/ lunes 24 de junio de 2024

Libertas Capitur / “El Ogro Filantrópico” resucitado

Dudé en usar la denominación a la que se refiere el título de la obra relativa de Octavio Paz, por dos razones: una, su primera edición data de 1979, lo cual permite intuir que en la actualidad no es una referencia común; y la segunda, porque ya se ha utilizado comparativamente con la situación actual, en extensos estudios académicos y opiniones informadas.

Sin embargo, no pude menos que asombrarme y dejarme subyugar por la exactitud con la cual el Premio Nobel describió al régimen de esa época en México y lo clasificó, al menos, como autoritario y paternalista; y el evidente parecido con el que se viene perfilando un nuevo régimen cuatro décadas después.

“El Ogro Filantrópico” se refería a la concepción y ejercicio del interés del Estado por encima de cualquier otro interés individual o colectivo, representado aquel principalmente por un Poder Ejecutivo preponderante sobre los poderes Legislativo y Judicial, y encargado de distribuir los recursos y valores en forma autoritaria y arbitraria.

Fuimos testigos de esta práctica a partir de que asumió la presidencia de la república el licenciado Andrés Manuel López Obrador, quién jefatura un gobierno que permitió la irrupción en la escena pública a actores inusitados y poderosos aliados, que le ayudaron a regular oficiosamente la vida política y económica de México.

Para esto fue necesario desmantelar todas las instituciones y controles democráticos y republicanos, inutilizar a todos los actores políticos, económicos y sociales; desacreditar toda oposición y concentrar nuevas fuerzas a su alrededor, que pudieran apuntalar un nuevo proyecto político y económico en marcha.

Así se explica la política de “abrazos, no balazos” que, irremediablemente, arrebató el uso legítimo de la fuerza a los órganos de seguridad y procuración de justicia del Estado y la reasignó a sus nuevos aliados, con el propósito de que lo ayudaran a mantener el poder del Estado en las manos “adecuadas”, es decir, en sus propias manos.

Las instituciones afectadas por esta política, Ejército, Fuerza Aérea y Marina Armada de México, recibieron una importante compensación: contratos, posiciones políticas, dinero y poder, a cambio de su lealtad al proyecto de la Cuarta Transformación. Cambió la ecuación a favor de la política y en contra de las instituciones.

Al mismo tiempo usó los programas sociales que provenían de regímenes anteriores, los amplió e instauró otros, para crear una base social adicta a las prebendas -mayormente en numerario- que mantiene bajo una estructura directiva denominada “siervos de la nación” y que integran la secretaría electoral del régimen.

Otra parte importante de esta estrategia es la continuidad en el manejo de los hilos del poder, los mismos hilos de los que depende la presidente electa de la república, Claudia Sheinbaum, habida cuenta de que su independencia se antoja al menos demasiado difícil, dado el grado de poder personal que detenta el presidente AMLO.

Esta capacidad de manejo está representada por la gran mayoría de los nombramientos bajo control de López Obrador sobre los gobernadores de los Estados y la Ciudad de México, de los diputados federales y senadores, de su partido hegemónico Morena y sus principales satélites, PVEM y PT, de esquiroles como MC; y del Gabinete. Logró conformar en menos de seis años una clase política y una burocracia satisfecha y agradecida por la impunidad que le fue otorgada. Y totalmente adicta a él.

Recordemos simplemente que el “fiel de la balanza” en las postulaciones a todos los cargos de elección popular, fue Andrés Manuel López Obrador, nunca Claudia Sheinbaum. La entonces candidata se tuvo que conformar con un bastón de mando simbólico, sin posibilidad real de definir dichas postulaciones, como bien se puede constatar con la suerte que corrieron en cada caso sus propuestas.

Las propias “corcholatas” presidenciales que van a jugar un papel fundamental en las Cámaras de Diputados y Senadores y el Gabinete, fueron azuzados a la confrontación uno a uno con la hoy presidente electa. Con ella procuraron una sana distancia durante su campaña política; pero se mantuvieron sospechosamente cerca del presidente AMLO, epicentro de las decisiones políticas.

Otra pieza fundamental fue la construcción de un canal fluido, confiable y permanente de comunicación con su clase política, con los aliados de su política de “seguridad”, su burocracia, sus aliados oficiosos y formales, sus militantes, sus simpatizantes y subordinados, a través de “la mañanera”. Para dar instrucciones nunca requirió hablar personalmente, ni por teléfono ni a través de personeros. Bastaba con expresarlo en público y el destinatario sabía que tenía que atender la instrucción

Desde allí dictó las líneas políticas a favor de todas y cada una de sus decisiones; y en contra de todos y cada uno de sus adversarios y enemigos. Desde allí se fraguaron acciones contundentes contra los disidentes. Desde allí se fue perfilando a la luz del público al nuevo Ogro Filantrópico, a punto de conocer la luz por completo en

septiembre, con la pretensión de reducir a su mínima expresión la última de las instituciones todavía en pie, el Poder Judicial.

Estamos a punto de asistir al desenlace de una obra fraguada con un gran rigor histórico y una enorme melancolía por los regímenes autoritarios en boga en los 70’s. Pero cuya inspiración procede todavía de más atrás: del deseo de permanecer en el poder a pesar de concluir su mandato, de todos los espíritus autoritarios de México.

E-mail: libertascapitur.chis@gmail.com


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Dudé en usar la denominación a la que se refiere el título de la obra relativa de Octavio Paz, por dos razones: una, su primera edición data de 1979, lo cual permite intuir que en la actualidad no es una referencia común; y la segunda, porque ya se ha utilizado comparativamente con la situación actual, en extensos estudios académicos y opiniones informadas.

Sin embargo, no pude menos que asombrarme y dejarme subyugar por la exactitud con la cual el Premio Nobel describió al régimen de esa época en México y lo clasificó, al menos, como autoritario y paternalista; y el evidente parecido con el que se viene perfilando un nuevo régimen cuatro décadas después.

“El Ogro Filantrópico” se refería a la concepción y ejercicio del interés del Estado por encima de cualquier otro interés individual o colectivo, representado aquel principalmente por un Poder Ejecutivo preponderante sobre los poderes Legislativo y Judicial, y encargado de distribuir los recursos y valores en forma autoritaria y arbitraria.

Fuimos testigos de esta práctica a partir de que asumió la presidencia de la república el licenciado Andrés Manuel López Obrador, quién jefatura un gobierno que permitió la irrupción en la escena pública a actores inusitados y poderosos aliados, que le ayudaron a regular oficiosamente la vida política y económica de México.

Para esto fue necesario desmantelar todas las instituciones y controles democráticos y republicanos, inutilizar a todos los actores políticos, económicos y sociales; desacreditar toda oposición y concentrar nuevas fuerzas a su alrededor, que pudieran apuntalar un nuevo proyecto político y económico en marcha.

Así se explica la política de “abrazos, no balazos” que, irremediablemente, arrebató el uso legítimo de la fuerza a los órganos de seguridad y procuración de justicia del Estado y la reasignó a sus nuevos aliados, con el propósito de que lo ayudaran a mantener el poder del Estado en las manos “adecuadas”, es decir, en sus propias manos.

Las instituciones afectadas por esta política, Ejército, Fuerza Aérea y Marina Armada de México, recibieron una importante compensación: contratos, posiciones políticas, dinero y poder, a cambio de su lealtad al proyecto de la Cuarta Transformación. Cambió la ecuación a favor de la política y en contra de las instituciones.

Al mismo tiempo usó los programas sociales que provenían de regímenes anteriores, los amplió e instauró otros, para crear una base social adicta a las prebendas -mayormente en numerario- que mantiene bajo una estructura directiva denominada “siervos de la nación” y que integran la secretaría electoral del régimen.

Otra parte importante de esta estrategia es la continuidad en el manejo de los hilos del poder, los mismos hilos de los que depende la presidente electa de la república, Claudia Sheinbaum, habida cuenta de que su independencia se antoja al menos demasiado difícil, dado el grado de poder personal que detenta el presidente AMLO.

Esta capacidad de manejo está representada por la gran mayoría de los nombramientos bajo control de López Obrador sobre los gobernadores de los Estados y la Ciudad de México, de los diputados federales y senadores, de su partido hegemónico Morena y sus principales satélites, PVEM y PT, de esquiroles como MC; y del Gabinete. Logró conformar en menos de seis años una clase política y una burocracia satisfecha y agradecida por la impunidad que le fue otorgada. Y totalmente adicta a él.

Recordemos simplemente que el “fiel de la balanza” en las postulaciones a todos los cargos de elección popular, fue Andrés Manuel López Obrador, nunca Claudia Sheinbaum. La entonces candidata se tuvo que conformar con un bastón de mando simbólico, sin posibilidad real de definir dichas postulaciones, como bien se puede constatar con la suerte que corrieron en cada caso sus propuestas.

Las propias “corcholatas” presidenciales que van a jugar un papel fundamental en las Cámaras de Diputados y Senadores y el Gabinete, fueron azuzados a la confrontación uno a uno con la hoy presidente electa. Con ella procuraron una sana distancia durante su campaña política; pero se mantuvieron sospechosamente cerca del presidente AMLO, epicentro de las decisiones políticas.

Otra pieza fundamental fue la construcción de un canal fluido, confiable y permanente de comunicación con su clase política, con los aliados de su política de “seguridad”, su burocracia, sus aliados oficiosos y formales, sus militantes, sus simpatizantes y subordinados, a través de “la mañanera”. Para dar instrucciones nunca requirió hablar personalmente, ni por teléfono ni a través de personeros. Bastaba con expresarlo en público y el destinatario sabía que tenía que atender la instrucción

Desde allí dictó las líneas políticas a favor de todas y cada una de sus decisiones; y en contra de todos y cada uno de sus adversarios y enemigos. Desde allí se fraguaron acciones contundentes contra los disidentes. Desde allí se fue perfilando a la luz del público al nuevo Ogro Filantrópico, a punto de conocer la luz por completo en

septiembre, con la pretensión de reducir a su mínima expresión la última de las instituciones todavía en pie, el Poder Judicial.

Estamos a punto de asistir al desenlace de una obra fraguada con un gran rigor histórico y una enorme melancolía por los regímenes autoritarios en boga en los 70’s. Pero cuya inspiración procede todavía de más atrás: del deseo de permanecer en el poder a pesar de concluir su mandato, de todos los espíritus autoritarios de México.

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