsejó al cacique que al cortar el árbol lo hiciera caer sobre la tierra.
El malicioso cacique, en su prisa por conseguir su propósito no siguió las instrucciones, cortó el árbol sin el cuidado necesario haciéndolo caer sobre el lado contrario al que se le había aconsejado, al caer el árbol provocó un enorme estruendo, el polvo se levantó y al disiparse, el cacique pudo advertir que lo que quedó en la tierra fue solo el tronco perdiéndose los frutos al caer por la quebrada.
La hambruna y la desesperación fueron más fuertes que nunca, el pueblo entero se rebeló en contra de Monaya Jurama, sin saber que el poder de aquel ser que había sido despreciado por su frágil presencia comenzó a obrar en favor del pueblo de su amada.
Al cabo de unos días en que los hombres sufrieron por su insaciable ambición, cada una de las astillas del tronco que yacía sobre la tierra comenzó a convertirse en peces; los frutos y semillas que habían caído en la quebrada se transformaron en selvas; las ramas en afluentes lacustres que se extendieron por toda la selva, llevando vida a todos los rincones que antes permanecían secos; los animales se esparcieron, y empezaron a repoblar el bosque. Finalmente, lo que solía ser el gran tronco del árbol, se transformó en un río caudaloso e imponente que regó de vida todo el lugar.
Ese río es el que hoy conocemos como el Amazonas: el Río Árbol de los frutos y alimentos, por ello ese es el árbol de la abundancia.
Este relato nos enseña algo que desgraciadamente ha seguido reflejándose en la historia de la humanidad, la ambición del ser humano es insaciable sin importar que con ella atentemos contra la misma naturaleza y en consecuencia contra nuestra propia subsistencia. La arrogancia y la codicia fueron vencidos por la solidaridad y compasión de Kuio Buinaima, un poderoso ser que decidió presentarse ante los hombres a través de la imagen de una de las criaturas más humildes y despreciadas, demostrándonos con ello que es precisamente la fraternidad la que nos permite lograr objetivos que a simple vista parecen imponentes e imposibles de lograr; la colaboración de todos, incluso la de aquellos que se perciben como diminutos, resulta indispensable para la consecución de cualquier tarea.
Dice otro refrán que: “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, lo que el dicho no refiere es que el camino al cielo se construye con buenas obras realizadas por personas con un objetivo común que trabajan solidariamente, sin protagonismos ni ambiciones personales, con la vista puesta en un objetivo común que nos va a permitir a todos ganar.
En relación a lo anterior considero necesario resaltar lo referido en dos artículos impregnados de ese espíritu de “buenas intenciones”:
El primero publicado en BCG Perspectives, “Saving Globalization and Technology from Themselves” el cual explica con mucha claridad la imperiosa necesidad respecto a que las empresas aborden el reto de una distribución más justa de la riqueza, y no hacerlo por “responsabilidad social”, o por que vayan a conseguir beneficios fiscales, sino porque una sociedad rota por la desigualdad y la incertidumbre se opondrá con violencia contra la tecnología y la globalización (citan el Brexit como ejemplo concreto), y eso terminará por complicar la propia subsistencia de las empresas, que verán como los dos pilares sobre los que construyen su evolución se tambalean, tal como fue derribado el árbol de la abundancia.
El segundo lo firma nada menos que Alan Murray, el recién nombrado Chief Content Officer del gigante de los medios Time, Inc., (Que incluye a las revistas Time, People, Fortune, Sport Illustrated, Entertainment Weekly) y fue publicado en Fortune con el título “Why Milton Friedman Was Wrong”, traduzco el expresivo subtítulo que ha elegido “Los negocios tienen que prestar atención a los problemas sociales”, en el que señala que hace falta una colaboración solidaria real entre individuos, comunidades, iniciativa privada y gobierno para que la responsabilidad social cobre mayor fuerza y consiga mucha más presencia en la operación diaria.
En lo personal creo firmemente en esa necesidad de generar un cambio substancial en la forma en la que las empresas hacen negocios, para construir una sociedad mejor estableciéndose un cambio sobre el concepto de lo que es una empresa y cuál es su fin; es preciso también que los emprendedores y activistas sociales cambiemos la concepción de quiénes somos, qué queremos conseguir y sobre todo de cómo lograrlo: no vale con pagar menos impuestos, hay que comprometerse de verdad en construir una sociedad más justa, lo cual no será alcanzado si no lo trabaja el sector privado colaborando con el sector público en redefinir el “estado de bienestar”.
Hoy en día nos hemos dejado llevar por la inercia, y cada vez son mas los empresarios y emprendedores que se quejan de la incapacidad de los políticos, de la ineficacia de las ONGs, y que piensan que ya bastante tienen con sacar sus empresas adelante como para verse en más líos al colaborar por una sociedad mas justa, este pensamiento llevará a las empresas al infierno de un sistema económico en que la sociedad se dedicará a destrozar el árbol de la abundancia, como ha ocurrido tantas veces en una historia mundial llena de crisis que terminan afectando a la economía mundial.
El camino del cielo es el de pasar de las buenas intenciones a las buenas acciones, trabajando en generar riqueza y en distribuirla de una manera más justa, transformándose en el tronco que esparza muchas astillas que generen mas buenas acciones.
Todos estamos llenos de buenas intenciones y propósitos, pero lo que realmente produce cambios y moviliza la energía es el paso a la ACCIÓN, por pequeña que sea, una acción tiene mucho más poder que la más grande de las intenciones. La intención pertenece al mundo de las ideas, lo subjetivo, lo abstracto, mientras que la acción implica lo real, lo físico, lo concreto; sin acción no hay cambio, la intención sin la acción se queda en nada, la intención es el origen, pero la acción es el elemento transformador.
RedSalud Internacional quiere esparcir éstas astillas para que sean el inicio y la motivación para generar buenas acciones, nuestra representación en el mural del árbol de la abundancia de las buenas acciones nos dará el ejemplo claro que donde antes había sequía de empresas donantes y financiadores, ahora hay personas solidarias dispuestas a generar el inicio de buenas acciones transformadas en las raíces que fortalezcan a las entidades sociales y públicas que generarán afluentes de voluntariado que pasen a la acción, llevando de vida todos los rincones que viven en una desigualdad social, para que finalmente, lo que solía ser el gran mundo en crisis de valores, se transforme en río, uno caudaloso e imponente que riegue vida por todo el lugar, el Río Árbol de los frutos y alimentos, el árbol de la abundancia de la responsabilidad social compartida.
Los que creen que pueden cambiar positivamente el mundo, son los que tienen el poder de transformar realidades.